Por Lucas Distéfano
“Ver a un hincha de Boca con uno de River abrazados, compartiendo el dolor y la angustia, fue maravilloso. Sólo Maradona puede generar la rotura de esa grieta”, expresa Claudio Gómez, editor de la sección deportiva del diario Perfil. Aunque asistió al velatorio en su rol de periodista, sin dudas se trata de un argentino que quería despedir al ícono popular más importante en la historia de la Argentina. Gómez repite una y otra vez cuánto lo sorprendió el silencio de la gente. En una Plaza de Mayo desbordada, la fuerza del silencio lo movilizó al punto de destacar que nunca había sentido algo igual.
Una de las tantas características maravillosas de Diego es que todos tienen alguna anécdota con él. Ser la persona más famosa del mundo durante tantos años no lo privó de regalarle unos minutos a esos hinchas incondicionales que sonrieron y sufrieron con él. Gómez guarda en su memoria la nota que le hizo en 1995 con un acompañante especial: “Fue una experiencia periodística de puta madre. Ese día, en el Hotel Alvear, estuve junto a Alejandro Dolina. Fue genial porque en ese momento se conocieron personalmente. Hasta hoy sigo recordando el abrazo que se dieron”.
El periodista y profesor de la escuela de periodismo TEA no oculta su pasión por Independiente y su amor por Ricardo Bochini, quien casualmente también fue el ídolo de Maradona. Durante los primeros años del 10 en Argentinos Juniors y Boca, discutía con sus amigos ya que sostenía que el “Bocha” era mejor jugador. “El tiempo me ubicó un poco, y tomé conciencia de que no era tan así”, reconoce entre risas.
-Tuviste la posibilidad de seguirlo desde su debut. ¿Cuál fue el mejor Maradona que viste en una cancha?
-En Argentinos lo vi poco. Los pocos partidos que se veían eran los que jugaba con Boca o River. No se televisaba todo como ahora. Los que tuvieron la posibilidad de verlo dicen que el mejor estuvo en esos años. El de Boca de 1981 jugó muy bien y el de Napoli, también. Por algo lo quieren así en esa ciudad. Hizo todo lo que hizo en un equipo chico. Sacó campeón al Argentinos Juniors de Italia. No es que estaba rodeado de figuras, su década del ’80 fue explosiva. Aunque si me tengo que quedar con uno, elijo por escándalo el de México.
–Ese Mundial trascendió todas las generaciones. Cada fanático recuerda esos partidos con extremo detalle y nostalgia. ¿Qué significó en tu vida?
-Fue algo tremendo. Lo viví intensamente. Empecé siendo muy crítico de esa selección por lo mal que jugaba en la previa al Mundial. Siempre fui menottista, y hasta creo que en algún punto fuimos campeones a pesar de Bilardo. Terminó siendo el momento cúlmine de Diego. Esos dos goles a Inglaterra tienen que ver con las contradicciones que tuvo en su vida. En el mismo partido hace un gol tramposo y un ratito después el mejor de la historia de los mundiales. Siempre circuló por los extremos, nunca por el medio. Si a un escritor se le ocurre una novela con un personaje como Maradona, no le creen. No es verosímil que le hayan pasado tantas cosas.
–Es difícil entender cuando aparecen personas que marcan y se enojan con sus contradicciones. Lo juzgan como si fuera una persona común, pero es Diego Armando Maradona.
-Exactamente. Hoy leí en Twitter alguien que escribió: “Te fue bien en YouTube y te la creíste, imagínate lo que es ser Maradona, que durante veinte años fue la persona más famosa del mundo”. Por muchísimo menos hay gente que se la cree y que después tiene el tupé de levantar el dedo y juzgar las cosas que hizo y dijo.
–La identificación popular que se vio en las calles trasciende lo que hizo en el fútbol. ¿Por qué creés que se ganó el cariño de la sociedad de esa forma tan especial?
-Fue muchísimo más que eso. Tenía gestos políticos y sociales que justificaban todo. Él bancaba a Madres y Abuelas. Nunca se olvidó de la villa, siempre asumió su pasado y lo contó con orgullo y amor cuando tal vez otros se avergüenzan de ello. Se peleó con periodistas, medios y hasta con la FIFA. Generó un personaje que da mucha empatía. Mi vínculo con él fue in crescendo. Lo quería como jugador y después lo terminé amando como personaje completo. ¿Cómo no enamorarse de una persona así?
–Representa la argentinidad en un momento donde está muy dañada. Fue, es y será nuestro embajador internacional.
–Jamás ibas a escuchar a Maradona puteando al país, en todo caso insultaba a algún político. Nunca al pueblo. Hay tantos que a la primera de cambio se quieren tomar el palo y desde Ezeiza reniegan de su patria. Por eso él fue tan grande y la gente lo quiere tanto. Es admirable un tipo que con las carencias y limitaciones que tuvo en la infancia siempre haya mantenido sus ideales claros.
–En el mundo del deporte fue reconocido y querido por todos. Durante muchas oportunidades se lo vio apoyando a personalidades del tenis, básquet y rugby, entre otros deportes. ¿Cómo hace una persona tan importante para quedar en segundo plano y apoyar como uno más?
-Me acuerdo que cuando estaba en su etapa de jugador iba a bancar a Gabriela Sabatini. Jugaba Del Potro y estaba ahí, lo mismo con Manu Ginóbili. Es alucinante ya que en algún punto te habla de su gran cuota de humildad. Sabiendo que era Maradona, iba como un fan. Bajaba 200 escalones porque los protagonistas eran otros y él mismo se ponía en un segundo plano. En ningún momento se acercaba a los deportistas desde la arrogancia del número uno. Lo vivía como un argentino más.
-¿Podés trazar un paralelismo entre lo que fue el Diego jugador, su vida personal y lo que se vivió con el pueblo despidiéndose en Casa Rosada?
-Toda esta historia cierra con la gente que hizo cuatro horas de fila para verlo. Había gente del conurbano esperando pasar cinco segundos para decirle “chau, Diego”. Todo empezó en Villa Fiorito y terminó con ese pueblo que lo ama y es incondicional. Con aquellos que tuvieron miles de carencias, pero también lo tuvieron a él. ¿Cómo no van a despedir a un tipo que dentro de sus padecimientos les hizo bien, les generó sonrisas?