Por Agustina Páez de la Torre
Si bien Gisela Medrano cuenta con experiencia en investigación clínica, porque alguna vez se desempeñó como médica en la industria farmacéutica, hoy trabaja de forma particular y en contacto directo con los pacientes a través de una visión integrativa de la medicina, que concibe a la persona como un todo y no se enfoca únicamente en los síntomas por los cuales un paciente llega a su consultorio.
Especializada en nutrición, medicina interna y terapia cannábica, Medrano tiene como objetivo claro que cada paciente se sienta bien de manera integral, atacando cada uno de los síntomas a través de una buena alimentación y con el aceite de cannabis como aliado incuestionable. “La experiencia que fui teniendo en éstos últimos dos años en cuanto al cannabis medicinal fue increíble, tanto en las personas que me venían a pedir ayuda, como en las cosas que se fueron investigando y saliendo a la luz”, dice.
Antes de adentrarse en el universo de la marihuana medicinal, Medrano no sabía casi nada sobre los beneficios de esta planta. No obstante, la dura enfermedad de su padre, que tenía cáncer de estómago avanzado y metástasis, le presentó un mundo fascinante a partir de los resultados que vivenció en él cuando incorporó cannabis: “Aunque no pudimos retroceder la enfermedad porque ya estaba súper avanzada, murió sin dolor y dignamente, con una despedida súper linda; eso se lo permitió el aceite”, cuenta.
A partir de ese momento, comenzó a leer e investigar a nivel científico acerca de las propiedades, beneficios y mecanismos de acción de la planta de marihuana y en 2018 realizó un posgrado en terapia cannábica en la Universidad de La Plata. Aunque todavía queda mucho por recorrer en cuanto a investigación, la nueva reglamentación de la Ley 27.350, que permite el autocultivo y el expendio de aceite de cannabis en farmacias, representa un paso fundamental en el camino hacia un mayor conocimiento de esta medicina ancestral de la que, hasta ahora, se conoce poco.
—Aunque vivimos en una sociedad que es cada vez más consciente acerca de los beneficios terapéuticos de la planta de marihuana, la investigación sigue siendo pobre y un gran sector de la medicina se opone a su uso. ¿Cuáles crees que son los motivos que, de alguna manera, frenan el avance en esta materia?
—Un poco el librito de los médicos que no están en el tema, y que ponen como excusa para no formarse, es que todavía no hay medicina basada en evidencia que afirme que el cannabis es bueno para determinada patología. Por lo tanto, están esperando que algún centro de investigación dé lugar a un ensayo clínico multisistémico, internacional y de miles de pacientes, pero no lo va a haber por ahora. La razón, básicamente, es que se necesitan millones de dólares para llevarlo a cabo y eso lo pone la industria farmacéutica. El interés es puramente económico: lo van a hacer en la medida en que puedan patentar una molécula sintética; sin embargo, en este caso, no se puede patentar una planta ya que es natural y nos la da la naturaleza. Lo que sí tenemos son muchos estudios de investigadores independientes, pero la falencia, en esos casos, es que se ocupan de determinada patología y abarcan únicamente a una población específica. Es por esto que necesitamos urgentemente más investigación y más amplia, que abarque a una mayor cantidad de personas y a un grado más alto de enfermedades y patologías. No es lo mismo hablar de cannabis medicinal en fibromialgia, que en Parkinson: no puedo mezclar la misma fórmula para ambas enfermedades, se necesitan dos diferentes.
—Dado que la composición, dilución y dosis del aceite es muy específica para cada paciente dependiendo de sus síntomas y características, ¿qué sucede, por ejemplo, con el que se podrá vender en farmacias y que, probablemente, no poseerá las propiedades que cada persona precisa?
—Estandarizar un producto no está mal, pero vamos a necesitar un montón de fórmulas estandarizadas. Tendría que haber, por lo menos, tres: una que contenga más CBD que THC -dos de los principios activos que tiene la planta-, otra a la inversa, y una última de iguales proporciones. Sin embargo, de esas fórmulas, habrá que ver qué cantidad y potencia tienen, por lo que conocer su dilución será fundamental. A un niño que empieza con cannabis por convulsiones, debido a epilepsia refractaria, no le voy a dar la misma fórmula ni la misma concentración que a una persona adulta con artrosis, hay que ir viendo cada caso en particular. Por supuesto que ya estamos un paso adelante al permitir comercializarlo y autocultivarlo, pero debería haber información del producto para que el médico tratante tenga conocimiento de cómo hicieron ese aceite, cuál es la empresa que lo vende y qué composición tiene. Es diferente, por ejemplo, dar un producto diluido en 10 mililitros de aceite de oliva, que será muy concentrado que en 90, que estará súper diluido. Los médicos que tratamos con esta terapia tenemos que analizar todas las variables para encontrar un preparado específico para cada paciente.
—Entonces, ¿cómo se llega a la fórmula adecuada?
—En primer lugar, tengo que ver si mi paciente consumió cannabis alguna vez, ya sea recreativo o medicinal. También preguntarle si probó antes con el aceite y cuál fue la fórmula que usó, para saber si resultó efectiva o no. De esta forma, comienzo indicando un aceite con una dilución alta y después lo voy concentrando cuando la persona, quizás, ya está tomando siete gotas, tres veces por día. En ese caso, el próximo preparado lo concentraré un poco más para que tenga que tomar menos cantidad. En cannabis, algo importantísimo es el concepto “de menos es más”: hay que empezar con una gotita y una dilución determinada, e ir probando. Como tiene una vida media en sangre de seis a ocho horas, muchas veces le voy a indicar al paciente que tome dos a tres veces por día, pero se empieza con una gota. Esta se pone debajo de la lengua, para que llegue más rápido a sangre, de ahí se metaboliza en el hígado y empieza a tener su mecanismo de acción. Este proceso, que va desde la composición y dilución, hasta encontrar la dosis adecuada, es artesanía pura. Para mí el cannabis es la medicina del futuro: una vez que entendés cómo funciona la planta podés ayudar en un montón de enfermedades crónicas y mejorar la vida de un sinfín de personas.