Por Natalio Depino
Ernesto Cherquis Bialo, como reza su sección en C5N, es un verdadero “testigo de la historia“. Gracias a la revista El Gráfico –de la cual fue director entre 1982 y 1990–, vio a Cassius Clay convertirse en Muhammad Alí, a Bobby Fischer ser una leyenda del ajedrez y estuvo presente durante el ascenso y la caída de Carlos Monzón. Además, fue director de medios de AFA y vocero de Julio Humberto Grondona desde 2009 hasta su muerte, en 2014. A pesar de haber sido crítico durante años, considera que el ex dirigente deportivo “es más grande por lo que evitó que por lo que hizo”.
A los 83 años, Cherquis Bialo advierte una transformación en el rol del periodista deportivo por el desembarco de los holdings empresariales en el fútbol, que hace que el periodismo ya no se practique con una mirada objetiva, sino desde el marketing.
–En una entrevista en la TV Pública dijo que en la década del 90 los medios comenzaron a tener intereses y el periodismo se fue desgastando. ¿En qué situación está hoy?
–Debo decir con mucho dolor que el periodismo deportivo como institución murió. Hay periodistas deportivos que tienen la misión mayoritaria de entretener. Por cuanto el 72,8 por ciento de esa masa trabajadora pertenece a los sistemas que tienen derecho de transmisión, y estos sistemas tienen intereses. El presidente de cualquier club de Primera hoy tiene injerencia directa por ser socio de AFA. Es el que te facilita en una reunión de Comité Ejecutivo ampliar o mejorar tu contrato. Tiene potestad para levantar el teléfono y echar al periodista que no le gusta, que generalmente es el que cubre su club.
–¿Y la independencia?
–Los intereses valen más que la independencia, que la libertad de expresión y que el punto de vista del opinante, que es el del periodista. Él puede opinar sobre algunos aspectos limitados: el juego, las expectativas para el futuro, lo que dejó el juego… Pero no puede meter en su opinión nada vinculado con la organización, el arbitraje, el sistema de disputa o los cambios de reglamentos en plena disputa, porque corre el riesgo de que un productor le diga “de eso no se habla”. El periodismo deportivo era la única especialización que gozaba de la libertad, mientras los de política o economía tenían una línea editorial. Antes, lo más importante era la opinión del que firmaba, del que ponía el cuerpo, el prestigio, la carrera y el valor fundamental del periodismo deportivo: cre-di-bi-li-dad, un tesoro valorado con el tiempo.
–¿Ser crítico con Grondona fue una de las causas por las que perdió el trabajo?
–Desde el programa “Tribuna caliente” y desde Radio Rivadavia yo era muy crítico de Grondona porque tenía la premisa de que los derechos del fútbol estaban mal vendidos. Mi crítica principal no era a los arbitrajes, a la organización ni a ese proyecto fenomenal que hizo con los juveniles. Me quedé sin trabajo no por criticarlo a él, sino por criticar a Mauricio Macri cuando era presidente de Boca en 1998. Gerardo Sofovich me echó de “Tribuna caliente” y después de “Polémica en el bar” porque era muy amigo suyo. Macri quería comprar mi opinión con un sobre mensual con seis mil dólares para que yo no hablara mal de él. Eso generó una disputa que terminó con mi cesantía. Levantaba el tubo en persona para evitar que trabajara.
–Y lo echaron de la AFA cuando Macri llegó al gobierno…
–Fue la primera decisión que tomó la comisión interventora de AFA. ¡Mirá qué casualidad! La operaba desde la Secretaría de Gobierno un nefasto personaje que se llama Fernando Marín, que fue gerente de Racing, y lo accionaba dentro de la AFA Daniel Angelici, que era el alma mater de la creación de la futura Liga y el corazón del funcionamiento futuro de la AFA durante el gobierno de Macri.
–¿Cómo hace un periodista hoy para mantenerse en contra del sistema?
–Respetando las reglas de juego. Lo primero que un periodista tiene que saber es a qué medio va a trabajar y si está en condiciones de aceptar esas reglas. ¿Sería capaz de hacer un artículo que diga que la salvación del fútbol argentino son las sociedades anónimas? Y si va a Clarín, ¿sería capaz de decir que las transmisiones de televisión y el Pack fútbol son un robo al bolsillo del ciudadano?
–¿Antes era distinto?
–Antes no era así, porque el medio compraba mi talento y también mi discernimiento. En el caso de El Gráfico, Fontanarrosa nos enseñó el valor de la bifrontalidad sincera. Podés escribir tu columna con lo que pensás y la revista, como en el caso del Mundial 86, va a editorializar en la página 3. Es decir, dentro puede haber opiniones diferentes de los respetables periodistas que escriben y que le ponen la firma, con lo cual arriesgan su prestigio.
–En esa entrevista para la TV Pública dijo que si bien hoy la vida es mejor, tiene menos épica, menos romanticismo. ¿Pasa lo mismo con los deportes?
–El sentido deportivo está mezclado con la comercialización del partido. Un canal de deportes necesita multiplicar sus eventos porque su negocio es vender el vivo: transmitir tenis, fútbol, boxeo, automovilismo y de vez en cuando hasta béisbol, deporte sobre el que nadie sabe nada, pero dispone de los derechos. Ese es el negocio: caer en la entropía de que el acontecimiento de hoy vence al de ayer. Salvo un caso muy excepcional como Argentina campeón del mundo, siempre un acontecimiento irá enterrando al otro. Así, la épica retrocede porque siempre es más importante el acontecimiento que está por venir respecto del que pasó y el tiempo de disfrute de la gloria es más efímero que antes.