Por Victoria Dorfman, Álvaro San Martín y Heberth Ochoa

“Hay normas internacionales que rigen los niveles de ruido tolerables en distintos lugares según el tiempo de permanencia. El umbral en ambientes laborales es de 80 decibeles, todo lo que está por encima se considera perjudicial y hay que usar medidas de protección”, explica Federico Di Lella, jefe del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Italiano.

Al igual que otras formas de contaminación, las causas y consecuencias del ruido varían, pero en muchos casos pueden prevenirse. La contaminación sonora, originada por vibraciones acústicas intensas, es un problema ambiental que afecta tanto a las personas como a los ecosistemas. Aunque a menudo se la subestima por su carácter temporal y no acumulativo, sus efectos pueden ser profundamente perjudiciales para la salud y el bienestar.

Las principales fuentes de este tipo de contaminación provienen de actividades relacionadas con la industria y el transporte, como grandes maquinarias en fábricas, construcciones, demoliciones y explosiones; al igual que los vehículos automotores, el tráfico aéreo, trenes y estaciones de autobuses. Incluso existen actividades que parecen más inofensivas, como conciertos, eventos deportivos y espectáculos masivos, pero que contribuyen al problema.

Di Lella explica que existen dos tipos de daño: “Uno directo sobre el sistema auditivo, que puede ser permanente, un desgarro de la membrana timpánica o una luxación de la cadena de los huesecillos, producidos por sonidos intensos como una explosión. Y el otro gran impacto es que afecta el nivel de estrés en la población. Hay más agresividad en las personas y las vuelve más irritables, ya que produce alteraciones hormonales, de sueño y del ritmo cardíaco”.

A pesar de que el sonido no se acumula ni persiste en el ambiente, como sí ocurre con otros contaminantes, la exposición constante al ruido tiene un impacto inmediato en la calidad de vida. Los efectos más comunes incluyen desde la pérdida auditiva hasta la interferencia en la comunicación, así como problemas fisiológicos y psicológicos no solo en los humanos, sino también en otras especies que habitan las ciudades y sus alrededores.

LA HORA SILENCIOSA

Desde 2020 se ha implementado “la hora silenciosa” en algunos supermercados y negocios del mundo, con el fin de que las personas con trastorno del espectro autista puedan concurrir a lugares donde generalmente la invasión sonora es excesiva. Se trata de reducir los niveles de ruido para aumentar los espacios de inclusión. Son 60 minutos en los que se desconecta la música funcional y no hay mensajes por altavoces, se disminuye el sonido de las cajas y se minimiza la realización de tareas consideradas sensibles desde el punto de vista sensorial.

En la ciudad de Buenos Aires funciona la Agencia de Protección Ambiental, que creó el primer mapa de ruido, que permitió conocer y estudiar las zonas de gran impacto acústico. Estos mapas son representaciones gráficas de la situación acústica ambiental existente o pronosticada en una determinada zona y durante un determinado período de tiempo, basadas en índices acústicos legalmente establecidos. A partir de estos diagnósticos se pueden elaborar algunas reglamentaciones y políticas que permitan minimizar las emisiones sonoras que afectan la salud física y psicológica de los ciudadanos.

EL RUIDO DE LOS MOTORES

Otra de las causas de contaminación sonora son los ruidos de motores y escapes. Las carreras de automovilismo, en las que compiten entre veinte y cincuenta vehículos, generan más de 140 decibeles constantes, que afectan al público y resuenan en los alrededores de los autódromos. El periodista Diego Durruty, del medio especializado Automundo, explica que, “para aislar y disminuir los decibeles, se suelen agregar paneles acústicos a los autódromos y edificios de alrededor, algo muy costoso y que acá solo se aplica en lugares muy habitados, pero en el resto del mundo está en todos los autódromos importantes”.

Durruty menciona el caso del circuito de Potrero de los Funes de la provincia de San Luis, que supo recibir a las categorías nacionales más importantes y se usó por última vez en 2018. Hoy está siendo desmantelado, una decisión impulsada en gran parte por las consecuencias del ruido en el pueblo vecino. “El circuito rodeaba el pueblo, y eso molestaba a los habitantes. Principalmente fue clausurado por inseguro, pero nadie estaba conforme con que las carreras pasaran al lado de las casas”, afirma.

El Súper TC2000 corrió en la avenida 9 de Julio en 2012.

El periodista recuerda lo ocurrido en 2012 con el Súper TC2000, que disputó una fecha en un circuito callejero armado en plena 9 de Julio. “La contaminación sonora fue protagonista. Antes de la carrera se temía que los vecinos sufrieran daños físicos graves por el ruido de los motores V 8, que superaban los 150 decibeles, y que las estructuras antiguas del casco histórico se dañaran por lo mismo”.

Los pilotos e ingenieros que participan en estas competencias implementan medidas para protegerse, como el uso de auriculares con protección auditiva. El otorrinolaringólogo Di Lella afirma que “una medida es disminuir el tiempo de exposición al ruido o recortar la jornada laboral” y que “los protectores más modernos son auriculares activos que cancelan el ruido ambiente con un mecanismo electrónico”.