Por Luca Manessi
Oscar Lucchini es arquitecto y referente de la capilla de San Lorenzo Massa, ubicada en la ciudad deportiva del club San Lorenzo de Almagro. Gracias a la donación del actor Viggo Mortensen y un amigo, lograron hacer este espacio religioso que visitó Jorge Bergoglio cuando era arzobispo primado de la Argentina. En esta entrevista, Lucchini cuenta su relación con Bergoglio antes de asumir el papado y analiza su legado.
–¿Qué anécdota recordás con el papa Francisco?
–La anécdota fundamental es que el 24 de marzo de 2011, un día de misa, lo llamé por teléfono a las cuatro de la tarde para que asistiera a las seis. Le digo: “Monseñor, no va a poder llegar, permítame que lo vaya a buscar”. “No, de ninguna manera; yo voy en colectivo“, me respondió. Yo seguía insistiendo con que el clima no era nada favorable y que la capilla estaba lejos de las paradas. Bueno, al final lo convencí y fui a buscarlo. La razón era que había un periodista de Roma amigo de él, y lo quería hacer conocer la capilla. Gracias a ese periodista me autorizó a que lo pasara a buscar. Fuimos desde Catedral, del despacho del monseñor Bergoglio, que estaba al lado, y partimos para la ciudad deportiva de San Lorenzo.
–¿En qué viajaron?
–El viaje lo hicimos en un auto chiquito, un Fiat 147 blanco. Durante el viaje, con mucha lluvia, me dice: “Frená en el primer kiosco que veas”. Paré en el primer kiosco que vi, y me preguntó si quería comprar flores. Inmediatamente le pregunté qué flores quería… No me dejó: se bajó del auto, compró las flores y se subió de nuevo. Cuando llegamos a la capilla, ya había muchos amigos míos esperándonos con paraguas para no mojarnos, ya que estábamos a 50 metros de un techo. Luego le dijo a José Luis, uno de los muchachos que iba a asistirlo: “Dame el paraguas, yo voy caminando con el paragüitas, pero vos llevale estas flores a la virgen“. Se ocupó solo, con esa humildad que tenía y que tuvo hasta los últimos días de su vida. Este es el testimonio más fuerte que tengo de su persona, de su humildad, su bonhomía y sencillez.

–¿Cómo te enteraste de la noticia de su fallecimiento? ¿Te sorprendió?
–Me levanto siempre muy temprano, a eso de las seis de la mañana, y a las ocho conecto mi celular. Cuando lo prendí mi hijo ya me había enviado la noticia del fallecimiento de Francisco. Al principio me derrumbé porque no lo esperaba. Me sorprendí mucho, pero reaccioné enseguida y dije: no es un momento de tristeza, al contrario, tiene que ser de alegría ya que nace a la vida eterna. Él nos enseñó eso: la vida no termina en este mundo, sino que cuando nos vamos renacemos a la vida eterna.
–¿Qué significó Francisco en tu vida?
–Muchísimo, porque fue un pastor inolvidable. Jorge Bergoglio nos dijo una frase tremenda que me quedó grabada: “Quiero que mis pastores tengan olor a oveja“. Es decir, él bajaba a pastorear al lado nuestro, caminaba con nosotros, no estaba solamente en el púlpito diciendo sermones. Acá, en el barrio, frente a la villa 1-11-14, lo hacía permanentemente y en la ciudad deportiva también.
–¿Cuál es su legado?
–El papa Francisco deja el legado de la humildad y del trabajo porque él era un trabajador incansable, desde que se recibió de técnico químico en un colegio industrial y después estudió cuatro o cinco idiomas: francés, alemán, italiano y latín… estudió toda su vida. Recibido en Teología y Filosofía, increíble. Su actividad pastoral y con los jesuitas también fue grandiosa. Además, destaco que siempre me llegó lo que él predicaba, y eso es un legado súper importante.

–¿Cómo lo homenajeaste en estos días de duelo?
–Estoy en la capilla de San Lorenzo de Almagro a partir de las 9.30 y hasta las 19. Está abierta para que puedan venir a dejar ofrendas y, aparte, estoy atendiendo a los medios nacionales e internacionales que han venido a entrevistarme y mostrar el lugar.
–¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él?
–Hablé antes de que asumiera como papa y después la comunicación la tenía con los sacerdotes que visitaban la capilla. Yo le mandaba escritos y él los recibía. Después, cuando ellos venían nos transmitían los sentimientos del Papa. Una vez le envié, a través de un sacerdote amigo, un pequeño tabloncito del estadio de Avenida La Plata. La otra mitad la tengo como base de la Virgen Desatanudos que él había entornillado en la iglesia de Balvanera.