Por Francisco Sciaky

El expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica murió este martes a los 89 años, tras una prolongada enfermedad. La noticia fue confirmada por el actual presidente Yamandú Orsi, quien expresó en redes sociales: “Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”.

Mujica había sido diagnosticado con cáncer de esófago a fines de abril de 2024. Si bien había iniciado sesiones diarias de radioterapia, el tratamiento trajo complicaciones adicionales, sumadas a una patología renal crónica que lo acompañaba desde hacía años. Estaba internado bajo cuidados paliativos en Montevideo.

Nacido el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, Mujica inició su militancia política en el Partido Nacional, pero pronto se radicalizó. En los años 60 se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una organización guerrillera de inspiración marxista y guevarista. Su actividad lo llevó a la clandestinidad y luego a la cárcel.

Pasó casi 15 años preso durante la dictadura militar uruguaya (1973-1985), muchos de ellos en condiciones infrahumanas: aislamiento, encierro en aljibes y tortura. En su libro “Una oveja negra al poder”, Mujica contó que en su celda llegó a hablar con las ranas para no volverse loco.

Tras recuperar la libertad con la vuelta de la democracia, Mujica dejó las armas pero no sus convicciones. Fue uno de los fundadores del Movimiento de Participación Popular (MPP), parte del Frente Amplio, y logró una fuerte conexión con el electorado desde su estilo directo, llano y sin maquillaje.

Fue electo diputado, senador, y en 2005 ocupó el cargo de ministro de Ganadería. En 2009, con 74 años, ganó las elecciones presidenciales y gobernó Uruguay entre 2010 y 2015. Durante su gestión se legalizó el aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana, en lo que fue una de las agendas sociales más avanzadas de la región.

Pero su figura trascendió por algo más difícil de explicar en números: vivió siempre en su modesta chacra, donaba gran parte de su salario y conducía un viejo Volkswagen escarabajo. Se negó a mudarse a la residencia presidencial. “No soy pobre, soy sobrio”, dijo más de una vez.

Fue esa coherencia entre discurso y acción lo que lo convirtió en una figura admirada en todo el mundo, incluso por sectores alejados de su ideología. Pronunció discursos ante la ONU y foros internacionales donde criticó el consumismo, defendió la vida simple y llamó a una “ética del sentido común”.

Dejó una colección de frases inolvidables, que resumían su mirada humanista: “No es bonito legalizar la marihuana, pero peor es regalar gente al narco”, “La libertad es tener tiempo para hacer las cosas que a uno lo motivan”, “Este mundo está loco si le sorprende que yo viva con lo justo. Lo anormal es lo otro” y “Todo lo que nace, nace para morirse. Y yo ya estoy viviendo gratis”.

Pepe Mujica se despidió del Senado en 2020 con un discurso en el que confesó estar “cansado del largo viaje” de la política, pero fiel a su estilo, cerró con una advertencia: “En la política no hay sucesores. Hay causas. Y los hombres pasamos. Las causas quedan.”

Uruguay y América Latina lo despiden como a un referente moral, un símbolo de resistencia y un presidente que supo ser distinto.