Por Mariana Catalano

“¡Ay! ¡Tenés a la Mujer Maravilla, qué linda! Es mí ídola de la infancia, junto a Rafaela Carrá. Me pasaba que giraba con los brazos abiertos y tenía miedo. Pensaba: ‘¡Me estoy concentrando tanto para convertirme! ¿Qué le digo a mi mamá de qué hice con la ropa?’.”

Eva Paula Arraigada tiene 50 años. Es activista trans, militante peronista, con pelo largo, negro y de rulos. Ocupa el puesto número diez entre les candidates a diputades nacionales por la Capital Federal en el Frente de Todes. Actualmente, ejerce en la Secretaría por la Diversidad del PJ, y logró ser la primera mujer trans en el Parlamento de Mujeres. Fundadora del espacio Nelly Omar y del movimiento Nadia Echazú, habla tanto que, por más que cambie la yerba, el mate siempre se le lava.

Es sábado, el día que sin importar qué suceda, a Paula la encuentran en Saraza 1069. Un mural de Evita sonriente reposa sobre la cortina con vista a la vereda y te da la bienvenida. Un perchero con ropa cuya consigna es “Llevate lo que necesites, y si podés, traé otra prenda”. Una casa antigua de techos altos, un telón anaranjado que recubre el límite a la calle. La pared, donde además está apoyado el sillón que es de ella, se encuentra repleta de fotos de actrices y cantantes de tango, todas mujeres cercanas a Eva Perón. En otra pared, la primera foto que se pudo tomar junto a Cristina. Paula no está en su sillón, sino en una silla casi en el medio del salón, hablando con una chica. Pero no la mira. Su vista está perdida a la calle. Su vista, está buscando lo que pasa afuera.

Ascendió siete posiciones en la lista desde las últimas elecciones, cree que hubiera sido mejor tener otro lugar, pero no deja de disfrutar y agradecer. Lo toma con naturalidad como parte del destino y tiene en claro que si le dieron ese sitio es porque reconocen su trabajo, además, desde el partido saben que “hay cosas que ya no pueden no existir o no estar”. Tampoco se conforma, para ella eso no es una opción. Reclama por ausencias de identidades en las listas: la barriada, compañeras de las villas, referentes de baja talla, ciegas, sordas, migrantes. Se pregunta por qué no están, sabe que es porque no se les permite ser visibles. Y propone “generar los espacios para que puedan transitar y hacerse ver, y así como sucedió conmigo, en las próximas elecciones estén presentes esos nombres y no haya dudas”.

Es peronista porque busca satisfacer las necesidades que aún no están resueltas, porque como dijo su máxima referente, “donde existe una necesidad nace un derecho”. Los primeros recuerdos que tiene del peronismo son pequeños tesoros que guarda de su infancia en Gobernador Echagüe, cuando escuchaba a sus padres hablar de Perón y Evita, los discursos, las plazas congregadas en alegría. Reconoce a Eva como su faro. Alguien quiso ofenderla al categorizarla como “la Evita de las travas”, pero ella contraataca: “Está muy bien ese nombre, porque estamos buscando que las cosas que necesitan las compañeras se resuelvan, y se vuelvan un derecho. Además, es un orgullo”. Trabaja para hacer parte del mismo recorrido que Eva. “Cuando vine a Buenos Aires, mi sueño era ser actriz, igual que ella.”

Y si Evita es la luz que marca el destino, Cristina es su templo. Paula simpatizaba con el gobierno kirchnerista, hasta que empezó a soñar repetidamente con Cristina, quien le reprochaba que no estuviera haciendo nada. “La construcción que fui haciendo no sólo se debe al legado de Evita, sino a la aparición de Cristina. Empecé a militar porque creo en la política, y si creo en la política es porque estuvieron ellas, argumenta. Cree que su fanatismo por la figura de la ex presidenta fue el pilar necesario para resistir luego de la derrota de 2015. “La veo como alguien que tiene la capacidad de ver mucho más allá del horizonte, más allá de lo evidente. Es como la espada del augurio.”

Las mujeres de Paula rodean su cotidianidad.

