Por Martina Ruiz

“¿A quién extrañás durante la cuarentena?” fue la consigna que difundieron los integrantes de Somos Lubi en las redes sociales para impulsar una convocatoria de cartas. Desde 2018, Catalina Reggiani dirige el grupo Lubi en compañía de Federico Ciccone y juntos producen podcasts, piezas de audio disponibles por streaming. En el contexto de pandemia, se les ocurrió que podría ser una buena idea crear un proyecto en el que se publicara cada día de la cuarentena una carta de un autor distinto que relate la experiencia personal del encierro y los sentimientos que este produce. El proyecto se llama Claraboya y tuvo como resultado 31 episodios que están disponibles en Spotify y Youtube.

El formato carta se repite a lo largo de sus producciones. ¿Por qué decidieron hacer Claraboya en este contexto y de qué manera se diferencia de sus anteriores podcasts?
—Surgió la tercera semana de cuarentena, tras la extensión. Una amiga, Delfina, que luego resultó la autora de la primera carta, Antón, nos escribió diciendo que hacía falta un podcast de Lubi para este momento y apareció la idea de cartas desde el encierro. Queríamos inaugurar el canal de YouTube así que pensamos todo el material desde el principio en relación a eso. La idea era ver cómo funcionaba grabar en diferido, es el podcast más lo-fi que hicimos el Lubi ya que está grabado con el micrófono de un celular. Yo me encargaba de seleccionar los autores de la convocatoria, editaba las cartas y los paratextos, la carta le llegaba a Bianca, que grababa la lectura, y después Fede se ocupaba de la edición de los archivos de audio y video.

Junto con Claraboya decidieron excepcionalmente abrir la convocatoria de escritos. ¿Por qué plantearon esta posibilidad en concreto en esta ocasión?
—A nosotros nos interesa trabajar con la gente que nos escucha y generar relatos, dentro de lo posible, horizontales, porque lo que nos parece importante es el resultado de la escritura colectiva. Este germen de ponerse a preguntar cosas y ver cómo son las respuestas, que son diversas, porque si todos los textos los escribe gente que tiene nuestra edad, que vive en nuestra ciudad, que les gustan las mismas cosas que nosotros, la respuestas van a ser más aburridas. Fue una experiencia trabajando con mucha gente, Claraboya era la fórmula ideal, había una necesidad por parte del producto.

El formato de podcast presenta mucha precariedad en nuestro país, la mayoría son producciones independientes y es poco usual que el proyecto genere un ingreso. ¿Cuáles son las dificultades que deben afrontar al crear un proyecto?
—Esta industria en nuestro país es muy incipiente y chiquita, entonces los desafíos tienen que ver con esto. Es complicado conseguir publicidad para producir, a las marcas hay que explicarles mucho qué es un podcast antes de empezar a hablar. Y el otro asunto es que la mayoría de los podcasts que se escuchan en el país son conversacionales, como por ejemplo Mamá no escuches esto y Batata, es decir que son una conversación entre dos o más personas. A nosotros nos interesa trabajar en otro tipo de podcasts más documentales, literarios, como las cosas que venimos haciendo, por lo tanto es complicado conseguir dinero y herramientas para llevarlo a cabo.

Teniendo en cuenta que el equipo está integrado por tres personas que viven en distintas casas. ¿Cómo fue la organización interna y cualés fueron los desafíos del trabajo a la distancia?
—Las dificultades fueron propias del trabajo diferido, sobre todo las primeras semanas ante la incertidumbre y encontrarnos en esta situación complicada e incómoda. Nos pesaba pero en momentos distintos, por suerte, entonces podíamos ir acompañándonos. Lubi no es nuestro principal trabajo en el caso de ninguno porque no nos permite sostenernos económicamente, entonces nuestro objetivo era generar productos lo más profesionales posibles teniendo en cuenta que se hace con lo que cada uno tiene y el ingenio está en saber usar los materiales disponibles. 

Este podcast está cargado de emociones y experiencias únicas. ¿Qué fue lo más memorable de este proyecto?
—Para mí, lo más lindo fue que hubo respuestas de quienes recibían las cartas y eso nos encantó. Sobre todo porque somos un poco chusmas y nos gusta saber más de la gente que escribió las cartas. Y por otro lado, el hecho de abrir la convocatoria fue positivo, porque la mayoría de las cartas salió de ahí y el resultado fue sorprendente. La tarea de edición tiene mucho que ver con cuidar y entender cómo es el hilo de ese texto de otro y poder tirar de eso y, en general, es más fácil al encontrarse con esa persona que si uno no la conoce en absoluto.