Por Candela Morinelli y Agustina Gesto
Este año se cumplen 55 años del cierre del emblemático Cine Teatro Taricco, un lugar que no sólo marcó la historia del barrio de La Paternal, sino que también dejó una huella profunda en el corazón de quienes tuvieron la suerte de conocerlo y frecuentarlo. Fundado en 1920 por Luis Juan Taricco, fue un refugio de emociones y un espacio donde los aplausos se unían a la magia del séptimo arte. Generaciones de espectadores compartieron momentos inolvidables sentados en algunas de sus mil butacas, desde las primeras películas de Carlos Gardel hasta las actuaciones vibrantes de Tita Merello y las hermanas Legrand, que llenaron de vida y alegría cada rincón de este lugar.
El Taricco fue un faro de luz en la comunidad durante décadas, un sitio donde la cultura florecía y las risas, los murmullos de los enamorados y los aplausos entusiastas creaban una sinfonía que resonaba en las paredes. Las funciones de cine clásico y los estrenos de películas taquilleras atraían a familias enteras, creando lazos y recuerdos que perduran hasta hoy. Pero en en 1969, el Taricco cerró y se transformó en un supermercado de la cadena Minimax. Luego se convirtió en el Supercoop de El Hogar Obrero, hasta su quiebra en los años 90, lo que marcó el cierre definitivo de este casi centenario edificio. Un viejo cartel desgastado que aún dice “Supercoop” es un triste recordatorio de lo que una vez fue un vibrante polo cultural.
Sin embargo, el espíritu del Taricco sigue vivo en la memoria del barrio. Cada vez que alguien pasa por su puerta cerrada, entra en escena la nostalgia. Recientemente, la comunidad se unió en una emotiva convocatoria para rescatar este símbolo de su identidad. La esquina de la avenida San Martín y Nicasio Oroño se transformó en un cruce donde la música y la alegría se entrelazaron en un festival que celebró la rica historia del Taricco.
Proyecciones de cortos, charlas sobre su legado y presentaciones de artistas locales revivieron la esencia del cine que con tanto cariño recuerdan. Fue un momento de unión, un grito de esperanza que resonó en cada corazón presente, recordando que la cultura es un hilo que nos une y que nunca debemos dejar que se rompa. Sobre todo en los momentos duros en los que la sociedad parece olvidar lo que esto significa. La comunidad sigue soñando con la posibilidad de restaurar el cine, un espacio donde las nuevas generaciones también puedan crear recuerdos inolvidables.
Nadie entiende, incluso luego de tantos años, la razón que se esconde detrás del cierre del cine. Así ocurre especialmente con los vecinos que se unen a diario para mantener el legado. “No comprendo cómo no reabre uno de los hitos más importantes de la ciudad”, afirmó un vecino con voz nostálgica. Para él y otros tantos el Taricco es un pedazo de su historia, un refugio de recuerdos y emociones que marcaron su vida y las de muchos otros y que atravesó a muchas generaciones.
Existen millones de historias de abuelos que compartían un rato de calidad con sus hijos y nietos, creando lazos inolvidables y recuerdos que perduran a lo largo del tiempo. Este cine que alguna vez fue el corazón palpitante de la comunidad y hoy sigue siendo un símbolo inquebrantable de la identidad barrial.