Por M. Callebaut, A. Urcelay, L. Fonte y C. Blanco

Andrés Accorsi, fundador de la legendaria revista Comiqueando y uno de los periodistas especializados en historietas más reconocidos del país, habla desde su rol de distribuidor: “A nivel ventas, no estamos en el mejor momento. Lo que hicieron los editores fue bajar las tiradas. Por suerte, la producción no se desplomó, pero la venta sí, no es la misma que hace unos años. Claramente, la situación económica empeoró y, a medida que baja el poder adquisitivo, las personas concentran su ingreso en pagar la comida, los servicios y el transporte, y va dejando de lado lo vinculado con el entretenimiento y la cultura, como la historieta. La calidad de lo que se produce es muy buena y muy diversa”. Si bien trabaja con editoriales grandes, como Ediciones de la Flor, hace énfasis en editoriales argentinas chicas porque es amigo de varios de los autores que publican.

También explica que el consumo depende de las devaluaciones y, por eso, fluctúa. “El primer golpe duro que sufrió la industria nacional del libro de historietas fue la apertura de importaciones a principios de 2016. Fue un sacudón violento. Luego, con la venta estabilizada muy para abajo, vino el otro sacudón generado por la última devaluación. Los precios de los libros importados y nacionales subieron brutalmente, a un ritmo que el salario de nadie pudo acompañar. Fue otro bajón pronunciado, de un 40 por ciento”. Remarca una diferencia a favor del noveno arte: “Los cómics generan más adicción. Los consumidores esperan ansiosos las próximas entregas de sus autores favoritos y si deben hacer algún esfuerzo por comprarlas, lo hacen. La malaria impacta menos por la fidelidad casi religiosa del público lector”.

Alejandro Farías, guionista, editor y creador junto al dibujante Marcos Vergara la editorial Loco Rabia, puntualiza que los costos de producción se elevaron notablemente por el aumento del dólar durante los últimos meses: “Fue un golpe muy duro. Los libros que vendíamos a 200 ó 250 pesos se fueron a 400”. Y, en referencia al impacto de la situación económica general en 2018, agrega: “Se perdieron zonas de contacto muy importantes, como Comicópolis, un evento financiado por el Estado que era muy útil para los autores y las editoriales. Asistía muchísima gente, y una editorial podía lograr ahí la venta de un libro”.

El valor del dólar, la inflación y la inestabilidad económica afectan a la industria del libro. Los costos están a la vista. En los últimos tres meses, subió el papel. Todo lo vinculado con hacer un libro físico aumentó tanto que lo hizo imposible. Ese aumento no puede trasladarse al precio de venta al público porque nadie compraría. Comparando los presupuestos de libros antes y después de la primera devaluación, aumentaron un 30 por ciento. Es más difícil comparar de año a año ya que se necesitan libros exactamente iguales, y no suelen serlo. Hay diferentes características que modifican los presupuestos”, opina Tomás Coggiola, editor de Comic.ar.

Coggiola reconoce que no sólo el rumbo de la economía nacional impacta negativamente en el mercado de la historieta argentina, sino también los cómics internacionales de superhéroes, que siempre tendrán mayor demanda. “Tienen una publicidad que no tenemos acá. Nos los meten tanto en la cabeza que es muy difícil competir. Cuando uno dice Batman o Spiderman, no se refiere solamente a personajes. Todos saben quiénes son y tienen la imagen de esos personajes, estén o no metidos en la historia de cada uno”. Farías concuerda, y suma: “Es otro mercado. Tienen las franquicias de la TV. Es masivo. Nunca espero esa venta. Me encantaría llegar a vender lo que venden con lo que hago, no cambiar mi contenido para alcanzar sus ventas. No me interesa publicar superhéroes”.

La suma de todas las fuerzas

La producción y la difusión de la historieta argentina contemporánea también tienen como rasgo distintivo la formación de colectivos, en los que todos sus integrantes tiran para el mismo lado y benefician el mercado a nivel nacional. Uno de los más significativos es Nueva Historieta Argentina (NHA), hoy conformado por cinco editoriales. “La necesidad de agruparnos surgió por un evento en particular, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en 2015. Algunos propusimos la idea y los demás se fueron prendiendo. La Feria era inalcanzable por el valor del stand, pero era un lugar tentador para ser expositores”, cuenta el editor de Comic.ar, y asegura que, año a año, pulen y mejoran esa primera experiencia.

La editorial Loco Rabia, además de formar parte de la NHA, se unió con otras integrantes del mismo colectivo para dar vida a un local en común, la Fábrica de historietas. “Cubre un poco la necesidad de contar con un lugar propio de exhibición, y no solo nuestro, sino de material argentino. Y, por otro lado, cubrir la necesidad de tener un depósito porque pudimos centralizar un montón de cosas, y eso nos agiliza”.

Está muy duro. Al ser un pez chico, es más difícil desaparecer. Tenemos una estructura adaptable. A lo sumo, decidimos dejar de ganar plata y seguimos”, aclara Farías. “La realidad nos dice que aún no se puede vivir de la historieta. Por eso mantengo mi trabajo mientras trato de crecer de a poquito y hacer crecer el catálogo, que funcione comercialmente. Aparte de hacer lo que nos gusta, intentamos vender, que los números nos cierren, publicar nuevos libros, cubrir los gastos y funcionar como un negocio”, dice Coggiola. “Al público argentino le gusta consumir libros y es fan de la cultura. El tema es tener los recursos, que dependen mucho del rumbo económico del país”, concluye Accorsi.