En 2012, Paula fue con una mesa y un afiche al barrio 1-11-14, formando un lugar para que vecinos y vecinas se acercaran a charlar. Para crear poder popular. Al año siguiente empezó a armar el espacio de La Nelly Omar, en el barrio de Parque Chacabuco. “Llegamos hasta acá con mucho trabajo, constancia, y gracias a mucha fidelidad y lealtad”, dijo Arraigada. Todavía se asombra cuando dice que La Nelly es un espacio donde no sólo participan mujeres trans, sino mujeres y hombres cis del barrio, pero sobre todo lo habitan pibes y pibas cis. Y cuando los menciona, lo hace con tal honra, que los ojos se llenan de lágrimas. “Pintamos el frente el fin de semana, y yo lo único que pensaba era si le iba a gustar a Pau, porque ella es la que ve ahí donde otros no, la que tiene el ojo de águila”, contaba Lucas, uno de los chicos que participa en el espacio. Pintar una pared puede parecer algo chico, pero para Paula es un montón. Significa que están en época de transición y ella está delegando su lugar de mandato.

Sobre el Parlamento de Mujeres prefiere ni hablar, porque no lo considera un espacio amigable ni donde la dejen participar: “No responden a nuestra clase social, y se manejan de una forma muy patriarcal”. Pero que esto no opaque el hecho de ser la primera mujer trans en participar allí. No pasa lo mismo con la Secretaría de Diversidad del PJ, un espacio que empezó a imaginar junto a la candidata Gisela Marziotta, luego de las elecciones de 2017. Una herramienta para que dentro del partido comprendan que hay compañeros, compañeras y compañeres. Por el momento, se encuentran en un receso de actividades, porque ahora “no hay nada más importante que pensar en las elecciones y ganarlas. Si no, ¿para qué tenemos la Secretaría?”.

Tiene muy en claro cuál es su trabajo en la esperada gestión. Su principal objetivo es devolverle al pueblo la felicidad. El camino es formando consensos que amplíen, creando alianzas, gestando discusiones. Sabe que nunca podrían gobernar solos sin integrar a las otras fuerzas. Además, aprender de los errores y no perder de eje los reclamos de la gente. Lo define como “estar siempre a la delantera de la necesidad del pueblo”. Y se repite como mantra aquella frase que inauguró su candidato a presidente: “Volver para ser mejores”.

Su interés no reside en sólo representar al colectivo trans, sino en generar poder popular. “Acá entendí que si quiero cambiar mi realidad y la de los nuestros, los sectores humildes, teníamos que apoderarnos de la política”, dijo Martín, otro de los chicos que participa en La Nelly Omar. Cuenta que Paula les enseña con el ejemplo y que admira su prepotencia de trabajo, “que es a veces la única manera que tenemos los que venimos de la pobreza de construir camino”. Tanto Martín como Paula coinciden en que su posicionamiento popular y las demandas que busca plasmar en los espacios políticos suelen molestar más que su condición de trans. Según él la adversidad no la achica ni la apichona: “Si hay algo que esté en el medio obstaculizando, ella lo saca. No hay barrera que no te la tire abajo”.

Agrandarte ante las dificultades, ser confrontativa y para nada tibia genera amores y, también, odios. A ella le encantaría que todo el colectivo trans estuviera contento con su candidatura, pero no es así. La interna que las mantiene divididas se debate entre el abolicionismo o el derecho a decidir sobre el propio cuerpo. Forma parte del segundo grupo. No milita el trabajo sexual pero sabe que más del 90 por ciento de sus compañeras lo ejercen, y castigar no es la solución. “En todo caso, estoy a favor de que las que quieran ejercer tengan derechos con los deberes y privilegios que manda la ley para trabajar, y las que no quieran, también puedan tener un trabajo registrado”. La división es fuerte, alumnes y docentes del Bachillerato Popular Mocha Celis no quieren opinar respecto de la candidatura de Paula, ni siquiera en contra, porque pertenecen al sector “abolo”. Pero ella considera oportuno recomponer relaciones, volver a las alianzas por el bien del colectivo, y para que se pueda avanzar en derechos. Afirma que si no están en consenso, la Ley de Cupo no va a salir. Cree que si se impone la fórmula de Alberto Fernández pueden obtener esas leyes por las cuales hace tanto luchan. Porque tiene fe, y porque son demandas que no pueden esperar más. El momento de resolverlo es ahora, y su trabajo también va a ser “recordarles a diario a dirigentes y dirigentas que eso no está resuelto, por más de que no les guste”.

