Por Josefina Girotti y Faustina Ganin

En 2004, Bergoglio nombró al abogado y seminarista Esteban Costanzo en la Conferencia Episcopal Argentina, la casa de todos los obispos del país. En el segundo piso del episcopado funciona el Tribunal Eclesiástico Nacional, donde Costanzo comenzó a trabajar a sus 24 años, luego de estudiar y volcarse al derecho canónico.

En el tribunal, a la hora de resolver asuntos judiciales dentro de la Iglesia, Bergoglio y Costanzo compartían charlas con un té negro con pedacitos de naranja de por medio y rezaban frente a una cruz que lo acompaña hasta el día de hoy. Aquellos momentos quedaron en la memoria del seminarista y el sello de Bergoglio marcó su camino de fe para siempre.

-¿Cómo fueron tus comienzos en el episcopado? ¿Qué recordás de esos días trabajando con Bergoglio?
-A mis 24 años, Bergoglio puso su firma como arzobispo de Buenos Aires y me nombró en el Tribunal. Para mí fue un trabajo súper hermoso donde pude no sólo desarrollar una función judicial, sino también encontrarme con un montón de personas que sufren y poder solucionarles sus problemas, especialmente las unidades de matrimonio. El sacramento del matrimonio hace que puedas encontrar en el otro un par; si eso no pasa, la Iglesia te acompaña. Así, te sacás un peso de encima, es como la confesión. El papa Francisco siempre nos dijo lo mismo: ‘Faciliten los sacramentos, no se transformen en aduanas’. Yo estoy súper contento de haber trabajado con él, para mí fue un regalo.

-¿Cómo era Bergoglio en su rol de arzobispo?
-Sí tengo que ser sincero, nunca lo vi sonreír en Argentina, siempre tenía una cara seria, pero eso no quita que no tuviera un corazón abierto. Vi a una persona que estaba al servicio de Dios, que te escuchaba y que te daba su tiempo, así como también ejercía su autoridad con respeto, amor y cariño. Además, cuando le mandabas una cartita él te contestaba. Y no lo hacía con algo impreso, sino con algo escrito en puño y letra. Él te contestaba con esa letra chiquitita que tenía y le decía a su secretario privado: ‘Envía esto’. Ellos escaneaban y te mandaban, y vos no lo podías creer porque decías: ‘Me escribió el Papa’. Esa humildad es algo que lo caracterizaba y por lo que la gente siempre estuvo muy agradecida.

-¿Cambió su forma de ser al momento de ser elegido como Papa?
-Cuando lo eligieron, lo empezamos a conocer como un pastor de la Iglesia universal. No es fácil renunciar a uno mismo por amor a la Iglesia y ser la persona más visible del cristianismo en el mundo. Él tenía su cosa particular: salía a la calle, te hacía correr a los guardias de seguridad, porque a él siempre le gustó estar al lado de la gente y no lo hizo sólo porque fuera Papa. Viajaba en subte, en tren, en colectivo, la gente lo veía y era palpable, te lo podías encontrar en cualquier lado. Francisco era una persona inteligentísima: cuando vos ibas, él ya había ido y venido diez veces. Que lo hayan nombrado Papa fue una gran oportunidad para demostrar lo que los argentinos somos capaces de hacer a nivel mundial. Creo que Francisco ha sido una gran ventana por la que muchas personas aprendieron a ver a la Argentina.

-¿Te acordás qué estabas haciendo el 13 de marzo de 2013, en el momento en que anunciaron a Bergoglio como Papa?
-Sí, estábamos dictando una sentencia penal en el Tribunal y golpearon la puerta, cosa que nunca se hace. Entraron y dijeron: fumata bianca. Por supuesto se suspendieron todas las actividades y en la pantalla de la sentencia pusimos un canal de televisión. Cuando dijeron Georgius Marius se nos erizó la piel y dijimos: es él. Cuando dijeron Bergoglio fue mucha emoción, porque no me lo imaginaba. Cuando llegué a mi oficina llamaron de Bogotá, de Nueva York y de Australia. Ahí tomé conciencia y dimensión: en mi vida me habían llamado de Australia. Después, rezábamos por él todos los días, el famoso “recen por mí” de Francisco. Él también tenía días difíciles, tenía reuniones de diez minutos con jefes de Estado y hay que tener mucha cabeza para manejar eso, es mucha presión.

¿Hay alguna frase de Francisco que te haya marcado?
-La que más me gustó fue la que dijo en la Jornada Mundial para la Juventud: una Iglesia para todos. Sueño con una Iglesia para todos, donde todo el mundo pueda entrar y sentirse cómodo, eso es lo que más me gustaría. A él le gustaba mucho decir: “Quiero una Iglesia pobre para los pobres“. Pobre no es solamente el que no tiene bienes materiales, podés tener muchas cosas y dinero pero estar solo y pobre. Eso se da mucho.