Por Juan Macchi

Gustavo Sergio Guerra tiene 50 años, una esposa, dos hijas y una confortable casa en un barrio privado del Tigre. También es dueño de un exitoso negocio de jardinería y paisajismo en zona norte, GG Plantas. Esta es su vieja-nueva vida: hace 8 años sufrió un episodio de amnesia disociativa, que impide recordar información personal importante, y, a pesar de que sus propios médicos le aseguraron que iría recuperando, lentamente, recuerdos, sentimientos y vivencias a través de distintos tratamientos psicológicos y psiquiátricos, esto nunca sucedió.

“Tuve que volver a conocer a mis hijas, a mi esposa, a mi familia, a todos. No me acordaba de nadie”, dice ahora Gustavo, que en ese momento trabajaba para una de las empresas lácteas más grandes del país. ¿La causa? Un pico de estrés: “Trabajaba demasiadas horas, tenía tres celulares, y mucha presión”

Sin tener certezas de qué es lo que sucedió aquel día que marcó un antes y un después en su vida, relata: “Estaba manejando a casa después de un día intenso de laburo, era tarde. Sin recordar cómo, aparecí en una estación de servicio, no entendía nada. Había perdido la noción de todo. No sabía qué eran los teléfonos que sonaban, la plata, nada…”. Sin embargo, la suerte estuvo de su lado, y gracias a una atenta empleada de la estación de servicio, su esposa y su padre se enteraron de la situación. Horas más tarde, ya se encontraba en el Hospital Austral sometido a todo tipo de pruebas para determinar si había sido drogado o qué había pasado. Orgánicamente, les dijeron, todo estaba normal.

Sol Guerra, su hija mayor, tenía 11 años. “Lo más difícil y shockeante de todo el proceso fue el ir a verlo al hospital y que no se acordara ni de mí, ni de nada. Creo que fue la respuesta de su cuerpo diciendo ‘basta’ al estilo de vida laboral que llevaba”, recuerda hoy.

Después de estar tres días internado, volvió a su casa e intentó retomar su vida y su actividad laboral. Pero se dio cuenta de que no era feliz con su trabajo, y decidió cambiar de rumbo. “En algo me tenía que volver a insertar y a un amigo se le ocurrió que empezara a cortar el pasto de algunos lotes vecinos, para sentirme útil, aunque no supiera ni qué era una cortadora de pasto”, recuerda. Pero como todo nuevo emprendimiento, nada se construye de un día para el otro. “Comencé así, luego el intendente del barrio me contactó con un jardinero, que me pasaba unos lotes para arrancar, y después me presentaron a Oscar, un jardinero que había laburado en el oficio toda su vida y se había quedado sin laburo. Fue él quien me enseñó todo, así aprendí, mejoré y llegué a cada vez más clientes”, repasa con humildad.

Luego de un tiempo, aquello que había empezado a hacer para mantenerse “activo” dejó de ser un pasatiempo para transformarse en su profesión. “Si yo tuviera 18 años nuevamente me formaría para trabajar con la naturaleza, con el paisajismo, me dedicaría de lleno a esto”, dice ahora. No todos están de acuerdo con su decisión de cambiar radicalmente su estilo de vida. Su padre, por ejemplo, no acepta que no haya vuelto a la empresa. “Yo hoy en día veo a mi señora que trabaja ahí y siempre hay un problema nuevo”, dice Gustavo. “No me arrepiento de mi decisión”.

Perder la memoria es algo muy difícil de transitar y superar. “Lo que más me costó, sacando lo tecnológico, fue el significado de las palabras. A veces me pasaba que iba a una reunión, se ponían a hablar y yo no entendía algunas cosas, quedaba pagando, y tenía que preguntar qué significaba porque no lo sabía. Quedaba como un boludo”, cuenta. “Al principio fue difícil, no lo voy a negar, pero ya pasó un tiempo, ya lo pude superar, y hoy me encuentro feliz con una familia y un trabajo en el cual me va muy bien”.

Cada vez que puede, trata de compartir su sabiduría y experiencia. Vivo hablando con la gente”, dice, “y cuando una persona me cuenta que está estresada o con quilombos en el laburo, le digo que baje un cambio, que pare la pelota. En nuestra sociedad no se suele valorar lo importante, nos preocupamos por cosas menores, que a fin de cuentas no son nuestra prioridad. Cuando te pasa algo groso te das cuenta de qué es importante y qué no. Lo material va y viene. Con trabajo y sacrificio, la guita la conseguís”. 

La cuarentena ha tenido un inevitable impacto negativo en su negocio, pero Gustavo ya tiene planes para el futuro. “Por suerte me llegaron dos proyectos para cuando la cuarentena termine, uno para empezar a hacer plazas para el Gobierno de la Ciudad y otro para hacer parquizaciones en Uruguay”