Por Luisina Arozarena Bellisario

El Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) atraviesa una crisis sin precedentes. Desde que Carlos Pirovano asumió la presidencia en 2024, el organismo no ha aprobado la producción de ninguna película nacional. A esta altura de 2025, el dato se convierte en un hecho histórico: es la primera vez que el INCAA, en más de siete décadas de existencia, cierra un año completo –y parte del siguiente– con cero proyectos de cine argentino aprobados. “Pirovano se ha convertido en el único presidente del INCAA en tener el récord histórico de cero películas argentinas aprobadas durante su gestión”, señala un balance reciente difundido por trabajadores del sector.

Este parate no solo afecta a realizadores y técnicos, sino que implica un vaciamiento sistemático del cine nacional. Las líneas de fomento están congeladas. No hay resoluciones firmadas. No hay llamados a concurso. Y lo más grave: no hay ninguna señal de que la situación vaya a revertirse.

Durante 2023, último año antes del cambio de gestión, el INCAA había aprobado 89 proyectos, entre ficción, documental y animación. La diferencia con la situación actual es abismal y genera alarma en toda la comunidad audiovisual. “No es un problema administrativo. Es una política de apagón cultural”, denuncian desde la Asamblea de Trabajadores del Cine.

El INCAA, creado en 1968, ha sido durante décadas el principal motor del cine argentino, permitiendo el surgimiento de nuevas voces, sosteniendo industrias regionales y consolidando una tradición cinematográfica reconocida internacionalmente. Su desactivación no solo frena el presente de la producción, sino que compromete su futuro y su memoria.

El silencio oficial es tan fuerte como el impacto de las decisiones. La gestión de Pirovano, alineada con el programa de ajuste general impulsado por el gobierno de Javier Milei, ha priorizado el desfinanciamiento y la parálisis, incluso en áreas clave de la cultura.

Mientras tanto, cientos de proyectos esperan resolución, las salas independientes denuncian una caída histórica de la exhibición nacional y miles de trabajadores del sector siguen sin respuestas ni perspectivas. Todo indica que el cine argentino ha entrado en un estado de emergencia, no por falta de talento ni de proyectos, sino por decisión política.