Por Lucas Distefano
Qué loco todo lo que estamos viviendo. Una pandemia no es algo de todos los días y cada vez me sorprende más cómo ha cambiado la normalidad que solíamos conocer. Usted pensará que le voy a hablar sobre el aislamiento, el barbijo, el alcohol en gel o las vacunas. Todos temas muy relevantes. Pero no. Voy a hablarle de fútbol.
Parece ayer cuando estaba tomando una birra en un vaso de dudosa procedencia, apretujado con miles de personas y cantando canciones de cancha. Ni siquiera había comenzado el partido, pero cómo disfrutaba esa previa. El abrazo de gol con un desconocido todo transpirado, los chiflidos a los jugadores del equipo contrario, volverme loco con un fallo arbitral. Todo suena tan lindo y tan lejano al mismo tiempo. Desde chico pensé que era un fanático, en algún punto hasta rozando la obsesión. Este virus me cambió esa percepción.
Por favor, qué aburrido es este deporte sin la gente. Hace un año que intento sentir esa vieja emoción al sentarme a ver un partido, pero no es lo mismo. No me suma nada escuchar la indicación que el técnico le da a su lateral derecho. Estoy cansado de ver las tribunas vacías. Tal vez toda mi vida viví en un engaño.
Tuvo que llegar una pandemia para que logre entender el fútbol como movimiento social y popular. La esencia somos nosotros. No hay pasión más genuina y real que la de un hincha llorando de emoción o tristeza por un resultado deportivo.
No creo tener la autoridad moral para andar bajando mensajes de concientización. Sin embargo, ya no puedo evitarlo, lo voy a hacer igual. Quédese en su casa, cumpla con todos los cuidados mínimos. Usted más que nadie entiende lo que se extraña un domingo a la tarde en la cancha. Hágalo por usted, pero también por mí. Quiero volver a ser un fanático del fútbol.