Por Candela Blanco
¿Qué es La Bomba de Tiempo? Podría decirse que es un show de percusión en el que un grupo de excelentes músicos improvisan en escena al compás de la energía del público, todos los lunes desde 2006 en Ciudad Cultural Konex, en el barrio porteño del Abasto. Y sería correcto. Pero insuficiente. Porque algo más tiene que haber para que sea el espectáculo más convocante de Buenos Aires. Algún secreto debe esconder para que el público proveniente de todas partes del mundo lo describa como “la mejor fiesta de Capital Federal”.
Las puertas se abren a las 19, y de manera paulatina pero constante el público va cayendo al baile. La espera es ideal para entrar en clima con los metegoles y flippers del Salón de Las Columnas o en las dos barras con una amplia oferta de tragos. Desde allí van saliendo las primeras cervezas, la bebida estrella de la noche, servidas en vasos de medio o un litro. Ahí quizás radica uno de los factores que hacen de este evento algo tan masivo: los precios son razonables.
Los minutos pasan y, casi sin notarlo, el patio sobre el que poco a poco fue cayendo la noche y que al principio parecía difícil de llenar, colapsa. Hasta Kevin Johansen, que interpretó hace un par de años “Near The Drums”, el primer single de la banda en su exploración del formato canción, dijo presente camuflado entre los anónimos.
Los primeros sonidos de los tambores, anunciados para las 20, empiezan con una puntualidad que en Argentina es difícil de lograr. A lo mejor es por la enorme cantidad de turistas que llegan hasta el Konex por recomendaciones de amigos. Así lo expresa, en un portuñol rarísimo, un francés de unos llamativos ojos claros: “Mi compañero de piso me dijo que no podía dejar de venir, es increíble”. A juzgar por su excitación, la realidad superó cualquier expectativa.
Cuando los primeros redoblantes empiezan a sonar, aunque el público hable en otra lengua, la música se convierte en el idioma universal. Es en ese instante cuando los más de dos mil espectadores se sienten atravesados por el ritmo carnavalero, cuando la magia sucede y se puede entender un poco más de este clásico antilunes que supo establecerse en la escena cultural porteña.
“Hay mucho personaje acá”, dice con un tono más feliz que discriminatorio un chico que baila sonriente. Quizás se refiere a la señora de babuchas y pañuelo en la cabeza que se mueve compenetrada al costado del escenario. O al chico de casi dos metros de altura que con un vestido de red verde flúor agita a su grupo para que no deje de moverse. Aunque su comentario puede deberse al afro exagerado de una chica que parece no darse cuenta de que con su melena tapa toda la visual de quienes se para atrás.
Es que establecer un target para La Bomba de Tiempo resulta imposible. No hay edad, no hay nacionalidad, no hay clase social, ni siquiera estilo de vestimenta específico. Unos andan en ojotas, otros en zapatillas y algunas mujeres hasta se pasean en zapatos de taco alto. Mucha camisa floreada, algún que otro pibe con rastas y varios peinando canas sin vergüenza. Todos son bienvenidos y, en concordancia, todos dejan sus prejuicios afuera junto con la idea de que la marihuana es ilegal.
La banda, creada por Santiago Vázquez y conformada por 16 músicos (quince hombres y sólo una mujer en el elenco de titulares), interactúa con un público que responde con la misma energía vital que recibe desde el escenario, creando un universo paralelo que hace que las dos horas de show pasen volando. “La sensación que vivimos desde arriba del escenario es muy parecida a lo que le puede estar pasando al público abajo: es buscar la energía para lograr ese estado de éxtasis que se va armando, se va improvisando”, contó el percusionista Mario Gusso en una entrevista al sitio Alerta Cultura. De allí, dijo, el nombre del grupo: la sensación que causa la música en vivo “de alcanzar ese estado de tensión, de estar a punto de explotar”.
La noche recorre distintas etapas marcadas por las señas de uno de los 16 artistas. Es el encargado del pasaje de ritmos lentos a otros más movidos. Los shows, además, suelen incluir intervenciones de artistas invitados locales e internacionales como Calle 13, Café Tacvba, Jorge Drexler, Natalia Lafourcade, IKV, Pedro Aznar, Los Cafres, Los Auténticos Decadentes, Rubén Rada, Catupecu Machu y Los Pericos, entre muchos otros.
Pero la cosa no termina ahí. Se sabe que la noche en la Ciudad de la Furia está en pañales a las 22, aún con toda la semana por delante. Una vez que las puertas se abren, la caravana avanza por la calle Sarmiento hasta la esquina con Anchorena, donde unos genios del marketing arman una batucada para atraer a la masa a su after, Lunes Otra Vez, en Uniclub (Guardia Vieja 3360).
La marea humana se para en la esquina mientras las motos de Glovo tocan bocina apoyando el encuentro y, de a poco, miembros de la organización van cercando el espacio con una soga y arriando al público como vacas. Esos hombres y mujeres que, sumergidos en el sonido, avanzan cual peregrinos detrás de bombos más propios de manifestaciones que de una banda de música.
Todo esto resulta un combo infalible y lo suficientemente asombroso como para que más de cinco millones de personas hayan pasado por el patio de Sarmiento 3131 durante las 13 temporadas que, sin excepción, llueva o truene, el “Lunes Bomba” lleva en vigencia.
Según dijo el músico Alejandro Oliva a Revista Motor, el éxito corresponde a una mezcla de cosas: “Faltaba en Buenos Aires un lugar donde la gente se reuniera a bailar, escuchar música, tomar algo y conocer gente un lunes. Y el Konex es ideal: amplio, abierto, en pleno Abasto, muy accesible”.
Hoy resulta imposible imaginar el primer día de la semana en la ciudad sin pensar en La Bomba de Tiempo. Lo que se vive allí es un folklore donde se resalta lo mejor de la idiosincrasia local, demostrando que pase lo que pase los argentinos seguimos bailando.
Fotos: Candela Blanco