Por Juan Mango

El periodismo está mutando a una velocidad vertiginosa y reescribiendo sus reglas a partir de la consolidación del estilo fugaz de las plataformas y las redes sociales. Emilio Laszlo, productor general en Gelatina, una de las plataformas de streaming más populares del momento, es un claro exponente de esta nueva era.

Nacido en Buenos Aires en 1997, Laszlo se crio en una familia inmersa en el cine y la televisión. Tuvo sus primeros pasos en el mundo audiovisual en 2018, cuando participó en La Feliz, un documental sobre la historia de la violencia política en Mar del Plata, dirigido por su padrino, Valentín Javier Diment. Allí se nutrió de las formas de narración, pero también del fenómeno de la ultraderecha.

Al comienzo de la cuarentena por la pandemia de covid, en marzo de 2020, Laszlo se había propuesto editar un video por día hasta que terminara el encierro de dos semanas, que terminaron siendo muchas más. Algunos de ellos se viralizaron, y así conoció a Clementina Flores. Junto a ella creó El Program, un medio independiente que grababa las manifestaciones en la calle. Para ese momento, las únicas marchas que había eran las anticuarentena.

Tal fue el éxito de El Program, que el medio El Destape los contactó para comprarles sus coberturas a partir de ese momento, de forma tal de respetar la propiedad intelectual del contenido y sus pautas. Después de casi tres años, Pedro Rosemblat lo contrató para ser su editor y productor de materiales para redes sociales.

Es muy interesante hacer una pausa acá y ver cómo los personajes de las redes sociales prepandemia terminaron transformándose en productos de consumo mainstream. Es el caso de Pedro Rosemblat, que empezó su carrera en la esfera pública durante la época de Facebook como El Pibe Trosko, un personaje que parodiaba la militancia troskista, y luego pasó a convertirse en el famoso Cadete del programa de Roberto Navarro en C5N. Este personaje fue cambiando de casa a la par de los avances tecnológicos, y encontró su lugar en el streaming: ya no había que esperar a que Rosemblat subiera a Instagram su rejunte de noticias semanales, llamado Otra semana en Springfield, sino que ese mismo contenido se transformó en un producto llamado Gelatina.

Pedro Rosemblat en Gelatina.

Laszlo ha sido testigo y partícipe de la transformación del periodismo. “No hay un manual para hacer lo que hacemos”, dice, en referencia a la naturaleza experimental y cambiante de las plataformas de streaming. Pero esta transformación también trae desafíos: la rapidez con la que se generan y consumen los contenidos no deja espacio para la profundidad, algo que Laszlo reconoce como un problema. “Estamos precarizados en términos de la calidad de la información que se produce“, advierte.

–¿Qué aprendiste durante estos años trabajando en Gelatina?
–Todo lo que me pedían que hiciera, yo decía que sí, pero avisaba que no lo sabía hacer. Para que te des una idea, remodelamos tres veces el set de grabación porque no había un manual para hacer un canal de streaming. Desde cómo ubicar la mesa y qué micrófono comprar hasta cómo hacer el diseño del set: todo de cero. Ahora está un poquito más claro, pero tampoco tanto. En Gelatina hay muchos que tienen un recorrido en radio, lo que se nota al aire y en la manera de producir y coordinar. Como yo no tenía esa experiencia, también aprendí mucho de eso.

–Los canales de streaming fusionan televisión y radio y transmiten por internet, es decir, es una revolución por donde se lo vea. ¿No te resulta extraño que no sepan para dónde apuntan?
–Es loco, pero supongo que en los 50 con la tele pasaba lo mismo, o sea, de repente transmitían imágenes a una caja que la gente tenía en su casa, pero no sé si sabían para dónde iban. Acá hay mucho de copiar formatos que ya existen, no inventamos nada. Hay algunas novedades, pero hasta ahí.

–¿Por ejemplo?
–Hace poco Blender cambió la manera de transmitir en una cuestión técnica de YouTube, al toque todos los canales se dieron cuenta de que era la mejor forma y lo empezamos a hacer todos. Lo mismo pasa cuando invitan a alguien a un estudio y empieza a chusmear qué equipos compraron.

–¿Sos de buscar nuevos talentos?
–Sí, no sé si conscientemente, pero uno tiene el oído y el ojo prendido ante algún pibe que por ahí tiene dos mil seguidores, pero que se le nota que tiene algo. Exactamente hizo eso Rosemblat conmigo y con tantos otros que están en Gelatina. Quizá yo no tenía el exitazo, pero vio que había algo. Pienso que a él mismo le pasó con Navarro cuando lo llamó. Le podía ir bien o mal, pero desde un espacio chiquitito hizo un montón, incluso una carrera. Eso lo valoro mucho, en el streaming en general hay que hacer un esfuerzo para que esto siga sucediendo y que no se transforme en el nuevo rubro de una élite de los mismos treinta invitados que giran por todos los canales porque ya son conocidos. Hay que darle un poco de espacio a la cosa nueva.

–¿Cómo hacen para combatir las fake news y el exceso de información?
–Primero, la buena leche al momento de informar. Ahí ya tenés un piso, hay que tener cuidado porque hay mucha operación en todos lados. Con la práctica misma de estar recibiendo noticias y de seguir a ciertos periodistas o medios en los que confiás, aunque nunca es una confianza absoluta porque todos nos podemos equivocar, uno más o menos va entendiendo quién tiene información real y quién opera. Pero a veces no son operaciones, simplemente es gente que no chequea ni dos segundos lo que publica. Hay que ser un poco cauteloso, no colgarse de cualquier tuit que esté dando vueltas para comunicarlo a los cinco segundos.

–¿Qué papel juegan la palabra escrita y la lectura en este nuevo periodismo?
–Hoy en día la lectura es fragmentada, rápida, superficial. Leemos más que nunca, pero con menos profundidad. Eso afecta la formación no solo de periodistas, sino también de la audiencia. En la política también se ve. Fue lindo que se incorporen muchos pibes en los últimos años, pero no sé si se formaron mucho. Hoy se están viendo las consecuencias de eso.

–¿La urgencia de informar precariza la manera con que se produce y se consume el contenido?
–Es un tema delicado. Como comunicadores no siempre podemos tomarnos el tiempo necesario para investigar a fondo. Muchas veces terminamos haciendo notas basadas en un par de artículos, un tuit y un mensaje de WhatsApp. Eso claramente afecta la calidad de lo que hacemos. Además, todos estamos sobrecargados de trabajo, lo que hace que sea difícil desconectar y dedicar tiempo a la reflexión. No te podés tomar cinco semanas para hacer la investigación como corresponde y chequear con diez fuentes, ni viajar hasta tal lugar para ver de primera mano algo.