Por Martina Basilio

En 2002 el diario estadounidense The Boston Globe publicó una investigación sobre casos de abuso sexual de niños cometidos por curas católicos de la Iglesia de Massachusetts. Las autoridades eclesiásticas sabían lo que sucedía y lo encubrieron durante décadas. El equipo periodístico ganó el Pulitzer y años después se hizo la adaptación para una película, Spotlight, ganadora del Oscar.

Los altos mandos de la Arquidiócesis de Boston estaban al tanto de lo que sucedía con ciertos sacerdotes y, en vez de castigarlos, los cambiaban de parroquia para evitar escándalos. Los enviaban a centros de rehabilitación para después reincorporarlos en sus tareas. El caso con más resonancia fue el del sacerdote John Geoghan, quien abusó sexualmente de 130 chicos entre 1962 y 1995, en diferentes parroquias. Fue condenado a diez años de prisión por violar a un niño en una piscina, luego de que la investigación saliera a la luz.  

Su historial de abusos empezó en 1962 en el Santísimo Sacramento de Saugus, un pueblo de Massachusetts. Siguió en 1966 cuando lo asignaron en una parroquia de Concord, Saint Bernard’s, donde estuvo siete meses. Existen acusaciones de que Geoghan volvió a abusar de niños en la parroquia vecina de Saint Paul’s, Hingham, entre 1967 y 1974.

El siguiente destino del párroco fue Saint Andrews, en el barrio de Jamaica Plain, donde estuvo desde 1974 hasta 1980. Las víctimas fueron siete niños que estaban en una misma casa. Geoghan les practicaba sexo oral y otras aberraciones, cuando los niños estaban en sus dormitorios. Cuando la persona a cargo de los menores se enteró de lo que sucedía, lo denunció ante un reverendo del lugar. 

Después de ese episodio, Geoghan estuvo un año de baja por enfermedad, sometido a un tratamiento pero viviendo con su familia. En febrero de 1981, fue enviado a una parroquia en el vecindario de Dorchester, donde quien estaba a cargo no conocía su historial. Con el tiempo el párroco del lugar comenzó a enterarse de acusaciones por abuso sexual durante su estancia ahí y en 1984 fue destituido y enviado a Saint Julia’s, en Weston. 

El cardenal a cargo de la Arquidiócesis de Boston, Bernard Law, recibió una carta ese mismo año de parte de uno de los obispos que se refería a los abusos infantiles de los que se acusaba a Geoghan. El autor de la carta advertía sobre el riesgo que significaba esa presencia en la nueva parroquia, pero la denuncia fue ignorada para evitar el escándalo. La semana siguiente dos médicos lo autorizaron porque creían que los abusadores de niños podían curarse, aunque otros especialistas habían dicho que no. 

John Geoghan, en sus dos primeros años allí, estuvo a cargo de distintos grupos de jóvenes, incluyendo los monaguillos y la educación religiosa en las escuelas públicas. En 1989 fue obligado por segunda vez a tomarse licencia por enfermedad luego de que salieran a la luz más testimonios en su contra. Pasó unos meses en instituciones dedicadas a “rehabilitar” sacerdotes abusadores. Cuando salió, la Arquidiócesis lo devolvió al mismo lugar donde estaba antes, hasta que en 1993 fue retirado porque siguió abusando de los niños. 

A pesar de ser retirado de esa parroquia y reubicado en un hogar para sacerdotes jubilados, eso no le impidió a Geoghan seguir buscando víctimas, por lo que en 1998 la Iglesia decidió expulsarlo. Un año antes, la institución tuvo que comenzar a hacerse cargo de las demandas que tenía el ex integrante del clero de Boston. Algunas causas se resolvieron pagando más de diez millones de dólares. Fueron compensadas económicamente 127 víctimas y 86 casos se cerraron luego de un acuerdo extrajudicial entre el abogado de las víctimas y la Arquidiócesis. En otros 41 casos hubo indemnizaciones. En dos se retiraron los cargos por haber prescripto y en uno fue condenado en 2002 a diez años de cárcel. Estuvo poco tiempo preso porque al año siguiente fue asesinado por otro recluso en la prisión de Shirley, Massachusetts.