Por A. Páez de la Torre, M. B. Duré, J. S. Manzoni y R. Ferrari
La Argentina no es la excepción si se habla de racismo: hace años que los pueblos originarios denuncian la discriminación que padecen en su propio país. Pero yendo a un terreno más puntual, ¿qué pasa con ellos en la industria audiovisual?
“Los marrones y las marronas” es la expresión con la que eligen identificarse las personas de la organización Identidad Marrón, un colectivo que lucha contra el racismo estructural, que existe desde tiempos coloniales. Como una ramificación de Identidad Marrón, en 2019 y en el marco del festival de Cine Migrante -integrado por películas que reflejan las problemáticas actuales que conllevan los movimientos interculturales- nació Cine Marrón, una organización que busca derribar los roles estereotipados y genera su propio contenido audiovisual.
“Nuestra idea es derribar estereotipos. Buscamos nuevas formas de narrar pero poniendo prioridades. Primero están los actores y actrices que, lamentablemente, siempre son convocados para roles como gendarmes o mucamos. Después, hacer énfasis en los directores y productores marrones, que también existimos, y que el equipo técnico sea consciente de este tipo de perspectivas“, cuenta la directora coya integrante de Cine Marrón Florencia Mamani. “Cuando sos marrón te acomodás al mundo blanco, contás y trabajás para historias blancas. Pero al ser marrona y tener el privilegio de estudiar una carrera artística, puedo ver la posibilidad de contar otras historias”, agrega la realizadora.
Los actores y actrices de los pueblos originarios señalan que tienen un lugar casi inexistente en la industria del entretenimiento comercial: no hay castings que busquen personas con sus rasgos y, por lo tanto, tampoco hay mucho trabajo. Y cuando hay, es para papeles que consideran estereotipos raciales. “Veo muy lejano que se nos incluya en la industria, porque no me veo ni siquiera en una publicidad de detergente. Soy actriz de una provincia del norte y sólo veo gente blanca y porteña. Hasta las publicidades de acá son hechas por gente blanca y dirigida para gente blanca”, se lamenta la actriz jujeña Sara Pérez.
“Si hay alguien no blanco para hacer una película en Jujuy, se va a traer a un actor que pertenezca a una cierta hegemonía, mientras que nosotros aparecemos haciendo un carnavalito con Purmamarca de fondo”, afirma el actor Gabriel Farfán, y sigue: ”Somos más que eso, no es que no haya actores o directores, sino que no están siendo reconocidos.”
Otra de los problemas al querer protagonizar un proyecto es la etapa del casting. La actriz y coplera coya Lali Carchuavilca siente la exclusión que hacen en las convocatorias: “Casi nunca me convocan, generalmente se busca ese estereotipo de la persona blanca, rubia y delgada”. Asimismo, Farfán asegura que, a pesar de todas las restricciones, no se resignan por no entrar en los cánones: “Como actor tengo que ir a todos los casting, voy a seguir estando para seguir diciendo que existimos”.
Además de la exclusión que viven en los castings y en la industria, también señalan que no suelen buscar gente con sus rasgos porque son atribuidos a otros países, lo cual les resulta ofensivo porque son la descendencia más pura de la Argentina. “Siento exclusión cuando no creen que soy argentina, piensan que soy de Bolivia o de Perú. Para el afuera, ser argentino es hablar como porteño y ser blanco, no saben que hay una multiplicidad de tonadas y de rostros”, dice Pérez.
Cine Marrón continuará con su misión: su meta máxima es tomar la cosmovisión andina para empezar a narrar de otro modo. “Lo más difícil de conseguir en el cine es no contar algo de la manera en que siempre se hace, sino tratar de generar este cine de autor marrón”, dice Florencia Mamani. Mientras tanto, seguirán luchando y denunciando la exclusión y el racismo en el cine nacional. “Nos apropiamos de espacios que son nuestros por el simple hecho de que la cultura es un derecho y nos pertenece. No vamos a necesitar que nos contraten sino que nos vamos a contratar, a eso hay que apuntar”, finaliza Farfán.
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