Por Delfina Haddad

Sentados delante de una ventana y con la bandera argentina a la altura de sus rodillas, seis argentinos, un español y un chileno cuentan su historia. Ellos son parte de un grupo de varados en Filipinas desde que los aeropuertos de esa región paralizaron sus actividades comerciales. El video subido a Instragram TV concluye con un pedido unánime: “Por favor, ayúdennos”.

Filipinas es un archipiélago de origen volcánico de 300 mil kilómetros cuadrados que cuenta con 7.107 islas. Sus costas dan al Mar de la China Meridional al oeste, al Mar de Filipinas al este, al Mar de Célebes al sur y al Estrecho de Luzón al norte. Al oeste se encuentra la provincia de Palawan, cuya capital es Puerto Princesa. La isla de Port Barton está al norte de la provincia, y es allí donde los ocho jóvenes pasaron de vivir días paradisíacos a quedar varados por la pandemia.

Las argentinas Francisca López y Paula Muñiz comenzaron su viaje el 4 de febrero. “Paula lo tenía en mente hacía mucho tiempo, pero quería una compañera”, cuenta Francisca, quien invirtió sus ahorros en el pasaje luego de la quiebra de la empresa donde trabajaba. Hicieron escala en Tailandia durante 18 días y luego en Vietnam durante otros 20. “Recorrimos diferentes islas, conocimos mucha gente y mis ojos vieron cosas que jamás voy a olvidar”, apuntó Francisca en su celular, en lo que sería el registro de unas hermosas vacaciones con su amiga.

Pero todo cambió el 10 de marzo, cuando llegaron a la isla de Port Barton. Dos días después se juntaron con otra argentina llamada María Paz Siagerth, a quien habían conocido en Tailandia, su novio Cristian Rodríguez y dos amigos de la pareja, entre ellos el gallego Brais Mahias. También conocieron al chileno Franco Villarroel y a los argentinos Rodrigo Balan y Fernando Quiroga. “Por la noche fuimos todos a tomar una cerveza, y en un grupo de Whatsapp de argentinos en el archipiélago empezó a circular la noticia de que cerraban Port Barton”, cuenta Francisca, y agrega: “Nadie lo creyó y, al estar un poco borrachos, elegimos indagar al otro día”.

Pero ya era tarde. El 13 de marzo Puerto Princesa cerró su aeropuerto, la principal puerta de entrada y salida de Port Barton, además del lugar más cercano con un hospital. La isla estableció un toque de queda a raíz de la pandemia, aunque Francisca aclara que hasta el momento no hubo casos de infectados. Pero cuando empezó a correr el (falso) rumor de que un australiano lo estaba, cerraron las fronteras de la isla.

Ese mismo día se contactaron con el cónsul de la Argentina en Filipinas, aunque las respuestas nunca fueron concretas. “Dijo que creía que teníamos que ir a Puerto Princesa, pero que capaz lo cerraban o que no sabían mucho porque el gobierno de Filipinas cambiaba de opinión todo el tiempo”, recuerda. Ante ese escenario, Francisca y Paula sacaron pasajes para irse el 20 de marzo, pero un día antes el vuelo fue cancelado: Manila, la capital de Filipinas, ya había cerrado sus fronteras.

El toque de queda se extiende desde las 20 hasta las 5 de la mañana. Los jóvenes definen como “rara” esa situación. A pesar del comunicado, los militares no lo respetaban ya que, según afirman los viajeros, le bajaron línea al hostel para no dejarlos salir en todo el día. “Al principio estaban circulando con armas y daban hasta miedo, y siendo mujer te miraban más”, cuenta Francisca, y agrega: “Ellos nos compran lo que necesitamos, pero hubo una situación en la que quisieron quedarse con 200 pesos filipinos que nos correspondían”.

El 21 de marzo un camión militar se acercó al hostel y les indicó que debían retirarse de la isla. Tenían que ir a un puesto de turismo a anotarse en una lista, pero una vez en el lugar les dijeron que nadie más podía salir de la isla. La argentina cuenta: “Desde ahí todo cambió. Pasaban camiones militares que te alumbraban si estabas afuera y teníamos que comer en nuestros cuartos. Después, con los días fue cambiando e incluso nos saludaban, pero los tratamos con respeto porque dan miedo. Filipinas no es un país con muchas leyes”.

El gobierno de Filipinas despachó un vuelo de Puerto Princesa a Manila el 26 de marzo. “Lo íbamos a tomar para llegar a la Argentina a través de Tokio, Qatar y Brasil, pero luego dudamos porque nuestros padres nos decían que era mejor quedarse que estar girando por el mundo”. Vale recordar que para esa fecha ya no había más vuelos de repatriación programados. “No sabemos si siguen saliendo esos vuelos porque nadie contesta. Además, en caso de que haya, al ser pocos seremos los últimos en ser escuchados”, registró Francisca en una de sus notas.


Ese mismo día, Fernando Quiroga, uno de esos ocho jóvenes, consiguió un vuelo a Berlín, mientras que Brais ya estaba en contacto con otra española varada en la isla, Marta Davi, quien se estaba hospedando en una casa con un grupo de personas que decidió irse el 26 de marzo. Al quedar sola, les propuso a los jóvenes quedarse con ella, y se sumaron cuatro personas más. “Estamos en una casa precaria pero con cocina y demás”, explica Francisca con aire de alivio.

La convivencia entre ellos es muy buena. No discuten y tratan de “ponerle onda a la situación” mientras juegan y pasan el tiempo. Pero el problema es el sustento. Tal como cuenta Francisca, su dinero alcanzaba hasta el 27 de marzo, fecha original del regreso. “Mi familia y la de Paula nos mandan dinero, pero debería ser obligación de Filipinas o la Argentina abastecernos. No fue culpa nuestra quedarnos atrapados”. Según explica, un vuelo hasta la Argentina con escalas en Manila, Tokio, Doha y Sao Pablo cuesta alrededor de tres mil dólares.

Arrancar a planificar un viaje, soñar con bucear, querer ver todo de otro color, disfrutar de un paisaje increíble y de estar con mi amiga. Conocerme, conocer a otros, visitar países y finalmente volver a mi país con el pecho inflado de muchas emociones y tener un recuerdo de la puta madre. De principio a fin”, escribió Francisca en las notas de su celular, haciendo alusión a todo lo que esperaba conseguir del viaje que había emprendido con su amiga. Difícilmente imaginaba formar parte de los “argentinos varados por el mundo” a causa de una pandemia catastrófica.