Por Luciana García, Yasmín Hussein, Matías Pérez y Tatiana Scorciapino

“No le pegué, la maté.” Carolina Aló tenía 17 años cuando fue asesinada por Fabián Tablado, su pareja tres años mayor, el 27 de mayo de 1996. Su cuerpo fue encontrado con 113 puñaladas y varios cortes en sus brazos que indicaron, según pericias policiales, que habría intentado defenderse de las agresiones. A 25 años del femicidio, Edgardo Aló continúa la lucha para pedir justicia por el brutal asesinato de su hija.

Carolina cursaba cuarto año de la secundaria nocturna del colegio Marcos Sastre de Tigre, el mismo al que asistía Tablado. La noche del sábado 27 de mayo, él le insistió para salir antes de la escuela; su familia no iba a estar en la casa y podían quedarse solos. Al llegar al domicilio, la pareja tuvo relaciones íntimas en la planta superior. Posteriormente comenzaron una discusión por una supuesta infidelidad por parte de ella: sólo fue el inicio.

Aló y Tablado mantenían una relación desde hacía tres años.

La escena del crimen se extendió por toda la casa, ubicada en Albarellos 348. Comenzó en la cocina, siguió en el living y terminó cerca del garaje. El femicida utilizó cuatro armas blancas: una cuchilla de cocina, dos cuchillos Tramontina y un formón de carpintería. Las paredes ensangrentadas evidenciaron que Tablado habría perseguido a Carolina por varios minutos hasta realizarle un corte mortal en el cuello, que luego fue rematado con una puñalada en el corazón.

“Llegué a contar 80 puñaladas, pero no pude seguir”’, exclamó atónito uno de los policías luego de ver el cuerpo.

En los días previos al crimen, el padre de la joven había advertido que su hija era golpeada por Tablado, por lo que le pidió que pusiera fin a la relación de inmediato. En simultáneo, descubrió que la violencia era frecuente; hasta había sido agredida por él dentro del colegio, donde recibió una trompada que le rompió el tabique nasal. “Esa vez Carolina nos dijo que se había caído”, afirmó Edgardo.

Por su parte, Luis Vallejos, amigo de Tablado, declaró que el sábado anterior al hecho habían estado tomando alcohol, cuando le sugirió que debían matar a sus respectivas novias, ya que ambos eran, supuestamente, engañados por ellas. Vallejos no lo tomó en serio. Sin embargo, el mismo 27 de mayo por la mañana, recibió un llamado del femicida, confirmando que ese día llevaría a cabo lo pactado.

Minutos antes de ir a buscar a su hija a la escuela, Edgardo recibió el llamado de una persona que preguntaba si Carolina había llegado a su casa. Quien se contactó fingió ser una compañera de su hija y, ante la pregunta de Aló acerca del motivo de la consulta, la comunicación fue cortada. Alertado por el extraño episodio, Edgardo se inmediatamente dirigió hacia el colegio. Al llegar, esperó a la salida, pero no vio a su hija ni a Tablado, por lo que decidió volver a su casa y chequear si ella había llegado. Ante su ausencia, fue a buscarla con su cuñado a Albarellos 348. Cuando llegó, encontró el peor escenario: ambulancias y policías.

El femicida creía tener todo controlado. No sólo por haberse asegurado de que estuvieran solos en la escena del crimen, sino porque, una vez cometido, le pidió a Vallejos que lo fuera a buscar en remís al Puente Tedín. A su encuentro, este debía tocar tres veces la bocina como código para que Tablado subiera y se diera a la fuga, lo que no ocurrió. Su amigo, quien se hizo pasar por la compañera de Carolina al cambiar su voz en la llamada, envió a la policía en su lugar.

Los agentes fueron vestidos de civil en un coche particular. Tocaron tres bocinazos, de acuerdo a lo combinado con Vallejos. Tablado salió y un policía le dijo:

–Pibe, le pegaste a tu novia.

No le pegué, la maté –respondió el joven.

Desde ese momento, quedó detenido a la espera del juicio, que finalizó recién el 16 de diciembre de 1998. Las pericias psiquiátricas realizadas a Tablado por los peritos de la Corte Suprema bonaerense diagnosticaron que se encontraba en pleno uso de sus facultades y que era consciente del acto que cometía. Pese a ello, su defensa intentó probar que actuó en estado de emoción violenta, para reducir su pena.

Finalmente, la Sala III de la Cámara Penal de San Isidro lo condenó a 24 años de prisión por homicidio simple, desestimando los agravantes de ensañamiento y alevosía esgrimidos por el fiscal, Julio Novo, y por el abogado de la familia de la víctima, Roberto Damboriana. La sentencia fue dividida: el juez Fernando Maroto calificó el homicidio como agravado, mientras que el presidente del tribunal, Fernando Mancini, y la jueza Celia Vázquez opinaron que no había pruebas para ello.

Edgardo Aló, padre de Carolina, impulsa el Día de la No
Violencia en el Noviazgo.

Para Aló, el juicio –del que participaron 48 testigos– fue “comprado” por la familia del femicida, basado en el diálogo que mantuvo con Maroto. El juez le confirmó que, antes del veredicto final, Vázquez también sostenía que la pena debía ser de reclusión perpetua más accesorias. Sin embargo, tras asistir a una reunión con el juez Mancini, su decisión cambió. Este la habría hostigado para que se alineara con el veredicto por homicidio simple.

Tablado cumplió su condena en la Unidad 21 de Campana, ubicada sobre el kilómetro 5,5 de la ruta 6, donde pasó sus últimos años en el pabellón evangelista, separado del resto de la comunidad carcelaria. Gracias a la vigencia de la Ley 24.390, conocida como “2×1”, su pena se redujo a 22 años. En 2006, contrajo matrimonio en el penal de Florencio Varela con Roxana Villarejo, docente con quien tuvo mellizas y de la cual se separó tras amenazarla de muerte. Por ese motivo, en 2013 se le sumaron otros dos años y seis meses, fijándose una única pena de 26 años y medio.

En la cárcel, el femicida comenzó a estudiar abogacía y, gracias a su buena conducta, gozó de salidas transitorias en 2008 y 2011, que le fueron revocadas. A fines de 2012, la Cámara de Apelación y Garantías de San Isidro le negó la libertad condicional al considerar su “inestabilidad emocional”. Luego de 23 años, nueve meses y un día encarcelado, Tablado recuperó la libertad en febrero de 2020 a los 43 años. Frente a ello, Aló le solicitó a la Justicia una medida de restricción perimetral para quien terminó con la vida de su hija. “No sé qué es peor, si el coronavirus o un Tablado suelto”, le dijo a Télam.

A principios de este año al femicida se le dictó prisión preventiva por violar en dos ocasiones las restricciones perimetrales que tenía impuestas por la Justicia, a pedido de Aló y de su ex pareja. Al momento, se encuentra a la espera del juicio oral y público, donde la querella pedirá la pena máxima de un año. “Vamos a seguir llevando adelante esta bandera de Carolina para concientizar y decirles a las chicas que el amor no es dolor y para que el ‘yo te amo’ no se transforme en ‘yo, tu amo’.