Por Jessica Borits
La crisis se desató en Chile cuando el gobierno del presidente Sebastián Piñera decidió subir el precio del pasaje del metro. En Santiago, se produjeron quemas de estaciones de metro y buses, saqueos de supermercados y ataques a cientos de instalaciones públicas. El gobierno decretó estado de emergencia, lo que significó el despliegue de los militares, que reprimieron violentamente los focos de protesta, en un contexto de toque de queda desde la tarde del sábado.
Marco Enríquez Ominami, quien dialogó en exclusiva con Publicable, fue candidato a presidente de Chile en tres oportunidades. Además, se desempeñó como diputado entre 2006 y 2010 por el distrito Nº 10. Perteneció al Partido Socialista entre 1990 y 2009 y es actualmente el referente de política exterior del candidato a presidente por el Frente de Todos, Alberto Fernández.
–¿Por qué cree que se desata este grave conflicto?
–Un Estado con pocos deberes tiene poca deuda pública. Una economía que vive de materias primas con poco valor agregado y concentrada, genera bajos ingresos y una sociedad sin derechos es, entonces, un sistema difícil para vivir si eres de clase media: bajos ingresos y alto costo para educar hijos, para transportarse y para la alimentación. Así como jubilaciones promedio muy bajas. Durante años esas capas medias empobrecidas se endeudaron a tasas altas y con sanciones draconianas ante retrasos. El resultado es un malestar silencioso frente a una élite que no se oxigena y que crece más rápido que el 90 por ciento del país.
–¿Cómo ve la gestión del presidente Piñera y las medidas que tomó ante este conflicto?
–Al igual que el presidente Lenín Moreno en Ecuador, lo veo como un presidente golpeado en su legitimidad y en su promesa. Mal en su legitimidad ante su sector: sus propuestas son inviables. Y divorciado para siempre de su promesa de crecimiento acelerado y abundancia en su gobierno. Él corre solo y llega segundo hace ya seis días. No entiende a los pobres ni a las capas medias. No tiene empatía. No comprende a la sociedad ni tiene un plan. Su enemigo ahora es el tiempo. Su presidencia está en juego. Es como un árbitro peleado con todos y rechazado por jugadores, barras y policías.
–¿Ve una solución cercana a este conflicto?
–No veo solución en este sistema político. Sólo veo la posibilidad de atenuar la crisis con un gobierno de unidad, tenue, pasivo pero que conjugue una fría, temprana y frágil paz social con orden social. Para los mayores, hoy los militares que están en las calles conectan con un pasado aberrante, el golpe de 1973. Para los más jóvenes, es el desafío a un orden que no cumplió con su promesa: el sueño americano a la chilena en la Corea del Norte del capitalismo. No es la salida.
Fotos: FB Marco Enríquez Ominami