Por Lautaro Schinca, Ezequiel Gonzalez Nuñez, Patricio D´Elia y Luis Federico Macek
“La comunidad boliviana es la más discriminada en la sociedad argentina, pero hacen un gran aporte a la economía”, define el economista Juan Valerdi la situación actual de los inmigrantes que llegan desde Bolivia. El economista resalta que estos grupos suelen organizarse muy bien en sus actividades comerciales. Pone de ejemplo a la comunidad boliviana, responsable de casi toda la producción frutícola de la Provincia de Buenos Aires. “Poseen la propiedad de los medios de producción, y también las bocas de expendio para vender sus productos. Demuestran perfectamente lo bien que pueden trabajar las comunidades migrantes”.
A lo que explica Valerdi se suman datos que se desprenden de un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en conjunto con la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Según la investigación, los nacidos en el exterior generan el 4% del Producto Bruto Interno y una contribución fiscal neta equivalente al 2% del mismo indicador. Además, realizan un aporte de mil millones de dólares por año a la producción de riqueza del país, cálculo hecho en función del trabajo que realizan.
Respecto a la desocupación, no hay estudios académicos que evidencien una correlación entre el arribo de extranjeros y la pérdida de empleo en los trabajadores locales. “Lamentablemente, en Argentina la desinformación acerca de los inmigrantes es enorme. Esto es increíble, ya que hay recepción de inmigración desde hace varias generaciones, alrededor de 150 años para ser precisos. A pesar de todo, seguimos viéndolo como algo ajeno y malo”, expresa Pablo Ceriani Cernadas, director de la Especialización en Migración, Asilo y Derechos Humanos de Universidad de Lanús.
Ceriani cuenta que los residentes no argentinos o naturalizados aportan de manera directa y continua a la economía. Sin embargo, aclara que por las políticas “negligentes” que rigen el sistema jurídico, se ven obligados a tomar trabajos sumamente precarizados y muy mal remunerados, muchas veces en la informalidad. Una de las causas principales de este problema es la dificultad que muchos de ellos atraviesan para obtener los “papeles” y convertirse en ciudadanos “legales”.
Además de los obstáculos al hacer trámites de residencia, Juan Valerdi destaca la escasez de medidas gubernamentales que apunten a beneficiar a los inmigrantes. Esto provoca la precarización de algunas comunidades como la senegalesa, muy asociada a la venta ambulante, o la venezolana dentro de la actividad gastronómica. El ex asesor del Banco Central percibe en estos dos grupos un gran potencial, pero advierte que si no se trabaja en legislación más eficiente no será posible aprovecharlo.
Más allá de lo económico, el aporte de la población no nativa se muestra en otros lugares con una impronta muy fuerte. Dos de los dos sectores quizá menos visibles son la educación y la salud: ciudadanos inmigrantes fundaron al menos 400 escuelas a las que asisten cerca de 200 mil chicos y chicas, y construyeron más de 20 hospitales. Otro dato importante es que en Argentina hay cerca de 5 mil instituciones de colectividades que, a través del deporte y actividades culturales, contribuyen enormemente a sus barrios.
En carne propia
Alfredo Dávalos, paraguayo proveniente de Asunción, trabaja como obrero en, como dice él, “las changas que encuentre por ahí”. “Cuando llegué a Argentina, los primeros años los sufrí muchísimo, porque no tenía documentos y trabajaba a cambio de pagos muy precarios”, cuenta Dávalos, quien hace 20 años que vive en Misiones.
Luego de muchísimas trabas, pudo conseguir su tan esperado documento argentino. “Yo pagaba impuestos y trabajaba de lo que venga, pero cuando por fin conseguí mi DNI, me sentí feliz. Sabía que lo que tanto le aporte a este país, mi país, de alguna forma me lo iban a poder devolver cuando me jubile”, concluye.