Por Ignacio Ojeda

El sistema de Boleta Única Electrónica (BUE) fue implementado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para decidir las candidaturas porteñas, mientras las nacionales se dirimen con boleta física tradicional. En plena jornada, cerca del mediodía, 240 máquinas dejaron de funcionar.

Magic Software Argentina (MSA) es la empresa encargada de brindar el equipamiento para este sistema que se usó por primera vez en el país en 2009, en Salta. También lo implementó Neuquén y fue probado en Mendoza.

El sistema BUE tiene sus aspectos positivos: se ahorra mucho papel y se evita el robo de boletas. Según la Defensoría del Pueblo en CABA, el 75 por ciento de los porteños apoyó esta iniciativa en 2015. Pero su lado negativo parecería ser mucho más amplio y, de alguna forma, fue pasado por alto por el Gobierno de la Ciudad. En principio, por el presupuesto que implica: el monto actual para realizar las elecciones es de 2 mil millones de pesos y con la implementación del BUE llegaría a 7 mil millones.

Joaquín Sorianelo, programador independiente, reveló en 2015 que la empresa MSA, que es la única en presentarse a la licitación, tiene fallas en el sistema. Sorianelo denunció que se corría el riesgo de un fraude electoral. Alfredo Adrian Ortega, también programador independiente, verificó lo mismo que Sorianelo y demostró que con el chip que se encuentra en la boleta se pueden multiplicar los votos. En el documental “Caja negra”, aclaró que la auditoría es imposible: “Habría que auditar todo, no solo donde se ve la foto, porque la falla puede estar en todo el sistema de voto; por ejemplo, en el disco rígido, hasta en el chip de la boleta y eso es imposible por el momento”.

Según los especialistas consultados, estas fallas en el sistema podrían poner en peligro la democracia. Uno de los países modelo en este tipo de votación es Estados Unidos, donde aún se utiliza un sistema híbrido, donde conviven el voto digital y el conteo convencional en papel, que funciona como respaldo ante la duda del electrónico. Enrique Chaparro, especialista en seguridad informática, explica: “El voto libre, universal, secreto, no habla de que tenga que ser rápido, esta es una condición eventualmente deseable, pero si no afecta ninguna de las otras condiciones”.

Alemania, que está considerado en constante vanguardia tecnológica, declaró inconstitucional el voto electrónico en 2009. El tribunal constitucional de ese país justificó su decisión con el argumento de que este sistema “es un proceso inaccesible para la mayoría, salvo los expertos en informática”. Para poder fiscalizar los votos en papel, solo se necesita saber escribir, leer y tener al menos aritmética simple. Chaparro explicó que, en cambio, para el sistema del BUE “se necesitan conocimientos informáticos que relegan a una gran parte de la población y es por esto que el gobierno germano prohibió el voto electrónico”.

Holanda fue otra de las experiencias frustradas por este método: no lo utiliza desde 2015, ya que consideran que “el software utilizado era vulnerable a los hackeos”. Hasta una de las figuras más importantes del mundo digital, Bill Gates, creador de Windows, declaró que “no es buena idea votar con máquinas”. 

Nicolas Wolovick, licenciado en Ciencias de la Computación, dio una posible solución al poco dinamismo del voto convencional en papel. Realizó un sistema de contabilidad de boletas físicas tradicionales, mediante un escáner que lo hace más rápido que una persona. Esto “daría velocidad al recuento de votos y no pondría en peligro la democracia de un país”, explicó.

Editora: Camila Mitre