No se siente cómoda hablando de ella misma como referente. Prefiere hablar sobre los logros que consiguió por su activismo y militancia. Cuenta tres tangibles. El primero, en 2016, cuando se sacó una foto con Cristina junto al cartel de la Ley de Cupo. “Ahí todos empezaron a hablar de cupo, así como los sindicatos afines empezaron a hablar de las situaciones de las compañeras. Cristina se sacó la foto, el resto se ordena”, se acuerda.

Su segundo logro es abrir puertas. Sabe que antes que ella, muchas compañeras dejaron hasta la vida por el activismo, le abrieron camino para que ella siga facilitándoselo a las que siguen. Cree en la movilidad, y en la importancia de hacer bien las cosas para que después otra compañera ocupe su lugar, y, naturalmente, ella ascienda. “Muchas veces te dicen que tener ambición de poder es una mala palabra, pero es imposible que exista un dirigente sin ambición, ¿si no, para qué estás?”.

Su tercer logro se refleja en la juventud que milita en La Nelly Omar. Martín, parte de ese grupo, la considera una madre: “Es una gran dirigente política, un ejemplo de persona. Una líder natural de la cual aprendés todo el tiempo”. Dice que además del amor que recibe de todos los que la rodean, los jóvenes la aclaman más que nadie: “Si militamos, lo hacemos por ella y por lo que representa: el empoderamiento popular y poner a la gente en lugares donde realmente se defina la política pública”. El 5 de octubre La Nelly cumplió seis años, y para celebrarlo organizaron “La Peña de la Igualdad”. La cita era a las 20, pero eran las 21 y Paula no llegaba (esa tarde había tenido un acto de campaña). Martín pregunta si se nota lo nervioso que está, que ella ya tendría que haber llegado. Al poco tiempo, Paula aparece desde la esquina de Mariano Moreno. Saluda con un beso y abrazo a todos los concurrentes. Martín respira, y se hace eco de los nenes que están jugando a la pelota en la esquina. Pasó lo que él había contado anteriormente: “No sé bien qué es lo que tiene, pero llega Pau y se siente la presencia. Pisa fuerte, y bueno, los patitos se ordenan en fila”. ¿El orgullo de Paula?: sus patitos. “Que los pibes crean que somos la respuesta para que el pueblo tenga una vida mejor. Y que vayan a estudiar, yo quería que hagan esas cosas que nosotras no pudimos”. Eso hace que los ojos se le llenen de lágrimas, otra vez.

A veces se pregunta si no hubiera sido más fácil quedarse en su pueblo. Dormir siestas bajo el paraíso, tomar mates con su mamá, vivir más tranquila. Pero si Paula hubiera vuelto a Gobernador Echagüe no habría vivido su mayor acto revolucionario, que a diferencia de otras activistas trans, no es llegar a vieja. “Para mí, a pesar de que no pudimos estudiar, a pesar de las enfermedades y de la ignorancia del aparato de salud, de vivir en lugares terribles, del hostigamiento y la violencia, a pesar de la pobreza y la persecución, hoy nosotras estamos disputando el poder desde el mismo lugar, quizá décimas, pero en la misma lista que aquellos que no han pasado por nada de lo que nosotras vivimos”, y una vez más, se emociona. Si Paula hubiera vuelto a Gobernador Echagüe no estaría para pelear por la Ley de Cupo Laboral Trans, para que no queden aisladas del sistema la gran mayoría de las compañeras. No podría explicar a quienes no saben de qué se trata la Ley de Reparación Histórica, lo necesario que es reparar esas vidas rotas. Visibilizar que siguen siendo el único colectivo con un promedio de vida muy bajo, y que lo que han vivido es una tragedia.

Ella sabe qué es lo que la mantiene acá: “La esperanza. Voy a hacer todo lo que pueda para que todas esas injusticias dejen de serlo. Y sé que me voy a ir habiendo dejado un mundo mejor, aunque sea chiquitito”. Es la cuarta vez que a Paula se le entrecorta la voz. Y en ese tono, cuenta que el día que las pibas puedan vivir mejor y se resuelvan sus luchas, ese día, va a llorar mucho más.

A veces Eva Paula Arraigada se pregunta si no hubiera sido más fácil quedarse en su pueblo. Dormir siestas bajo el paraíso, tomar mates con su mamá, vivir más tranquila. Pero en ese momento, le suena el teléfono. Es una compañera que le pide ayuda. “Bueno, ¿ves? No puedo irme a ningún lado.” Paula sonríe, estira los brazos, empieza a girar en círculo. Y se convierte en la Mujer Maravilla.