Por V. Popovici, A. Martínez, C. Mendoza, J. Godoy, L. Ildarraz, M. Luquet, V. Cejas Carrizo y F. Cantero
Sonia Teresa Sánchez nació en 1964 en Villa Ángela, provincia de Chaco. A los 16 años, decidió emigrar a Buenos Aires en busca de progreso, pero a los 17 fue captada por una red de trata en el barrio porteño de Once y fue llevada a Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz, donde pasó seis meses en un prostíbulo. Todavía hoy, después de tantos años, no logra entender cómo hizo para salir de ahí. “Estás rodeada sólo de putas y sólo de puteros”, recuerda.
Su segunda oportunidad fue cuando se cruzó con Roberto, quien fue luego en el padre de su hijo. Se conocieron mientras recorrían librerías por la Avenida Corrientes. De a poco, Sonia le confió su historia y comenzaron una relación. “Tanto él como yo lo elegimos con absoluta libertad. Para mí fue maravilloso poder sentir mi cuerpo, porque hasta ese día no había sentido algo”, cuenta. “Lo único que no logró la prostitución y la trata en mí fue romper mi capacidad de amar, porque yo aprendí a amar y a amarme”. Axel, su único hijo, hoy tiene 27 años. “Desde aquel momento, yo sólo hago el amor o tengo buen sexo; si no, me hago el amor yo sola”.
Sin embargo, reconoce que las heridas nunca sanan: “Estoy aprendiendo a desear, a desear amar, a desear ser amada, porque aprendí que desear es estar viva”. Sonia es una constante militante por los derechos de las mujeres y una voz autorizada cuando se habla de prostitución. Lleva editados dos libros: “Ninguna mujer nace para puta” y “La puta esquina: campo de concentración a cielo abierto”.
—En una oportunidad mencionaste que contarle a tus hermanas tus experiencias fue uno de los momentos más dolorosos que viviste. ¿Cómo fue ese proceso con tu hijo?
—Son distintos momentos, tal vez más fuertes, menos, todo es fuerte. Desde los cuatro años de mi hijo Axel, cuando yo volvía de dar las charlas a mis compañeras prostituidas, siempre prendíamos la televisión, nos encantaba Animal Planet. Yo le preguntaba y jugábamos así, entonces empezaba con los cuadernos y los libros a mostrarle su cuerpo. Pene es pene, y vagina es vagina, le enseñaba para que él aprendiera sobre su cuerpo y a defenderse. Desde los 7 años, entonces, empecé a hablarle de a poquito de lo que era la prostitución porque, además, él me acompañaba cuando iba a dar charlas a las compañeras prostituidas. Mientras yo les hablaba del profiláctico -y además, el profiláctico en mi casa siempre arriba de la mesa como si fuese el pan, nunca escondido-, él hacía dibujitos. Y le empecé a contar toda mi historia. Un día salió un programa en Canal Encuentro donde yo cuento toda mi historia y una violación masiva. Entonces, como vivíamos en un pueblo chico, cuando al otro día va a la escuela, la vicedirectora le dice: “¿Estás bien? ¿Conocías la historia de tu mamá, lo que contó en Canal Encuentro?”. “Sí”, les dijo, tajante, Axel, ya adolescente monosilábico. “Bueno, en el momento que vos no te sientas bien, contá con nosotras que acá te vamos a acompañar”, le dijo la directiva. Esa tarde, Axel a la tarde me llama y me cuenta todo, riéndose: “Le tenías que ver la cara a la vicedirectora”. No fue fácil contarle a mi hijo pero tampoco podría vivir mintiéndole.
—Si hoy te cruzaras con aquella persona a quien le dijiste que “no” por primera vez, ¿que le dirías?
—Es que ya ni recuerdo su rostro, porque cuando me atreví a decir “no” casi me mata a golpes, porque cuando te hacen la puta de todas y de todos, vos debés obedecer. Una puta sólo obedece porque para eso te pagan. Entonces yo me atreví a decir “no” y me salvó la vida un conserje. Yo no recuerdo su rostro, sólo sé que era una persona de cabello cortito y nada más, como tampoco recuerdo el primer torturador prostituyente, tampoco recuerdo su rostro, no recuerdo eso.
—¿En qué te apoyás para sostenerte?
