Por G. Díaz, J. Lozano, L. Minnozzi y M. F. Taccone
En el clásico libro “Calibán y la bruja”, de Silvia Federici, la autora cita la quema de brujas, herejes y sanadoras como una de las escenas preferidas de la iglesia para desprestigiar el valor femenino sobre los cuerpos y socavar la relación de amistad entre mujeres. La instituciones religiosas suelen estar relacionadas con las perspectivas más conservadoras. Pero en el último tiempo, muchas mujeres han comenzado a ocupar cargos importantes dentro de las iglesias y eso es señal de que, de alguna forma, la revolución feminista también ha llegado a este espacio. En esta nota, tres mujeres pastoras pertenecientes a distintas ramas del evangelismo (Metodismo, Luteranismo y Pentecostal) cuentan sus historias .
Gabriela Guerreros: entre Jesús, Marx y Pepa Gaitán
Antes de comenzar la entrevista, Gabriela Guerreros pide un café con leche con medialunas. Son las 11 de la mañana en un bar abarrotado de gente, por la zona Caballito. De fondo se escucha la voz estridente de una de las mozas, que aprovecha el espacio entre pedidos para conversar con sus compañeras. En 2016, y antes de que Gabriela se hiciera conocida por exponer a favor de la legalización del aborto en el Congreso, el suplemento “SOY” de Página 12 le dedicó un espacio. La autora del perfil, Adriana Carrasco, la sintetizó en tres figuras: “En ella conviven Jesús, Marx y Pepa Gaitán”.
Gabriela Guerreros, pastora de la iglesia pentecostal
Su papá, un pastor pentecostal, anotó a Gabriela en una escuela de monjas católicas. Las cosas no resultaron como esperaba, la nena se reveló contra el catolicismo y al poco tiempo resultó expulsada de la institución. La fascinación por la historia del éxodo de los esclavos hacia la tierra prometida pudo más que la imposición: Gabriela se hizo pastora pentecostal. De sus primeros años ejerciendo su oficio en La Matanza recuerda lo siguiente: “La situación era muy cruda, en la mayoría de las familias quienes salían a cartonear eran las mujeres. En este contexto, los pibitos eran la mano útil de la delincuencia. Todo el tiempo afrontábamos ese tipo de problemáticas”.
Desde el primer momento Gabriela entendió la importancia del compromiso social; sin embargo, el quiebre ocurrió cuando conoció a Lohana Berkins en medio del debate por el matrimonio igualitario y la identidad de género. Ese encuentro, en el cual la militante por los derechos de las personas trans planteó a la pastora sus inquietudes respecto de la espiritualidad, marcaría un antes y un después. Lohana era cristiana y fanática de la Virgen de Urkupiña. La mayoría de las iglesias le habían negado el acceso por ser una mujer trans. A partir de ese momento, Gabriela deconstruyó y desafió el conservadurismo de las otras iglesias pentecostales: su casa, Dimensión de Fe, bendice y celebra la unión de las parejas LGBT que así lo requieran.
“Dentro del movimiento pentecostal, el marxismo es visto como la herramienta del Diablo; también existe un marxismo dogmático en el que se dice que la religión no tiene nada que ver con la realidad sino que es considerada como un fetiche que adormece la conciencia. Al contrario de estas posturas, yo creo que Jesús era marxista y feminista“. Gabriela es una experta en poner la teoría en práctica, su discurso gira en torno a la reivindicación de los derechos de las masas populares. El 17 de abril de este año, en medio del debate por la legalización del aborto, su exposición a favor de la legalización tomó por sorpresa a todos: “Mi discurso fue el más político dentro de los sectores religiosos, aunque yo no tenía noción de eso. Pude hablar a un montón de compañeras. Se trató de una experiencia mística; fue la primera vez que, viniendo de un espacio religioso, nos trataron como pares”.
Entre sus referentes, cita a Rosa Luxemburgo, Ema Goldman y Frida Kahlo. También expresó su admiración por la política argentina Fanny Edelman: “Tuve la posibilidad de compartir un seminario sobre violencia de género con ella. Se trataba de una intelectual como pocas. Ella ya no está, pero la siento cerca cada vez que leo sus textos”.
Elsa Basualdo: entre la iglesia y el feminismo
“En la adolescencia, Jesús me gustaba y me atraía. Mi familia, sobre todo mis abuelos paternos, eran muy religiosos. Ellos me dieron el regalo de la fe. Antes de que mi abuelo falleciera, yo ya le había comunicado mi decisión de ser una de las primeras mujeres en ocupar el cargo de Sacerdote dentro de la religión Luterana. Creo que esa idea lo dejó irse en paz”, cuenta Elsa Basualdo. En 2003, con 31 años y un título de maestría en Teología otorgado por el Instituto Bíblico de Buenos Aires bajo el brazo, decidió iniciar el camino para convertirse en sacerdote: “Mi pastorado fue de tres años en Pilar, un año de práctica en Córdoba y dos años acá”.
