Por Faustina Ganin
Reverso, la última obra de Matías Feldman, comienza con la inesperada visita de dos viejos amigos a la casa de una pareja. Antes de la cena, recordarán viejos tiempos en los que solían trabajar juntos en una galería de arte, contarán anécdotas y se pondrán “al día”. Sin embargo, a medida que transcurre la obra, cosas extrañas empiezan a suceder, lo que hace que el público se pregunte si eso que está viendo forma parte de la realidad o no. Luego, nuevos personajes entran en escena y se van dando situaciones cada vez más cómicas y disparatadas. Esto puede confundir al espectador, pero en cuanto vaya adentrándose en la historia, descubrirá que hay algo más oscuro y doloroso detrás.
Es evidente el compromiso del elenco con la historia y el humor de los personajes, en situaciones que llegan a rozar el absurdo y arrancan carcajadas del público. Entre todas, se destaca la interpretación de Carla Peterson, coronada con un conmovedor monólogo final que revela el trasfondo de su personaje.
“Hay cosas que no deberían pasar”, dice el personaje que interpreta Peterson en su último monólogo, mientras se enfrenta al dolor que había tratado de ocultar y se ve abrumada por los sentimientos. Se pregunta cómo hará para soportarlo, ahora que ya no puede esconderse detrás de un “avatar”, la identidad virtual que había elegido, y debe asumir su humanidad.
La obra se ubica en un contexto en el que las nuevas tecnologías ofrecen un escape de la realidad, una distracción, y son utilizadas para fingir otras identidades y descargar los dolores de la vida real.
Reverso aborda lo difícil que puede ser enfrentarse a la pérdida y a la culpa, al deseo de haber hecho las cosas de manera diferente, y a la nueva figura del mundo virtual en el duelo. Es una propuesta interesante que incluye referencias a obras de la literatura como Alicia en el País de las Maravillas; que convoca a un público joven por lo actual de su temática, pero que también es apta para los no nativos digitales; que provoca carcajadas, confusión y emoción, y termina con una ovación de pie de parte de los espectadores que colman la sala.
La obra se presenta en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza de viernes a domingo.