Por Ezequiel Lazo
Los pasillos y el bar de Tea y Deportea suelen ser ruidosos y estar llenos de estudiantes, aunque hay excepciones. Como el viernes en que Candelaria Botto espera en una de las mesas. Docente de esa institución y del Instituto Raúl Scalabrini Ortiz, del Sindicato de Comercio, es además ayudante de Macroeconomía en la Facultad de Ciencias Económicas –donde se recibió en 2016, a los 25 años– y de Historia del Pensamiento Económico del CBC. Trabaja en Vorterix y es coordinadora de Economía Femini(s)ta, “una asociación civil que nace en 2015 con el objetivo de visibilizar la desigualdad de género”, según explica.
–La campaña MenstruAcción fue lanzada en 2017 por Economía Femini(s)ta, basada en proyectos de leyes que piden la exención del IVA y la provisión gratuita de productos de gestión menstrual. ¿Con qué objetivo?
–La idea es evidenciar que en esta estructura económica desigual, en el que las mujeres ganamos menos, nos cuesta más conseguir trabajo y otras tantas cuestiones, a su vez tenemos un gasto mensual obligatorio que tiene que ver con los productos de gestión menstrual. En esta sociedad nadie puede atravesar la vida con evidencia de sangrado menstrual.
–¿Qué pasa con las mujeres que no tienen ingresos suficientes para comprar esos productos?
–Un caso puede ser el de las nenas. Eso genera ausentismo escolar, porque lo que hacen es refugiarse en sus hogares en esos días o usan alternativas que pueden poner en perjuicio en su salud, incluso causar problemas como la infertilidad. Por eso pedimos la exención del 21 por ciento del IVA y la provisión gratuita en escuelas, cárceles, refugios u otros centros comunitarios. Además hay un tercer punto que pide investigación y datos para poder saber más. Digo, lo que no se nombra no existe, y si no hay datos no se puede operar en la política pública.
–En los sectores de menores ingresos hay una sobrerrepresentación femenina: siete de cada personas del grupo poblacional más pobre de la Argentina son mujeres. ¿Cuáles son las causas de esta desigualdad?
–Las causas son principalmente el trabajo doméstico no remunerado y las tareas de cuidado, ya que dejan a las mujeres con menos disponibilidad para el mercado de trabajo pago y formal. Además, hay ciertas discriminaciones en el mercado laboral que hacen que sea más difícil su reproducción en el ambiente remunerado.
–La última encuesta del Indec muestra que las mujeres dedican seis horas diarias al trabajo doméstico no remunerado, por lo que tienen una jornada de trabajo extra que no tiene reconocimiento social ni paga. ¿Cómo puede el Estado terminar con esa situación?
–En primer lugar, el Estado tiene que igualar las licencias de maternidad y paternidad, así se puede reconocer el rol de los varones dentro de la crianza de los hijos e hijas. También es importante que el Estado tome tareas de cuidado, es decir, que garantice el cuidado tanto para las primeras y últimas etapas de vida de las personas como para las enfermas o discapacitadas. De este modo, el cuidado de las personas no recae sistemáticamente en las mujeres, por lo que una de las propuestas de la agenda feminista tiene que ver con el sistema integral de cuidado. Se pide que se garantice socialmente ese trabajo que hoy cae en las mujeres sin remuneración.
–Te han criticado en Twitter por tu apariencia, no por lo que decís. ¿Esto pasa por ser mujer? ¿Sería diferente si el economista fuera hombre?
–Lo que suele pasar dentro de los estereotipos de género es que a las mujeres se las suele juzgar por cómo se ven y a los varones por lo que dicen, no es algo que me pase a mí en particular. Si se juntan Merkel con la directora del FMI dicen “Duelos de vestidos”, y eso nunca sucede con los hombres. Lo interesante es cómo se busca anular la voz de las mujeres en los espacios masculinizados. Ni siquiera con una crítica sobre lo que dicen –ya que siempre hay discusiones en el campo económico–, sino con una que anula a una persona por lo físico o por como se ve.
–Rosa Luxemburgo alguna vez pidió “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. ¿Cómo deberíamos actuar para construir ese mundo?
–Creo que no parte tanto desde el individuo, sino que es una exigencia también hacia el Estado para generar las condiciones y que podamos ser socialmente iguales. Para ser libres necesitamos autonomía económica y que nos respeten, entonces hay un marco jurídico y otro de políticas públicas que tiene que garantizar el Estado. Hoy en día somos iguales en derecho, excepto las mujeres porque el aborto no es legal, pero no somos iguales en términos económicos. Ese es un problema porque vivimos en una ficción donde supuestamente vos podés hacer lo que quieras, pero siempre y cuando tengas los recursos materiales. Entonces creo que tiene que ver más con una exigencia social. Si en términos individuales es importante saber que nunca nadie te va a salvar, no va a venir un líder a generar un mundo mejor, sino que hay cierta participación política individual que es necesaria para construir ese mundo donde entren muchos mundos.