—Yo me apoyo en mi rabia; yo tengo rabia. Trabajo mi rabia como una energía positiva que me incomoda y que me lleva a pensar y a cuestionar todo. La prostitución es violación pública; aún en un lugar cerrado, es una violación pública, por lo tanto yo hago terapia públicamente, cuando escribo mis libros, cuando doy charlas, cuando capacito y como ahorita estoy haciendo con ustedes, hablando sobre el tema. Yo hago todo el tiempo terapia, pero es pública. Nunca hice terapia con psicólogo ni nada de eso.
—¿Cuál es tu opinión sobre la demanda o los clientes -si se los puede llamar así- de la prostitución? ¿Se puede hacer una caracterización?
—La prostitución no es trabajo; por lo tanto, no hay clientes. Hay “puteros”, hay “demandantes de prostitución”, y, por mi historia de vida, yo los llamo “torturadores prostituyentes”, porque es tortura lo que nos hacen los varones cuando “van de putas”. No compran sexo, porque una puta no vende nada porque nada le pertenece; lo que está haciendo es violar a esa mujer y ese billete que le pone actúa como mordaza en esa puta. Si tenemos que poner un rostro, vamos a ponérselo a los puteros, que, en realidad, son los más cuidados en este sistema y mucho por AMMAR-CTA (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina en concurrencia con la Central de Trabajadores y Trabajadoras de Argentina). Las agencias internacionales bajan millones de dólares en la Argentina. Los puteros viven en nuestras casas. Lo que pasa es que, en este sistema patriarcal y proxeneta, la puta tiene nombre, rostro, sabemos dónde vive, todo, pero de los puteros no lo sabemos. Y son nuestros padres, nuestros maridos, nuestros hermanos, curas confesores, pastores evangélicos, rabinos, jueces, políticos, jugadores de fútbol, sindicalistas, todos los varones que hacen uso y abuso de este rol de privilegio que tienen en esta sociedad patriarcal y proxeneta. Uno de esos es prostituir, violentarnos a las mujeres, niñas, niños y a las compañeras travestis. Pongámosle rostro: sí, son nuestros padres, los varones que viven en nuestras casas, nuestros gobernantes, los diputados que dicen que esto se debe sindicalizar como un trabajo.
—¿Creés que realmente en algún momento se va a lograr abolir la prostitución?
—La Argentina es abolicionista desde 1937 pero ningún gobierno hasta hoy ha luchado contra la explotación sexual, que es la prostitución y la trata; todo es eufemismo. A cualquier gobierno de turno le conviene que las mujeres y travestis prostituidas sean etiquetadas desde el derecho como trabajadoras sexuales, porque le bajan la desocupación. Es un gran negocio para cualquier gobierno de turno. No le vas a estar exigiendo al Estado un trabajo y un salario digno. El tema es el peligro que implica regularizar la prostitución como un trabajo más: no es que le estás restituyendo derechos a una puta, porque no hay derecho allí, sino que está sacando del delito a la figura del proxenetismo. En la Argentina es delito vivir de la explotación ajena. Y AMMAR-CTA lo sabe, porque tiene dos dirigentes presas por proxenetas: una de Mar del Plata y otra de Neuquén. Si sacas del delito al proxenetismo también vas a sacar a los traficantes de personas y nos costó tener una ley de trata en la Argentina.
—¿Qué pasaría entonces, según tu punto de vista, si se avanzara en ese sentido en nuestro país?
—Si los colocás como grandes empresarios del sexo, como lo son en Alemania y en Holanda, que son regulacionistas desde el año 2000, allí se reprofundizó la trata con fines de explotación sexual: en Alemania, no son putas las alemanas, son del África empobrecida, de la Europa empobrecida y de América latina y el Caribe. Yo tengo memoria abolicionista, ese es el gran negocio de AMMAR en Argentina. También luchan por el derecho de los puteros a acceder a nuestros cuerpos, al de cualquier mujer. Si mañana se regula la prostitución como trabajo desde el derecho, vos como hermana, madre que cuida a las hijas y las manda a la escuela a que tengan una profesión y las agarran, lo primero que va a hacer un proxeneta antes de ir a pararla en una esquina o venderla a un prostíbulo es llevarla a AMMAR. La van a sindicalizar y le van a dar un carnecito que va a decir “trabajadora sexual autónoma y libre”. Si vos vas allá a denunciar como madre o hermana, se te van a cagar de risa porque, ¿a quién vas a denunciar? Lo primero que van a mostrar es que ella es una trabajadora sexual autónoma y libre. Lo único que se va a hacer es profundizar la trata de personas.
