Por Juan Quintana y Nicolás Clinaz

Me entristece recordarlo. Fue difícil. Tenía treinta historias sobre mi espalda, desde el hombre que tenía a la mujer embarazada hasta el que había dejado al gato solo. Se mezclaban el sentido común, la urgencia y el ser director y productor de cine”, cuenta Alejandro Werner. En marzo del año pasado estaba en Herradura, un pueblo a 40 kilómetros de la ciudad de Formosa, terminando la tercera semana de rodaje de “El monte, una película dirigida por Sebastián Caulier. El rodaje quedó suspendido cuando Alberto Fernández decretó la cuarentena, al igual que otros 17 largometrajes de ficción y 15 documentales y publicidades, según datos del Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina (SICA).

Werner quedó varado durante seis meses en una quinta a mil kilómetros de su casa en Buenos Aires y con un problema no menor: el camión que había transportado cámaras, luces y equipos, que diariamente debía encender junto a los generadores para que siguieran funcionando. “El presupuesto se fue a las nubes y perdí mucha plata. Los actores y técnicos cobraron sus contratos completos. Tuvimos que pagar un micro para que pudieran volver a sus casas. Desde el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) sólo me ofrecieron un adelanto de subsidio que no me servía porque, de alguna manera, implicaba comerme parte del capital”, describe el director de “Amor bandido”.

Eventuales y disconformes

Lo cierto es que la pandemia desnudó uno de los aspectos más complicados de la profesión: la eventualidad y discontinuidad de los trabajos. “Me contrató una productora para hacer vestidos y trajes de época. Al segundo día se suspendió la grabación y tuve que meter todo el vestuario en mi casa. Como en las producciones audiovisuales los pagos son a destiempo, no me hice problema, pero nunca cobré un peso. Los trajes todavía están arriba de mi cama”, sostiene el director de arte y vestuarista Uriel Cistaro. A diferencia de lo ocurrido en 2020, en mayo de este año el Ministerio de Cultura de la Nación y la ANSES anunciaron subsidios por más de 1.700 millones a 50.757 artistas, trabajadores y trabajadoras de la cultura, con dos cuotas de 15.000 pesos.

La pandemia obligó a detener la producción de 17 largometrajes de ficción y 15 documentales y publicidades.

“El monte” finalmente terminó de rodarse en enero de este año y ya se encuentra en etapa de postproducción, pero la suspensión trajo como consecuencia no sólo un incremento de los costos, sino también una reestructuración logística y artística: “Terminamos de rodar en el Parque Pereyra Iraola de La Plata porque no podíamos volver a Formosa, que seguía en fase uno. Los actores que eran de allá no quisieron venir y tuvimos que contratar gente nueva. Eso implicó que se modificara el guion y repitieran escenas que ya teníamos grabadas”, dice Werner, quien se muestra reacio a realizar el estreno vía streaming y adelanta que únicamente se concretará con las salas abiertas.

En agosto de 2020, el Ministerio de Cultura de la Nación aprobó el protocolo para el rodaje, grabación y postproducción de contenidos audiovisuales. Si bien desde el sector celebraron la noticia, productores y directores de cine afirman que la situación es preocupante debido a la incertidumbre por la situación sanitaria y la falta de financiamiento genuino. Indican que los adelantos de subsidio del INCAA en ocasiones solo sirven para mantener la estructura de las productoras y no para el estímulo de nuevos proyectos.

Hisopados y preocupados

Para afrontar los gastos relacionados a la pandemia de covid-19, el Instituto lanzó un subsidio de hasta dos millones de pesos. Más allá de que la suma es importante, muchas veces es escasa. Ocurre que las productoras deben hacerse cargo no solo del transporte de todos los trabajadores sino también de su hisopado, lo que conlleva un desembolso mucho mayor al monto recibido. Por otro lado, el cierre de las salas de cine afecta directamente al Fondo de Fomento Cinematográfico del INCAA, lo que dificulta aún más el respaldo al cine nacional.

Lo importante es que estamos trabajando, pero cambió completamente la forma de hacerlo. El vínculo entre los actores y el equipo técnico se volvió incómodo y frío. Es bastante molesto que un asistente esté constantemente desinfectando el set e higienizando las manos”, expresa Alejandro Huevo Müller, quien se encuentra trabajando en una película junto a Gerardo Romano y Gustavo Garzón. El actor de “Valientes” destaca que el cumplimiento del protocolo genera muchas veces una complicación para todo el equipo de trabajo: “La regla es cumplir con la distancia social, y por eso muchas veces se modifican las escenas. Si se requiere más cercanía o contacto, nos hisopan con más frecuencia, a veces todos los días, lo que extiende varias horas el rodaje”.

“El vínculo entre los actores y el equipo técnico se volvió incómodo y frío”, cuenta Alejandro Müller.

El cine argentino está en vías de desaparecer”, asegura Vanessa Ragone, productora y presidenta de la Cámara Argentina de la Industria Cinematográfica (CAIC). “Entiendo que no sea fácil destinar fondos que no sean para salud y ayuda social, pero no se está viendo que el cine es parte de la identidad nacional. Admiro a los que están en rodaje porque la perspectiva es muy complicada. No sabés si va a haber salas para estrenar, la reestructuración del INCAA es lentísima y el tiempo de recuperación de la inversión es una incógnita”, explica.

Para la productora ejecutiva de la serie “Carmel: ¿Quién mató a María Marta?” no se percibe una lucecita al final del túnel. El boom de consumo audiovisual a través de las plataformas de streaming puede ser una herramienta interesante para generar nuevos proyectos, pero advierte que atenta contra la esencia del cine argentino. “Trabajar para las plataformas me permitió sostener económicamente mi productora. Una noche de Netflix tiene más visualizaciones que todo el recorrido de “El secreto de sus ojos”. Sin embargo, el streaming limita la libertad de expresión artística y se involucra en todo el proceso de producción y creación. Las plataformas buscan contenidos que funcionen según los algoritmos y no van a financiar cien películas argentinas por año. Si reemplazan al INCAA, perderemos la esencia del contenido argentino y sería todo copyright estadounidense”, advierte.