Por María Florencia Quarenta @nomaderev
En 1971, el cardiocirujano René Favaloro regresaba a Buenos Aires. Había estado trabajando en la Cleveland Clinic de Ohio. Su revolucionaria técnica del bypass coronario le trajo reconocimiento mundial y numerosas ofertas de trabajo que rechazó para crear un centro de asistencia médica en su país natal. Cuatro años más tarde, la Fundación Favaloro para la Docencia y la Investigación Médica cambiaría la historia de la medicina argentina al combinar la ciencia con la calidez humana de su fundador.
“El aporte más significativo de Favaloro fue la cirugía de bypass, la primera alternativa terapéutica que cambió radicalmente el pronóstico de la enfermedad coronaria y que abrió las puertas a otros procedimientos”, señala Pablo Stutzbach, director del Instituto Cardiovascular San Isidro y miembro de la Sociedad Argentina de Cardiología.
El trabajo de Favaloro tuvo un gran impacto en el ámbito social. Soraya Kerbager, coordinadora del área de Rehabilitación Cardiovascular de la Fundación que lleva el nombre del reconocido cirujano, habló del “creador de la medicina social”. En ese sentido, destacó que lo hizo “desde sus primeros trabajos como médico rural en Jacinto Aráuz (provincia de La Pampa) hasta los grandes aportes al país a través de sus institutos, como la Fundación -su gran sueño-, donde plasmó lo institucional, lo profesional y lo humano”.
Según Stutzbach, Favaloro -que estaba en su mejor momento profesional y económico- volvió al país en un marco político complejo pero decidido a cambiar la cardiología local. Así nació la Fundación. “Era un centro de excelencia en tecnología mundial donde el 30 por ciento de las cirugías se hacían a personas indigentes, a raíz de un convenio con el entonces Ministerio de Acción Social. Un paciente sin recursos de cualquier provincia recibía la misma atención que uno con obra social o prepaga”, remarca.
La docencia y la investigación son parte del legado de Favaloro. En 1980, creó el Laboratorio de Investigación Básica que dependía del Departamento de Investigación y Docencia de la Fundación. “El financiamiento salía de su propio bolsillo. Muchos hablan de los pobres, pero en René sí había coherencia entre sus dichos y sus acciones”, recordó Stutzbach.
Según Kerbager, en la Universidad Favaloro -otro de los grandes proyectos del cirujano, que llevó a cabo en 1992- los alumnos no solo se forman profesionalmente, sino que también reciben el mensaje de su fundador: “Pensar en el paciente, en el ser humano”.
Además de sus aportes científicos, Favaloro contribuyó a la sociedad argentina con su mirada humanista. Ya en 1996 se pronunciaba a favor de la legalización del aborto. “Legalizar no quiere decir que estamos autorizando a que todo el mundo se haga un aborto, sino que la pobre desgraciadita que no tiene ningún recurso no caiga en ese trasmundo horroroso que la puede llevar a la muerte”, dijo el cirujano en la entrevista realizada por la periodista y hoy directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado, Norma Morandini.
“La moral y las relaciones con Dios no se debaten públicamente. El aborto siempre fue una cuestión de salud pública, y Favaloro era un médico que conocía bien lo público. Por eso sus palabras tienen autoridad”, opina Morandini. Y agregó: “Los temas profundos no pierden vigencia. Después de tantos años, habla mal de nosotros como sociedad porque vamos postergando temas que son esenciales y que debe resolver la política”.
Morandini recuerda que tuvo que esperar un largo tiempo para poder hacer esa entrevista. “Favaloro terminaba de operar. Siempre se dice que la prensa está por encima de todo, pero antes de recibirme, habló con los familiares del paciente que había operado ese día. Siempre era así. Me sentí gratificada al ver a alguien que tenía pacientes y no clientes. Son gestos que demuestran lo que fue como persona, como médico y como argentino”, concluye.