Por J. Del Cerro, C. Hassan, S. Giménez, I. Goldeszer

Al hablar de brecha salarial entre varones y mujeres es difícil profundizar en un debate ya que hay muchos mitos y preconceptos que rodean el tema. Es cierto que en el empleo registrado (también llamado “en blanco”) no existe una desigualdad directa. En el mercado formal de trabajo, las personas, sin distinción de género, ocupan un mismo rango al iniciar y tienen los mismos derechos y obligaciones. Entonces, ¿por qué se insiste con la existencia de una brecha?

El techo de cristal es un concepto que se utiliza para referirse a la limitación de ascenso en una carrera profesional. El foco de este conflicto está vinculado directamente con el rol de la mujer como cuidadora (de los hijos o familiares). Florencia Tundis, economista y parte de Economía Femini(s)ta, explicó: “El empleador decide no tomar a mujeres en edad fértil porque supone tres meses de licencia por maternidad. A los hombres generalmente se les da dos días”.

Un ejemplo concreto que expone en primer plano el techo de cristal como forma de brecha salarial de género es la forma de crecimiento laboral de las mujeres en el Hospital de Pediatría Garrahan, donde para avanzar de puesto y alcanzar un salario mayor no se toma en cuenta la antigüedad o el concepto del o la empleada, sino su asistencia a congresos, jornadas y cursos.

A la hora de decidir quiénes obtendrán una mejor adquisición económica, los empleadores priorizan el nivel de asistencia de los y las trabajadores/as. De esta forma las mujeres con hijos son las más perjudicadas. Irene Sandoval es parte de la Comisión de Mujeres y Género de ATE Garrahan y define los inconvenientes de este sistema que discrimina a las mujeres.