Por Juan Gómez Tiutiunnyk, Micaela Maldonado, Ian Tkaczek
Las pintadas políticas en muros o paredes fue una actividad política propia de la militancia que tuvo protagonismo hasta la década de los 90, cuando Internet y las redes sociales no eran el principal canal de campaña como lo son hoy. En un contexto en el que los políticos se adaptan a la coyuntura para realizar campaña y llegar a la mayor cantidad de electores posibles, redes sociales como Twitter e Instagram son los espacios en los que hacen la mayor apuesta propagandística. Incluso anuncian sus candidaturas y decisiones políticas.
Ante este cambio de paradigma en las formas de comunicación, las pintadas políticas parecen una estrategia de campaña un tanto lejana y abandonada. Pero no sólo las redes sociales parecen haber terminado con las pintadas: el mayor control del espacio público y la toma de conciencia sobre el cuidado del medio ambiente también influyeron sobre la disminución de otra de las actividades, como la cartelería.
A pesar de que existen regulaciones que prohíben las pintadas –como el Artículo 80 del Código Contravencional de Buenos Aires, que pena económicamente a quien mancha o ensucia por cualquier medio bienes de propiedad pública o privada y la Ley N° 2.936, que regula las condiciones de la actividad publicitaria exterior con el fin de proteger, promover y mejorar los valores del paisaje urbano y de la imagen de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires–, esta actividad sigue desarrollándose, en menor medida, sin controles ni sanciones.
Las fuerzas políticas continúan disputándose cada hueco de paredón disponible y “ganar la calle”.
El equipo de los “pinta muros” está compuesto por un chofer, blanqueadores y letristas. Trabajan de noche y recorren los barrios para los que fueron contratados. No se necesita más que un tacho de cal, pintura, una brocha y una buena mano que actúe con rapidez. Los paredones más extensos, como los largos de Wilde en Avellaneda, se pintan en menos de cinco minutos. Si hay algo imprescindible en esta actividad, es hacer rápido el trabajo: llegar primeros al muro, blanquear y pintar. Firmar e ir por otro hueco más de pared. Un militante solía tardar media hora en hacer el trabajo, hasta que aparecieron los grupos que marcaron un estilo: Los Supersónicos peronistas, Los Chompa radicales y los 4 Fantásticos. Íconos y percusores en este arte y método de trabajo. Cada grupo tenía su propia tipografía distintiva. Son quienes hicieron de las pintadas políticas su trabajo y hasta forma de vida.
En tiempos donde la inmediatez de las redes sociales nos invade cotidianamente, “la calle” elige seguir hablando: los muros de los costados de la subida de la Avenida 9 de Julio hacia la autopista 25 de Mayo, el barrio porteño de Caballito y Avellaneda en el Conurbano sur, son lugares en los que hoy son visibles las pintadas políticas.