En el 2000, y luego de una amplia formación académica, Juana Elvira Corigliano fue la primera mujer sacerdote de la Iglesia Luterana en la Argentina. Elsa explica que el movimiento luterano es cada vez más abarcativo y receptivo en cuanto a las mujeres: “Contamos con la adhesión de profesionales notables, como la médica Mercedes García Bachman. La modernidad trajo consigo el cuestionamiento acerca de los roles que puede o no ocupar una mujer, hace 100 años la posibilidad de que una mujer pudiese ser pastora era impensada. Creo que en el futuro cada vez más chicas querrán abocarse a la religión. El luteranismo –que surgió en Alemania en 1517 y en una primera instancia, según los planes de Martín Lutero, su fundador, no apuntaba a la creación de una iglesia como institución ni planteaba la filosofía como una enseñanza que derivara en una nueva denominación cristiana- va de la mano con la modernidad“.
Luego de ejercer en distintas localidades, la pastora optó por volver a su barrio de origen, Villa Ballester. Acerca del tipo de gente que asiste a la iglesia y la clase de problemáticas que se plantean, Elsa narra: “Los domingos es cuando más gente se acerca, concurren unas 200 familias. Nosotros les damos el espacio para que se sientan contenidas y no juzgadas. Constantemente nos enfrentamos al problema de las adicciones. En muchos casos, se trata de hombres y mujeres muy jóvenes provenientes de barrios humildes que, ante la desesperación, han caído en la droga. Es un error creer que nuestro trabajo consiste sólo en guiarlos espiritualmente, estamos en contacto con varios centros de salud y hacemos todo lo posible para que reciban el tratamiento adecuado“.
Varias pastoras pertenecientes al luteranismo, entre ellas Sonia Skupch (la presidenta de la Comisión Ecuménica de Iglesias Cristianas en la Argentina) se han manifestado a favor de la despenalización del aborto. Elsa comenta que en Villa Ballester no existen familias que no hayan tenido al menos un aborto clandestino: “En mis primeros años estaba en contra. Luego entendí que a pesar de que en mi fe no fuese correcto, es la realidad de muchas mujeres. No me siento cómoda dentro del feminismo porque entiendo que en muchos casos es un movimiento que se vuelve innecesariamente agresivo contra la religión; sin embargo, comparto la mayoría de las reivindicaciones”.
Natalia Costello: la vocación de ser maestra a través de la fe
Desde los diez años, Natalia Costello asistía a un espacio barrial organizado por la Iglesia Evangélica Metodista llamado La Horita Feliz. Allí, además de jugar con otros chicos, recibía lo que en un futuro sería la semilla de su vocación como pastora: un pequeño devocional con citas de La Biblia. Para ella, convertirse en pastora no fue un proceso lineal: “Comencé siendo presidenta de la Junta Metodista, luego trabajé como Maestra en la Escuela Bíblica, y un día sentí el llamado para seguir desarrollando mi vocación en un nivel mayor”.
Las palabras de Natalia ponen de relieve que la iglesia metodista no es ajena a la realidad de sus seguidores. Para ella, poder transformar la sociedad existente y poseer un alto grado de compromiso social es fundamental: “Como decía un cura, para poder seguir cambiando el mundo desde el amor y la reivindicación de los derechos humanos, es importante tener un pie en el barro y otro en el Evangelio. Ser una comunidad implica contener y liberar a las personas. No se trata de oprimirlas sino de dar a conocer a un dios que, más allá de la forma en que uno lo conciba, ama profundamente. Tenemos que transformar el mundo desde el amor que hemos recibido”.
En junio de 2011 la teóloga Nélida Ritchie fue electa como Obispa por la XVIII asamblea general de la Iglesia Evangélica Metodista. Fue la primera vez en más de cien años en que una mujer ocupó ese cargo. Algún tiempo después, varias otras mujeres optaron por seguir su ejemplo. Acerca del rol femenino dentro del metodismo, Natalia comenta: “No somos demasiadas, pero a pesar de eso tenemos la misma formación que un hombre, y podemos ocupar los mismos cargos. Estamos en igualdad de condiciones”.
Uno de los sectores más criticados por el feminismo es la iglesia en tanto institución formadora de un paradigma ético. La disputa por la soberanía de los cuerpos femeninos en contraposición a las visiones más conservadoras está presente en todas las marchas y discursos. Sin embargo, Costello considera que estos dos polos, que en primera instancia aparentan ser opuestos, pueden coincidir e incluso ser inherentes entre sí: “Creo que uno de los primeros feministas fue Jesucristo. Él fue capaz de poner sobre la mesa la opresión de las mujeres. Hay que pensar que María, antes de ser virgen y escultura en una iglesia, fue una mujer revolucionaria que sostuvo una comunidad, y como ella hubo muchísimas otras mujeres”.