Por Julián Valdez

Desde muy chica me atrajo la fotografía. Empecé sacando fotos a lo que había a mi alrededor: mi familia”, cuenta Lina Etchesuri mientras pide un café con leche en un bar de Congreso. Recién llega de la redacción de la cooperativa de trabajo LaVaca, donde estaba ultimando detalles del número 163 de la revista MU. Hace diez años pisó por primera vez la “trinchera boutique”, como llaman al espacio. En esa oportunidad fue para mostrar las fotos que había sacado a las comunidades zapatistas de Chiapas. Pero la relación perduró y hoy, a los 42 años, además de sacar fotos para MU, también es la editora de fotografía de la publicación

Después de estudiar en la Escuela de Arte Fotográfico de Avellaneda (EDAF), vivió dos años en México y de ahí se mudó a Barcelona. Pero, a pesar de cambiar de ciudades, su pasión por la fotografía se mantuvo intacta. “Ya que estaba en Europa, pensé en ir a Palestina; es algo que desde siempre había tenido ganas de hacer”, recuerda. Así nació lo que, al regresar a la Argentina, se convirtió en la muestra “Palestina Acercada”, un registro fotográfico de la vida de cientos de personas atravesadas por los conflictos bélicos de Medio Oriente.

Cuando volvió a la Argentina no dejó de moverse. En ese momento, 2012, el país sentía los coletazos de la crisis económica mundial de 2008 y las restricciones monetarias impuestas por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner inquietaban de manera creciente a la clase media. En ese contexto, se dio el cacerolazo que los medios bautizaron como “13S”, por la fecha de su convocatoria. Ese día, la fotógrafa Cecilia Estalles decidió acercarse a la marcha y retratar “desde adentro” la manifestación. Apenas subió las imágenes a su Facebook, se desató una ola de repudios y apoyos igualmente masivos.

Era un tipo de fotografía que en ese momento no se veía, con un enfoque mucho más cercano. Y además mostraba a otro tipo de gente, nosotros veníamos de 2001, cuando la gente salía a la calle a pedir trabajo, no dólares”, explica Lina. A través de la misma red social, veinte personas que bancaban a Estalles, entre ellas Lina, decidieron ir a sacar fotos al siguiente cacerolazo. Así nació el Movimiento Argentino de Fotografxs Independientes Autoconvocadxs (MAFIA).

Una de las características estéticas de MAFIA es el humor. ¿Hay límites a la hora de fotografiar desde esa perspectiva?
-Para mí no. Por ejemplo, cuando veo un feto gigante en una marcha o gente gritando que quiere dólares, no hay límites. Con esas cosas es fácil porque es muy burdo. Este debate se dio también cuando se hicieron las marchas anticuarentena el año pasado, si había que darles espacio o no y de qué forma. Nosotros le damos lugar a esa gente, totalmente. Hace poco, cuando se aprobó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, fuimos del lado celeste de la movilización y salió un álbum hermoso. En un momento vimos a una persona con un crucifijo gigante colgado y la animamos para que posara con la luz del sol, que justo le estaba dando de lleno. No tenemos límites en esas cosas, porque es hermoso. Igual, es algo que cada vez hacemos menos, porque cuando arrancamos nadie lo hacía, ahora en las redes hay miles de fotógrafes que lo hacen hermosamente. Antes no había tanta gente suelta haciendo ese trabajo, estaban quienes cubrían para los medios pero no se metían adentro de las marchas, nosotros siempre fuimos gente de 35 y 50 milímetros. 

¿Por qué te parece que el fotoperiodismo trabaja hacia una mirada más cercana?
Los medios y la circulación de imágenes cambiaron. Si ahora te querés enterar de algo, no vas a meterte solo en la página de determinado medio, te metés en Instagram, buscás a tal fotógrafo y ahí ves todas las fotos que quieras. El cambio tiene mucho que ver con los equipos también. Ahora podemos sacar mejores fotos de noche, los equipos son cada vez más chicos, y eso te permite moverte más. Pero después hay algo más importante, que es cómo posicionarse. Lo que cambió mucho en ese sentido es que la gente que sale a hacer fotos son personas cada vez más comprometidas con esas cosas que cubren. Es como pasó con MAFIA, nosotros no íbamos a cubrir para nadie, solo estábamos ahí porque nos interesaba lo que estaba pasando. Entonces nos quedábamos horas metidos en las marchas entre medio de la gente. No es lo mismo que un fotógrafo que va, está una hora, saca lo que tiene que sacar y se va. No es por desprestigiar ese trabajo, pero es otra cosa. En MAFIA siempre tuvimos claro que no íbamos a intentar mostrar la realidad, como quizás se pretende desde algunos medios de comunicación, sino lo que nosotros veíamos, lo que pensamos. Creo que el futuro es por ahí.

En MAFIA hay una búsqueda fotográfica vinculada con lo artístico, mientras que MU es un medio de comunicación. ¿Buscás las fotos de diferente manera según para qué proyecto sean?
-No, no cambio de mirada según para qué proyecto sean las fotos. Una va complementando, todas las experiencias que una atraviesa van complementando la propia mirada. Esa mirada que yo traía de los viajes seguramente se volcó de alguna forma en MAFIA y después en MU. Y lo que fui haciendo en esos espacios también me fue construyendo, a la vez que fue construyendo esos espacios. Pero por otro lado, en MU soy editora de la revista. Y ahí es distinto. No es lo mismo la edición que puedo hacer para MAFIA o para MU, porque en la revista necesito contar la movida que se está cubriendo, más allá de que no se deje de lado cierta búsqueda estética. En MAFIA, en cambio, podemos contar las cosas de la manera que se nos ocurra.