—¿De qué manera podría el Estado luchar y terminar con la prostitución?
—Primero, generar trabajo genuino, educación, salud. El 80% de las mujeres que caen en el tema de la prostitución y la trata es buscando trabajo; el resto está siendo ahora captado a través de las plataformas digitales. Desde el Estado se ha dicho que, como nación, la Argentina ha rescatado más de 18 mil mujeres prostituidas y traficadas ¿Pero cuántas de ellas tienen hoy los derechos económicos sociales y culturales restituidos? Sólo dos. Entonces, ¿por qué la Argentina todavía está lenta en eso? Ése es el otro gran negocio: a ningún gobierno le conviene que seamos todas sujetas de derecho porque, siendo sujetas de derecho, le vamos a poner en cuestión sus políticas públicas. Yo le pongo en cuestión sus políticas públicas. Lo que estamos exigiendo las mujeres abolicionistas es trabajo, salario digno, educación de calidad. Necesitamos y exigimos vivir una vida libre de violencia, pero la base es el trabajo y la educación, y no los hay.
—¿Cómo puede llegarle tu discurso a mujeres que estén considerando iniciarse en la prostitución?
—Yo creo que es educación, es contar la realidad y preguntar, para mí no hay otra. Y educar a los varones, porque existen las putas debido a que existen los torturadores prostituyentes, es como una cadena. Existe la trata con fines de explotación sexual porque existe la prostitución, existe la prostitución porque existen putas y existen las putas porque hay varones que van de putas. Adonde debemos enfocarnos es en los varones, porque nada de esto existiría sin varones que demandan la prostitución. Los varones tienen que poner en cuestión todos estos “privilegios”.
—¿Cómo se inicia este proceso educativo?
—Preguntar en primer lugar. Yo siempre pregunto. Ahora, cuando entro a las escuelas secundarias, me quedo helada porque cuando pregunto si conocen Only Fans (una plataforma de material sexual), me dicen: “Si, ahí tengo una amiga”. Siempre tienen una amiga, no ellas. La otra vez una adolescente me dijo, para refutarme: “Señora, el viejo que está del otro lado de la computadora que me compra la foto no me toca”. Pero tu foto es traficada; eso es prostitución. ¿No te toca? No es necesario que te penetren, te pueden explotar sexualmente de otra manera.
–¿Por qué decidiste escribir tu primer libro, “Ninguna mujer nace para puta”?
-No nació de mí, “Ninguna mujer nace para puta” fue una muestra de arte nacida en Bolivia y, después, la trajimos con María Galindo a la Ciudad de Buenos Aires. Recuerdo que venían escuelas completas a mirar la muestra y yo me sentaba en el suelo a mirar la reacción de la gente, que me encanta. Además, había un cuaderno donde todas y todos los que querían escribir algo de lo que sentían/veían en la muestra lo podían hacer. Ese cuaderno decía: “Queremos algo más, no queremos sólo esto”. Entonces nos sentamos con María y dijimos: “Bueno, vamos a hacer un libro”. Y yo dije: “¡Un libro! Jamás se me había ocurrido. Ok, voy a hacer un libro contigo, pero va a ser desobediente, revulsivo e incómodo”. Así, en 2007, nació “Ninguna mujer nace para puta”, que en realidad fue escrito sobre mi piel y en mi vida por miles de puteros.
—¿Qué hacés cuando las mujeres te piden ayuda para salir de la prostitución? ¿Cómo se ayuda a esa mujer para que deje de la prostitución?
—Tenés que llamar a la línea 145, que atiende las 24 horas en forma gratuita y anónima, pero esto es para todas y todos. Tenemos que empezar a involucrarnos porque hoy las putas son las hijas de las otras y de los otros, pero vienen por la vida de ustedes, de las jóvenes y por sus hermanas. Yo siempre busco ayuda, simplemente toco las puertas al Gobierno, porque para eso están. Yo no rescato a nadie, yo no sustituyo al Estado, yo lo pongo en cuestión al Estado.
—¿Cuál fue el último caso de pedido de ayuda que recibiste?
—Hace dos semanas se quiso suicidar una compañera. Ella es sobreviviente de prostitución, no tiene trabajo, no recibe ni un plan social y está tomando medicación por problemas emocionales. Fue tremendo porque, era llamar y llamar y estar lejos, y no poder llegar y pedir socorro. Pude comunicarme recién al día siguiente y rogando que no hubiera pasado nada, logramos dar con ella y estuvimos hablando como dos horas, ella llorando mucho y yo sosteniendo eso.
