Por L. Arozarena, F. Magista, M. Zaballa y G. Zylbering

Del 23 al 27 de agosto se celebra la semana de la ESI para promover el debate y la reflexión en las escuelas y en toda la comunidad educativa no universitaria. La Ley 26.150 de Educación Sexual Integral fue sancionada el 4 de octubre de 2006 y establece que todas las personas que estudian tienen derecho a recibir educación sexual integral en establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacionales, provinciales y municipales.

Entre los objetivos de la ley, están “asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos y confiables y actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral”, “promover actitudes responsables ante la sexualidad” y “procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres”.

La ESI cuenta con cinco conceptos centrales: el cuidado del cuerpo y la salud, el valor a la afectividad, garantizar la equidad de género, respetar la diversidad y el ejercicio de los derechos. En un contexto en el que la importancia de su lugar en las escuelas se ha colocado bajo el debate público, es fundamental reafirmar que es un espacio no sólo para prevenir enfermedades sexuales, sino también para garantizar derechos y comenzar a comprender la autonomía de los cuerpos.

Aunque suele pensarse como un tema directamente sexual, la ESI, tal como indica su nombre, es integral. No se trata sólo de enseñar a los jóvenes sobre anatomía o métodos anticonceptivos. Su objetivo es mucho más amplio: promueve la salud y el bienestar general de los estudiantes al proporcionarles conocimientos sobre su cuerpo, sus derechos sexuales y reproductivos, y la importancia del consentimiento en las relaciones interpersonales.

Analía Urueña es médica infectóloga y, además de su trabajo en hospitales, brinda talleres de ESI enfocados en la prevención de embarazos no intencionales y enfermedades de transmisión sexual, dirigido a estudiantes de cuarto año de secundaria. “Lo que noté a partir de este taller es un entusiasmo considerable por parte de los estudiantes. En general, los chicos y chicas esperan con interés este tipo de actividades. Me da la sensación de que les gusta la experiencia”, comenta. Lo atribuye a que es una modalidad distinta, fuera de las materias de currícula y con otra dinámica, además de que “los temas que se abordan, como las relaciones sexuales, suelen ser de gran interés para los adolescentes”.

Urueña es directora del Centro de Estudios para la Prevención y Control de Enfermedades Transmisibles.

Urueña Agrega que los alumnos no suelen llegar a los talleres con mucha formación previa, por lo que su importancia radica en ofrecer un espacio donde puedan expresar sus preocupaciones e incertidumbres, “donde pueden aclarar dudas y derribar muchos mitos que hay alrededor de algunos temas que quizás en casa no se discuten tanto y no tienen un ámbito donde hablar con gente que les pueda dar información confiable”.

En cuanto a la relación entre el ámbito educativo y su trabajo en hospitales, aseguró que, si bien una buena formación en sexualidad es esencial para prevenir enfermedades de transmisión sexual, esto no garantiza por sí solo una vida sexual sana: “Yo lo veo todos los días. Si bien el contagio de ETS se da en todos los ámbitos y estratos sociales, pasa mucho más en los contextos socioeconómicos más carenciados, donde no sólo hay menos educación, sino también acceso a métodos anticonceptivos, a profilácticos, a otras cuestiones”, detalla.

Desde la llegada de la ley a las aulas, se han brindado herramientas no sólo para cuidar la salud sexual reproductiva de los jóvenes, sino también para fomentar relaciones sociales saludables basadas en el respeto y equidad.

Las escuelas desempeñan un papel fundamental en la detección de situaciones de violencia y de derechos vulnerados. Según un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, la mitad de los alumnos de primaria habla sobre violencia doméstica en la escuela, lo que evidencia la urgente necesidad de contar con espacios seguros para abordar estas cuestiones. “A nivel nacional, el 44,2% de los alumnos dice que los docentes les hablaron sobre cómo cuidarse y evitar el maltrato, mientras que un 28,2% declara que le gustaría tener más información sobre esto”, destaca el informe.

“En edades tempranas, la prioridad es proporcionar herramientas de autoprotección a niños y niñas, conocimientos básicos para que identifiquen situaciones de desprotección o abuso, y sepan qué hacer si les ocurre o alguien se lo cuenta”, explica Silvia, más conocida como Friki Mamá por su trabajo en redes sobre ESI para niños. Es fundamental que los chicos aprendan a decir que no.  Hacer respetar sus límites, cuidar su cuerpo y el de los demás. Desde pequeños, se debe trabajar en la prevención de abusos continuados, lo que resalta la importancia de vincular esta enseñanza con otros conceptos claves: “Alguien que me hace guardar un secreto malo, que me hace sentir mal, que me hace daño, es una persona que no me quiere bien y debo contar ese secreto a alguien que me pueda ayudar: familia, mi profe, mi pediatra”.

No siempre es sencillo crear en las escuelas un espacio donde los alumnos se sientan seguros para hablar sobre maltrato doméstico. Para facilitar la detección, es crucial que primero los chicos trabajen sobre los sentimientos de culpabilidad: “Es imprescindible hacer entender que si alguien me toca donde no se debe, la culpa no es mía, siempre es de quien lo hace, incluso aunque nos diga lo contrario”. Estas nociones se pueden empezar a trabajar desde edades tempranas, con el objetivo de “combatir los mensajes que las personas victimarias usan para que el abuso no termine y las víctimas guarden silencio”.

Si bien no es una tarea sencilla, estas herramientas se adaptan al lenguaje y la comprensión de las diferentes etapas escolares. “Por eso es importante que la ESI continúe a medida que crecen, porque vas perfeccionando el mensaje, adaptando el contenido y ampliando la información”, concluye Friki Mamá.