Por Matías Korol

Para Olivia Sohr, todo es “verdadero” o “falso”. Piensa así desde que trabaja en Chequeado, un sitio web dedicado a determinar si una información, frase o nota es cierta o no. Columnista en radio y televisión sobre “verdades y mentiras”, Olivia se interesó en el periodismo luego de graduarse en Sociología, y con el título debajo del brazo fue a Francia a estudiar una licenciatura en la Université de Paris VIII Saint-Denis y una maestría en la École de Hautes Études en Sciences Sociales. Después de seis años en Europa, volvió a la Argentina para comenzar una nueva vida dedicada a la veracidad de datos.

-¿Cuánto daño hacen las fake news, teniendo en cuenta que abordan temas delicados como la salud?
-Realmente las fake news pueden ser muy dañinas, en especial porque desinforman sobre cuestiones muy trascendentes y hacen creer cosas falsas que tienen distinto grado de peligrosidad. En este contexto, la influencia es mayor porque se habla de temas como la salud, y que la gente crea que existe una cura es grave. La cuestión de fondo es que estas desinformaciones “embarran la cancha” y hacen que sea difícil saber en quién se puede creer, entonces la gente empieza a desconfiar de todos. El problema es que dan lugar a cosas falsas y a la vez disminuyen la credibilidad de la información verídica.

-Desde el comienzo de la pandemia circulan posibles “pociones mágicas”, al tiempo que hay personas que creen que la vacuna va a tener microchips para controlarnos mediante la tecnología 5G. ¿Qué recomendás para combatir este tipo de noticias?
-Es un peligro, porque hay gente que incluso marchó al Obelisco contra las vacunas o que tomó un medicamento “curativo” y le hizo peor. Por eso es importante conocer las técnicas que ayudan a detectar las mentiras. Nosotros siempre remarcamos que si recibís una información por WhatsApp que no viste en otro lado, hay más chances de que sea falso. Siempre hay que confirmar las fuentes: no es lo mismo un audio de un médico anónimo que de uno que se presenta con nombre, apellido y cargo. En este momento, además, las noticias esperanzadoras nos ilusionan y dan más ganas de que sean verídicas, pero no hay que dejarse llevar por las emociones, sino por la veracidad de los datos. Hay que intentar cambiar el chip de “por las dudas lo comparto” a “por las dudas no lo comparto”. Lo ideal es no compartir la información hasta que no esté chequeada.

-Los periodistas usamos la información oficial del Gobierno, como por ejemplo la que provee diariamente el Ministerio de Salud. Pero, ¿dónde puede informarse el común de la población?
-Sí, esa es una de las más útiles. Otra fuente conocida es la Organización Mundial de la Salud (OMS). También se pueden usar las organizaciones que chequean la información, como Chequeado. Además, las mismas fuentes se replican en otros medios, como la radio y la TV, para las personas que tienen dificultades a la hora de manejar internet. Lo ideal es evitar noticias que circulan en las redes sociales de forma anónima y, en cambio, conocer las fuentes oficiales.

Detrás de una noticia falsa suele haber un interés escondido. ¿Te parece que siempre es así, o también hay inocencia en quienes comparten las fake news?
-No siempre ocurre eso. Cuando alguien recomienda tomar un té o comer ajo como posibles curas de la COVID-19, no tiene malas intenciones, sino que es gente que con buena voluntad intenta ayudar pero sin tener conocimientos. De todas formas, es mejor evitar estos consejos porque pueden dar seguridad y tranquilidad cuando no la hay.

-También hay casos como Novak Djokovic, que se declaró antivacunas, o el cantante español Miguel Bosé, que fomenta que la gente no use tapabocas. ¿Detrás de esas ideas hay otros intereses?
-Bueno, en el caso de las teorías conspirativas, como la creación del virus en un laboratorio, sí están ligadas a segundas intenciones de quienes las propagan. Seguramente buscan generar desconfianza en la gente sobre lo que dicen los gobernantes de los distintos países. En los medios de comunicación tradicionales hay mecanismos similares, porque propagan esa información malintencionada y la idea se instala en más personas. Por ejemplo, mi mamá, antes de que se declare la cuarentena, me dijo que el virus lo crearon los chinos para después ser los únicos en tener la vacuna.

-¿Y qué le dijiste? ¿Cómo podemos hacerle entender a nuestros seres queridos que lo que están diciendo es mentira?
-Primero le pregunté de dónde sacó eso, y después le expliqué que no tiene que creer todo lo que lee. Hay que ser cuidadoso al marcarle a alguien que “cayó” en una desinformación, ya que puede pasarle a todos. No hay que enojarse con ellos, aunque sea difícil, pero hay que explicarle por qué no es real y cómo darse cuenta para que no vuelva a pasarle, porque puede ser peligroso.