—¿Cómo fue la actuación del Estado ante este caso?
—Estamos en eso todavía. Creo que ya va a hacer un mes y todavía no recibe nada de ayuda. Yo detesto los planes sociales pero, antes que esté cagada de hambre una compañera, voy a decir que acepte ese plan social. Es más, cuando yo llamé a la Casa de la Mujer diciéndoles dónde estaba esa compañera para que vayan a ayudarla, mandaron dos patrulleros y una ambulancia a la puerta de la casa. La llamé a la funcionaria de la provincia de Buenos Aires que está al frente y le dije: “¡No sabés un carajo de cómo manejar la violencia! Mirá si ella estaba mal, ¡se podría haber matado en ese momento! ¿Por qué no le preguntaste primero o le mandaste un remis a buscarla?”.
—¿Qué hay que hacer para cambiar la mente de la mujer madre de varón?
—Todas las mujeres tenemos que empezar a leer mucho feminismo y, si digo feminismo, estoy diciendo abolicionismo. Es leer porque todas y todos estamos criados y criadas desde el patriarcado, y la prostitución es parte del patriarcado. Al patriarcado lo tenemos que deconstruir entre todas y todos. Las mujeres muchas veces reproducimos cosas muy machistas.
—¿Qué consejo o pedido les podés dejar a los jóvenes periodistas que están en proceso de formación?
—Ojalá que cuando se reciban y trabajen de esto no repliquen lo que están haciendo muchos periodistas en la Argentina: sostener la explotación, hablando de trabajo sexual todo el tiempo, cuando la Argentina es abolicionista. Dejar claro que, si declaramos a la prostitución como un trabajo, estamos como sociedad banalizando la tortura física, psíquica, emocional y económica de las personas que ahora están siendo prostituidas, pero también de las que vendrán. Quiero que no sean cómplices de la explotación de ninguna persona e invitarlos a luchar desde el abolicionismo.
TRABAJO SEXUAL O EXPLOTACIÓN: DOS MIRADAS
El abolicionismo versus el regulacionismo son las dos posiciones que resumen un debate necesario en la sociedad actual, en la que la prostitución existe y escasean voces que planteen con claridad y rigurosidad el nudo de esta problemática. ¿Qué piensan los abolicionistas y regulacionistas sobre el tema?
Para la activista abolicionista Sonia Sánchez, el trabajo sexual no existe ni la prostitución puede considerarse un trabajo. “La prostitución es la violación de los derechos, es violencia física, psíquica, emocional y económica”, asegura. La idea central es que en ningún momento se debería aceptar como trabajo. Para ella, esa palabra “dentro de la prostitución, maquilla y distorsiona la realidad”. Según considera, nadie elige con libertad trabajar como prostituta sino que la sociedad patriarcal se aprovecha de mujeres en situación de vulnerabilidad social para convertilas en objeto de consumo. Para Sonia, un factor importante que contribuye a la sumisión por parte de las mujeres que se prostituyen viene de la pornografía: “No existe la actriz porno; es una mujer prostituida filmada y le enseña a los varones a ser violentos”.
Con respecto a las personas que pagan por sexo, Sánchez las define como “puteros” porque, al no ser un trabajo, “no hay clientes” sino “demandantes de prostitución, con el aval de los privilegios que tienen en esta sociedad patriarcal”. Considera que las mujeres que viven de la prostitución son las que menos privilegios tienen, mujeres empobrecidas y con necesidades. “La puta no pone el precio; el precio lo pone el putero”, sostiene y luego recalca que el poder en ese mundo lo tienen los hombres, al revés de lo que plantean quienes levantan las banderas del regulacionismo.
Según Sánchez, las tarifas que se establecen se basan en la cantidad de mujeres prostituidas en una determinada zona, en el aspecto físico y, básicamente, en el dinero que ofrece el “putero”. Así es como, en relación a sus propias necesidades económicas y el resto de las circunstancias las mujeres prostituidas deben aceptar el precio impuesto.
“A las mujeres no empobrecidas le construyen el deseo”, afirma la activista sobre el éxito de plataformas digitales de contenido erótico y sexual como Only Fans, ya que están compuestas por mujeres usualmente hegemónicas y de clases medias y altas que buscan una retribución monetaria que se basa más en el deseo “de pertenecer, el deseo de ser admirada, de tener muchos likes” y no en la necesidad económica. Para ella, esta actividad constituye una forma de “prostitución online” que, a la vez, es “una propaganda gratuita para el patriarcado y el proxenetismo” que “utilizan a estas mujeres que no están cagadas de hambre para hacer su propia propaganda”.
