Por V. Melconian y S. Mantovano

Según datos del Observatorio de la Industria Audiovisual Argentina, durante 2018 se estrenaron 223 películas nacionales, lo que representa un crecimiento de 12 títulos respecto a 2017. En el país se concretaron 167 películas, incluyendo proyectos en preproducción, rodaje y posproducción, frente a las 100 de 2017. Esta información refleja la paradoja que atraviesa al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). El crítico y programador Diego Lerer asegura que si bien la gestión del gobierno de Mauricio Macri estuvo “más interesada en cerrar números que en fomentar el cine”, se siguen haciendo muchas películas nacionales.

En esta misma línea opina el director cordobés Darío Mascambroni: “A pesar del pésimo momento que estamos viviendo, no sólo en el rubro sino también a nivel general, la Argentina sigue siendo uno de los países más productivos en materia cinematográfica”. El responsable de Primero Enero y Mochila de plomo agrega que la mayor dificultad en este momento es la “desactualización de los presupuestos debido a la devaluación de la moneda”.

Lerer asegura que las entradas no son el principal beneficio de los exhibidores, sino los pochoclos y el merchandising.

A pesar de ese volumen de producción, las principales cadenas (Hoyts, Cinépolis, Showcase) priorizan las películas extranjeras. Lerer explica: “Las compañías saben qué producciones argentinas llevan la cantidad de espectadores suficiente para llegar a la media, lo que las obliga a mantenerla en cartel durante una semana más, por eso tratan de maximizar la cantidad de butacas que tienen las películas grandes”. Esta situación, según el crítico, se da por la importancia del consumo secundario: “Las entradas de cine no son su principal beneficio, sino los pochoclos, el merchandising. En general se entiende que las salas que venden las películas más comerciales, extranjeras, generan este tipo de público consumidor”.

Mascambroni disiente: “No creo que se busque favorecer a las películas extranjeras, pero sin duda no existe un plan de protección para las producciones nacionales. Las reglas son iguales para todas, aunque no todas tienen las herramientas para sobrevivir”. Un ejemplo de esta falta de apoyo es la derogación de la Resolución 981, que establecía un “premio incentivo” económico para las empresas que distribuían películas argentinas. Habla el cordobés: “El cine fue sólo un negocio para el gobierno de Macri, y por eso se tomaron estas medidas. La derogación cambia de ‘difícil’ a ‘imposible’ la tarea de llevar nuestras producciones a las salas, lo que reduce el interés a cierto tipo de cine redituable y destruye la pluralidad de miradas”.

“Mochila de plomo” es la segunda película dirigida por el cordobés Darío Mascambroni.

Otro tema recurrente en la industria es el avance de las plataformas de streaming. “Va a llegar un momento en que el cine quedará para los grandes tanques de taquilla y para un público mayor de 65 años que tal vez no hizo adaptación a los medios digitales”, pronostica Lerer, quien destaca que las películas para chicos “son un fenómeno” que hace que el público se vea obligado a salir de su casa. Esto se evidencia en un podio de la taquilla 2019 integrado por Toy Story 4, Avengers: End Game y El Rey León.

Mascambroni coincide en la idea de las salas como un espacio “exclusivo por el que no todas las producciones podrán pasar“, aunque afirma que la tendencia ya empezó y no supone necesariamente un problema económico. En su experiencia como director consiguió ventas internacionales a plataformas como Amazon o Netflix, cuyas ganancias superaron ampliamente las obtenidas por corte de entradas.