Por Francisco Cabezas

A pesar de la necesidad de posponer dos veces la charla, Nahuel Sosa se muestra extremadamente atento a las preguntas. La pandemia forzó que la conversación deba ser virtual y que los gestos faciales resalten más que la postura corporal. A cada requerimiento, se acerca a la cámara frunciendo el ceño y juntando sus manos (único momento en el que se pueden ver), esforzándose por interpretar correctamente las preguntas. No porque sean rebuscadas o difíciles -después de todo, él es sociólogo y quien lo entrevista, un periodista en formación-, sino porque en la previa y durante la conversación es muy generoso y parece preocuparse realmente por el tema de conversación: las nuevas desigualdades en el siglo XXI.

-¿Considerás que el capitalismo en su versión contemporánea trajo nuevas formas de desigualdad?
El capitalismo existe en la medida en que hay desigualdades. Si bien siempre hay un modo de producción hegemónico, han existido cambios: una etapa industrial que luego derivó en una financiera, y hoy en una digital, donde el valor está dado por la producción de datos. Es claro que la diferencia de clases es fundamental, pero en el último tiempo el capitalismo ha potenciado diferencias simbólicas. En ese sentido, es muy común esta idea de ciudadanos de primera y de segunda: lo que acá llamamos planeros. Las nuevas desigualdades se generan porque la sociedad exige que consumas, pero también te excluye y te quita estatus.

Es claro que hay un nuevo capitalismo digital que surge luego del financiero. ¿Qué relaciones de producción introduce para generar nuevas desigualdades?
-La más significativa es la producción de datos. Cuando comprás con una tarjeta de crédito, ¿cómo acumula el capitalismo? En una forma tradicional, porque vos compraste el producto, el financiero acumula por los intereses y el digital acumula nuestros datos. Acá surge un nuevo valor económico porque permite conocer tus gustos y deseos, lo que llaman big data. También tienen un valor político, lo vimos en elecciones con el caso de Cambridge Analytica. Lo que se busca es predecir conductas e influir en ellas. Nos convierte en productores de plusvalía porque nuestros datos, una vez procesados, tienen un valor del que no nos beneficiamos.

-Las relaciones de producción cambian pero lo más esencial, las desigualdades, no…
-Puede ser. Pero hay otra novedad en esta nueva etapa histórica. La trabaja mucho un teórico que se llama David Harvey, que habla de un capitalismo que acumula por desposesión. ¿Qué quiere decir esto? Que va acumulando en la medida que va quitando la posibilidad de poseer a quienes tenían ese derecho, como por ejemplo con una agricultura que sustituye agricultores por grandes commodities. Podemos ver dos cosas: Wall Street y las redes sociales como emblema. Lo que antes eran las fábricas de (la película de) Charles Chaplin, hoy es “El Lobo de Wall Street” de Leonardo Di Caprio.

-¿La sociedad es consciente de que se van introduciendo estos cambios?
-Creo que esto se puede ver en la aparición del ecologismo, el feminismo o la economía popular. Son resistencias a la incapacidad de reconocer al otro como un igual. La derecha también se ha aggiornado. Muchos lograron construir una narrativa de futuro y posicionarse como rebeldes y outsiders, aunque no lo sean. Han logrado captar algo que es muy cínico y eficaz en esta pandemia, cuando vivimos un momento de angustia y duelo. Esto es el echarle la culpa al otro: es culpa de los chinos, de los pobres que no se cuidan, etcétera.

-Hay mucho pesimismo en diferentes autores que piensan la post pandemia y el futuro de la sociedad, ¿es mucho pedirte una reflexión optimista frente a lo que venís diciendo?
-La salida de esta pandemia debe ser con una reflexión profunda, dándonos cuenta de que nadie se salva solo y recuperando la idea de comunidad. A fin de cuentas, frente al virus somos todos iguales. Me parece que tenemos que animarnos a incomodarnos. Pensar cuáles son nuestras utopías, que antes existían y con las que podías disentir, pero estaban. Hay un teórico que se llama Jameson que dice que es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo. Todos los días tenemos películas en Netflix donde se acaba el mundo, pero ninguna te puede plantear una sociedad distinta a la actual. En este sentido, creo hay una posibilidad en la Covid. Si la humanidad no recapacita y no hay una salida que ponga en el centro a la ecología, habrá un futuro de pandemias, distópico. Quiero decir que esto no es joda. Frente a eso, lo que debemos hacer es recuperar la imaginación política. Yo creo que se puede.