Por Nicole De Santo
Presentado en agosto de 1988 por el ministro de Economía Juan Vital Sourrouille, el Plan Primavera paralizaba las negociaciones con los sindicatos y el congelamiento de los salarios de los empleados estatales. Las consecuencias fueron inmediatas: el consumo interno se redujo al mínimo, las empresas transformaron sus dólares en australes para beneficiarse con una tasa de interés que duplicaba a la de la inflación y en sólo dos meses ingresaron al país unos 2.000 millones de dólares de capitales llamados “golondrina”.
La medida fue el control de costos para estabilizar los precios. Así, se convalidaron los aumentos a julio de 1988 y se congelaron los valores al 2 de agosto. Además, se autorizaron alzas de 1,5% en la segunda quincena de agosto y 3,5% en septiembre. Se aplicó una suba de las tarifas de los servicios públicos de 30%.
El Plan Primavera fracasó ya que el Banco Central comenzó a licitar dólares en el mercado financiero. Las medidas habían tenido cierto éxito inicial, ya que en diciembre la inflación se mantuvo en un dígito, pero el plan presentaba dos fuertes debilidades: la escasez de divisas y la incertidumbre política generada por las inminentes elecciones.
En enero de 1989 el índice de precios al consumidor tuvo un incremento del 8.9% mensual, pero pasó al 33.4% en el mes de abril, con un acumulado hasta ese mes del 86.2% en el mismo 1989. Un mes después, en mayo, se registraba el que por entonces era el mayor índice de inflación de la historia argentina, con un 78,5% mensual.