Por Eliana Álvarez
Según el Observatorio de las Violencias de Género Ahora Que Sí Nos Ven, desde el comienzo de la cuarentena, a fines de marzo de este años, hasta septiembre, se produjeron 135 femicidios en Argentina. Alejandra Lo Russo, psicóloga, especialista en género, investigadora y docente en la Universidad de Buenos Aires, asegura que dado que la cuarentena exacerba la violencia de género, es necesario lograr que la red de contacto de estas mujeres no se corte.
—La facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires es pionera en los estudios sobre género y hace muchos años que trabajás el psicoanálisis con una perspectiva feminista. ¿Cómo lograste vincular ambas corrientes?
—Te voy a contar una anécdota, la primera vez que escuché el término feminismo fue en un medio de comunicación. Era adolescente, volvía de la escuela como cualquier chica del conurbano bonaerense. Mi mamá nos esperaba con el almuerzo y veíamos el noticiero del mediodía. En ese momento había un programa que no me acuerdo cómo se llamaba, pero recuerdo que había una conductora mujer, Pinky, con la cual no coincido políticamente, pero fue la que me acercó este término. Ella decía “el feminismo es la búsqueda de la igualdad de derechos y oportunidades”. Ahí me empezaron a hacer ruido muchas cosas. Igual imagínate que hace 20 años no era lo mismo decir feminismo en un medio de comunicación que ahora. Hoy por hoy cambió todo, es más piola ser feminista que ser femenina y el concepto de lo femenino lo fuimos deconstruyendo de los estereotipos de la femineidad, antes era muy malo ser feminista. Mi pasión por el psicoanálisis me permitió entender muchos puntos de la femineidad, y cada vez me fui involucrando más en el tema. Yo me incorporé a la catedra sobre estudios de género en la Universidad de Buenos Aires porque conocía las investigaciones previas y sentí que ahí podía aportar muchas cosas desde la psicología.
—La violencia de género por definición se da en el vínculo íntimo y este contexto de aislamiento obligatorio es el escenario ideal para el varón agresor, por eso el Ministerio de la mujer tuvo que reforzar la atención de la línea 144.
—Exacto, porque en un lugar donde tendría que haber amor y confianza, sólo hay maltrato. La violencia que recibimos las mujeres mayoritariamente es para adentro, en el seno de la familia, y se exacerba mucho más por el aislamiento y por el incremento de las tensiones a las que nos expone la pandemia, los encierros y no poder salir a trabajar o ver a la familia. Eso nos pone muy sensibles, hay un montón de ansiedad que es propia de la situación y que las personas las resolvemos de diferentes maneras. El agresor opta por el maltrato, en lugar de hablar te doy una mazazo porque sos un objeto que tenés que someterte. Por otro lado, es responsabilidad del Estado, que tiene que tomar el toro por las astas y tener políticas serias. Claro que está la línea del 144, que es atendida por especialistas que se han puesto el tema de género al hombro, y saben cómo abordar la temática. Tenemos centros de atención, pero falta muchísimo por hacer, faltan hogares para las mujeres, casas de medio camino donde puedan ir con sus hijos, y donde puedan generar un proyecto de autonomía. Desde mi experiencia como investigadora y psicóloga clínica, noto que siempre las condiciones de las mujeres en una crisis empeoran de una manera singular. Hay más violencia machista y, desde nuestro lugar profesional, más dificultades para poder asistirlas. Muchos tratamientos quedaron interrumpidos por la dificultad de poder seguirlos virtualmente y eso es preocupante. Algunas mujeres no cuentan con internet o condiciones edilicias para tener privacidad, por lo que resulta difícil poder acompañarlas.
—¿Cómo funciona el mecanismo psíquico de estos hombres agresores?
—Hay varias cuestiones, una es que los agresores conviven todo el tiempo con las mujeres, lo cual hace que toda esta tensión se incremente. El mecanismo de la violencia de género en general es producir el aislamiento de la víctima, es decir, que la mujer corte sus lazos con la familia, que no hable con las amigas, que no hable con la vecina. En la pandemia eso se multiplica al extremo y el aislamiento se ve facilitado. Los femicidios son como la punta del iceberg, es lo más llamativo, pero abajo hay un bloque de hielo impresionante que tiene que ver con múltiples violencias, que se dan en general en el contexto de la familia.
—Si el mismo mecanismo de la violencia va socavando la posibilidad de que la mujer salga de esa situación, ¿cómo es posible que pueda llegar a pedir ayuda?
—Bueno, el aislamiento no es sólo producto de la pandemia, el aislamiento es el mecanismo que tiene el varón agresor para que esa mujer no pida ayuda, entonces no le permite hablar con su familia o hace que se mude a otra casa, lejos del barrio donde tiene su red. Estos hombres van cortando la conexión de esa mujer con sus otros, entonces no puede pedir ayuda. También está el miedo que es muy fuerte, por ejemplo, a que no le crean. Y la vergüenza… Todos estos factores juntos hacen que se demore la posibilidad de denuncia y en cuarentena claramente se acentúa mucho más. Las mujeres son subjetivadas tradicionalmente en relación al silencio, a no tomar la palabra. Por suerte, las nuevas generaciones están cambiando muchísimo. Las pibas más jóvenes, las que están con sus pañuelitos verdes, se suman a las marchas de Ni Una Menos, tienen mucha más conciencia, ven a las otras mujeres como compañeras que las pueden ayudar en diferentes situaciones, la red que se van armando es otra.
—Publicaste hace unos días en tu Facebook que el aislamiento es físico pero no es emocional. ¿Cierto?
—Sí, yo decía cuando empezó la cuarentena: asilamiento social, cercanía emocional. Podemos estar lejos de una amiga o de la familia pero es interesante poder estar presente de alguna forma, que la red no se corte. No vamos a poder resolver la violencia de género pero sí podemos acercarnos. No hay que ser indiferentes, tenemos que involucrarnos todos y todas.
Foto: Facebook Alejandra Lo Russo