Por Yahel Piva

Más que volver a nacer, siento que me desperté a la vida, a quien soy, a lo que realmente importa” dice Pablo Pettinaroli recordando la noche del 30 de diciembre de 2004, cuando quedó en medio de un fuego imparable en el boliche República de Cromañón. Simpático, de buen humor, sociable y respetuoso, Pettinaroli, de 30 años, despierta todos los días sabiendo que tiene sueños por cumplir; sale a caminar o medita, se reúne a cenar con amigos, trabaja desde su casa para su propia agencia de marketing y vive cada día encontrándole la vuelta para que sea provechoso para él y para quienes lo rodean.

La noche previa al fin del año 2004 cambió rotundamente su vida. Había ido a ver a Callejeros junto a su hermana, Analía, y tres amigos. Los cinco estaban cerca del escenario, alejados de la puerta de salida, y cuando el boliche comenzó a incendiarse Pablo atinó a correr contra la pared. Es por eso que pudo esquivar a la mayoría de las personas y logró escapar. En medio de su desesperación por salir perdió una zapatilla, se clavó un vidrio en el pie, llegó a la calle y comenzó a vomitar. Luego se puso una remera mojada sobre la cara y volvió a entrar tres veces para sacar gente. Después todo resultó muy confuso y Pablo no puede recordar más, o prefiere no hacerlo.

El primer tiempo fue el más complicado: tuvo ataques de pánico que duraron seis años y renunció a dos trabajos que le exigían llegar a horario a expensas de viajar mal. Sobre todo porque desde aquel fatídico 30 de diciembre, Pablo dejó de viajar en subtes o colectivos que estén llenos. También dejó de ir a la cancha a ver a Boca Juniors pero eso no le quitó la pasión: cuando su equipo juega, cancela todos sus planes para alentar desde el sillón.

Cromañón no fue todo dolor. Cromañón no significó solo tristeza. Cromañón también le enseñó a vivir. Comenzó a valorar las cosas más lindas e importantes de la vida, aprendió a enfrentar los miedos y se volvió un estudioso del comportamiento humano. Forma parte de “No nos cuenten Cromañón”, un grupo de sobrevivientes de la tragedia que luchan por verdadera justicia y para que Cromañón no vuelva a ocurrir. “Ser miembro activo del grupo me permite devolver a la vida esta oportunidad que me dio, ayudando a personas que pasan por lo mismo”, cuenta.

Cuando habla del tema siente bronca, miedo e impotencia. Siente ganas de vivir para contar lo que pasó, para que nunca más vuelva a suceder. Siente ganas de que los medios informen en vez de transmitir un mensaje falaz sobre las culpabilidades de lo ocurrido. Pablo Pattinaroli siente y afirma que todos los Callejeros están libres de culpa y sus argumentos se basan en el primer juicio, cuando el Tribunal Oral Criminal Nº 24 dictaminó por unanimidad que los músicos eran inocentes ya que nada de los que se les imputaba podía probarse. Este fallo fue luego revocado por la Sala III de Casación, que condenó a la banda.

La tragedia que ocurrió hace diez años no fue el fin de los recitales para Pablo Pettinaroli, al contrario. Al mes de lo ocurrido fue a ver a Andrés Calamaro al Cosquín Rock junto a un amigo. Fue con el apoyo de sus padres, Alicia y Eduardo, porque sabía que si no iba enseguida después le resultaría más difícil enfrentarse a una situación que le recordaría constantemente que es “un sobreviviente”. Pablo considera que fue la mejor decisión que tomó en su vida ya que le sirvió para afrontar lo que venía después: los ataques de pánico, los miedos.

El recital de Calamaro, el apoyo de su familia, la terapia durante seis años, la Programación Neuro Lingüística (PNL), el nacimiento de su sobrina Malena Sol y el acompañamiento de su novia Antonella salvaron la vida de Pettinaroli. Cada nuevo día, cada instante y cada momento le devuelven la sonrisa, lo ayudan a buscar paz y justicia, lo incitan a cumplir sus sueños y le dan amor. Todo ese amor que hoy puede demostrar, todo ese amor con el que hoy puede enseñar, todo el amor gracias al cual hoy puede vivir.

Pablo es sobreviviente de Cromañón. Pablo tiene una historia para contar. Pablo tuvo una segunda oportunidad. El 30 de diciembre de 2004 Pablo Pettinaroli aprendió a vivir.