Por Renata Salem
La reconocida banda británica de rock The Cure se presentó el pasado 20 de junio en el Madison Square Garden, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Robert Smith (cantante principal), Reeves Gabrel (guitarrista), Simon Gallup (bajista), Roger O’Donnell (tecladista) y Jason Cooper (baterista) protagonizaron una gran noche en el centro de Manhattan, en el marco de su nueva gira “Shows of a Lost World Tour”, que llegará a Buenos Aires el 25 y 26 de noviembre próximos como parte del festival Primavera Sound. Los fanáticos argentinos pudieron ver a la banda por última vez hace diez años, el 12 de abril de 2013, cuando se presentaron en el estadio de River Plate.
La primera noche de la banda en el Madison Square Garden arrancó con entradas agotadas; luego le esperaban dos fechas consecutivas más. Las puertas se abrieron a las 19 y los fans comenzaron a entrar lentamente, cada uno por su ingreso correspondiente. Dentro del edificio podía comprarse merchandising, comida y bebida. Mientras los fanáticos seguían ingresando al estadio, la banda telonera The Twilight Sad comenzó a las 20 con su show, que duraría aproximadamente una hora. Alrededor de las 21.15, con el estadio lleno, se apagaron las luces y The Cure apareció sobre el escenario.
Las primeras canciones en sonar fueron “Alone” y “Endsong”, dos lanzamientos recientes que se supone formarán parte del demorado nuevo disco de la banda. El público se mantuvo expectante hasta que sonaron reconocidos clásicos como “Lovesong”, “Just Like Heaven” y “Fridays I’m In Love”. El repertorio elegido para el show contó también con canciones como “Lullaby” y “Six Different Ways”.
El público fue muy variado, desde niños y adolescentes de entre 15 y 18 años hasta adultos de entre 50 y 80 años, algunos acompañados de sus hijos y otros con sus parejas. Se notó una emoción especial en los fanáticos contemporáneos a la creación de la banda: muchos lucían atuendos góticos y extravagantes, acompañando el estilo dark de la banda. A sus 64 años, Robert Smith demostró que mantiene su esencia: cantó y bailó cada canción e interactuó con el público al igual que en los viejos tiempos.
A la medianoche sonó el último tema, “Boys Don’t Cry”, después de aproximadamente 2 horas y 45 minutos de un show que contó con efectos especiales de luces y pantallas, y el Madison Square Garden se colmó de gritos, llantos y bailes.
Edición: Maitena Luquet