La otra cara de la moneda son las prostitutas que buscan la despenalización del trabajo sexual porque lo consideran como cualquier otra ocupación. Una de las militantes de esa postura es Georgina Orellano, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR). Orellano sostiene que muchas mujeres prostituidas no tuvieron la oportunidad de elegir a qué dedicarse y plantea que no deben ser arrinconadas, encarceladas o discriminadas por ejercer el trabajo sexual. Desde esta perspectiva sostienen además que muchas son independientes a pesar de estar organizadas en AMMAR y tratan de sobrevivir como cualquier persona que trabaja para poder comer.
Desde esta postura, entonces, sí nombran como “clientes” a quienes van en busca de sexo por dinero. En este sentido, Georgina Orellano cuenta que no hay un solo tipo de cliente: “Es un mundo muy diverso, ya que son personas muy diferentes que demandan distintos tipos de servicios y que establecen distintos tipos de relaciones con las personas que ejercemos el trabajo sexual”.
La secretaria de AMMAR cree que la construcción de ese imaginario instalado en la sociedad del varón cisgénero, mayor de 50 años, como único cliente, se suma a su vez al discurso de que “todo cliente, por buscar servicios sexuales, es machista”.
Entre las dos miradas es posible encontrar algunas pocas coincidencias, por ejemplo en el perfil básico de una prostituta: se trata de mujeres en situación de vulnerabilidad social. Orellano lee a las plataformas digitales como las que “venden cuerpos hegemónicos, bellos, jóvenes, blancos y de clase media” porque “la prostitución de la puta pobre es la que molesta más”, como también lo cree Sonia Sánchez.
Una gran diferencia entre estas dos miradas es quién pone el precio. Orellano asegura que el sindicato que las representa no regula ese aspecto sino que está organizado por cada grupo de trabajadoras sexuales. Cuenta que en Villa del Parque, el barrio de la Ciudad de Buenos Aires donde trabaja, se reúnen y establecen un piso mínimo de cobro para sus servicios. “Eso no quiere decir que todas vayamos a cobrar lo mismo”, explica.
LA SITUACIÓN EN ARGENTINA
De acuerdo con la Ley Nacional 26.364, sancionada en 2008, en Argentina se entiende como trata de personas al “ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción o acogida de personas con fines de explotación”. Este enfoque hace referencia no solamente a la prostitución sino también a los trabajos o matrimonios forzados, a los casos de esclavitud o servidumbre e, incluso, al tráfico de órganos. Por esto mismo, el Programa Nacional del Rescate y Acompañamiento de las Personas Damnificadas por el Delito de Trata (PNR) incluye en su informe mensual cifras de los diferentes tipos de actos criminales que se pueden desencadenar del concepto de trata de personas.
De acuerdo con el informe de septiembre último, 909 víctimas se han rescatado y asistido en lo que va del año y 18.220 desde que se sancionó la ley. De las personas rescatadas en 2022, 495 son de género femenino, 408 masculino y 6 son transgénero. Además, la tipología de la trata en su mayoría tiene que ver con una explotación laboral (535 casos), seguida por la sexual (321 casos).
En cuanto al rango etario, se trata en gran parte de personas mayores de edad. Sin embargo, hubo 42 casos de menores registrados en el 2022. Más de la mitad de las víctimas es de nacionalidad argentina. Las provincia de Buenos Aires (320 casos), CABA (198 casos) y Corrientes (107 casos) fueron los lugares con mayor intervención. En cuanto a los tipos de procedimientos que permitieron llegar a las personas víctimas de trata, el PNR detalla que las principales herramientas fueron entrevistas, notificaciones, cámaras Gesell y allanamientos.
Otro punto abordado y analizado por el programa a cargo del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación tiene que ver con las denuncias realizadas en la línea 145, que funciona las 24 horas todos los días del año y se dedica a la atención gratuita por parte de profesionales con el objetivo de recibir información y asistir casos relacionados a la trata de personas. De acuerdo al informe del PNR, se efectuaron un total de 20.719 denuncias a través de este medio desde 2012, 1.160 de las cuales tuvieron lugar en lo que va de 2022. En el mes de septiembre se registraron 167, la mayoría relacionadas con la explotación laboral, sexual o una posible captación.