Por Gastón Mouesca

Magdalena Gumiel, Magui, como le gusta que la llamen, es profesora de Filosofía y Formación Ética en colegios secundarios. Se define como una “amante de la problematización y el cuestionamiento llevado hasta las últimas consecuencias”. Dice ser una humana alienada por seguir una rutina. Aceptó una video-entrevista para hacer lo que más placer le da: profundizar en la incertidumbre.

En una nota para Página/12 la escritora Mariana Enriquez escribió: “Aunque se hayan tomado las medidas adecuadas, finalmente no sabemos qué pasará porque el futuro no está escrito y no saber desespera”. ¿Qué puede hacer la filosofía ante esta realidad tan atípica e impredecible?
—La filosofía problematiza sin tener respuestas, con el diario de hoy te digo que no es muy recomendable para personas que necesitan sí o sí definiciones. En estos últimos años se entendió un poco más de qué iba la filosofía. Dejar de estar alienados por un momento es filosófico. Por ejemplo, la primera semana de cuarentena, cuando todos nos estábamos adaptando, me despertaba sin programar una alarma, pasaba tiempo con mi hija y tuve momentos para mí. Al cabo de dos semanas volví a la rutina de dar clases, ayudar a mi niña con las tareas, despertarme en ciertos horarios, realmente estamos alienados desde la casa. No me gusta la nueva normalidad, dejamos en el camino el encuentro con el otro, que es tan rico, para sentirnos solos y cuestionables por nosotros mismos. Platón decía que la filosofía es un silencioso diálogo con el alma en torno al ser. También decía que realizar una introspección por decisión propia no es igual a que te conduzcan a ella y creo que, implícitamente, la cuarentena nos condujo a hacerla. 

En una entrevista televisiva para el canal local de tu ciudad, Caleta Olivia, dijiste que las personas cometen un error grave al no incorporar la idea de la muerte y naturalizarla. ¿Qué falta para que las personas se familiaricen más con la muerte?
—Falta que se utilice aún más la filosofía, la muerte es un proceso de la vida y no un tabú, ambas son complementarias. Llegar a una situación extrema para pensarla como cercana es tan egocéntrico como decir que uno tiene su existencia comprada y todo eso tiene que ver con la angustia que genera el saber que el ser humano es finito y que hay asuntos que lo exceden. Hay que entender que morir es un proceso individual y que solo queda disfrutar el tiempo restante siendo conscientes de que cada día puede ser el último. Si vemos a la muerte como la planteaba Hegel no está nada mal. Decía que morir permite liberar el espíritu que está encerrado en la naturaleza.

Recién hablaste de un “proceso individual” y es interesante cuestionar cómo convive la filosofía con el individualismo, que puede volverse conflictivo en momentos como la pandemia. 
—El individualismo existe y existirá. Tenemos que estar atentos a cómo va a actuar cuando salgamos de todo esto, es decir, si prevalecerá por sobre los valores que intentaron inculcarnos siempre: la solidaridad, el amor al prójimo, la responsabilidad civil y gubernamental, el respeto o la honestidad. Está muy de moda la frase “cuando salgamos seremos mejores”, no creo que sea tan así. Si criticamos a la actualidad, partiendo desde el inicio de la cuarentena hasta ahora, cambiaron los intereses de la gente y de quienes hacen al poder. Al principio de la cuarentena se implementó a nivel social la ética utilitarista, que plantea que si nos sirve a todos, la usamos; pero, cuando vimos que algunos corrían más riesgo vital, económico, político u otros, nos despegamos de la unidad para abogar por intereses individuales y hasta egocéntricos. En ese momento, se pusieron en contraste todos aquellos valores antes mencionados y el concepto de capitalismo, con su sálvese quien pueda, que protege al individualista y lo justifica.

Definiste al capitalismo como separatista e individual. ¿Quiénes, independientemente de la ideología, están quedando fuera de los discursos políticos en momentos así?
—Los niños y los adolescentes están siendo olvidados en muchos discursos y es preocupante cuando viene de ciertos líderes. Debemos cuidar las edades más bajas porque todo lo que sucede hoy repercutirá a futuro, y el futuro es de ellos. Deseo que los gobiernos les den un rol más importante a los jóvenes y a la filosofía, solo eso nos conducirá a estar mejor preparados, no solo mentalmente, sino como sociedad unificada para futuras eventualidades.