Por Agostina Schenone
Desde que era apenas una niña, su interés por aprender, las ganas de ayudar y el amor por los animales marcaron su camino. Al principio quiso ser bióloga marina, pero jamás se imaginó que, unos años después, se iba a interesar por aquello que no veía y de lo que hasta ese entonces desconocía su existencia. En segundo año de secundaria, en medio de una clase de biología sobre las neuronas y su regeneración, le impactó tanto el funcionamiento del cuerpo humano, que terminó descubriendo su vocación. Hoy está a tan solo un año de recibirse de licenciada en Biotecnología en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Logró conseguir una pasantía, que luego se hizo permanente, en el área de transferencia y tecnología del laboratorio mABxience, que fabrica el principio activo de la vacuna contra el covid-19 en acuerdo con AstraZeneca. Allí, se encarga de aplicar sus conocimientos científicos en el asesoramiento y explicación de los distintos procedimientos que son enviados a la ANMAT y a distintos clientes. Julieta Baglietto (20) pudo romper su prejuicio de que la ciencia era sólo un mundo de hombres.
“En esta época una ve muy lejano el no poder elegir qué estudiar o qué hacer, pero hasta hace algunos años ocurría. Cuando estaba en primaria, me anoté en los cursos de ajedrez y me cambiaron a gimnasia artística porque esa era la actividad de las mujeres y el ajedrez, la de los varones. Tuve la suerte de crecer en una casa donde siempre me apoyaron y me dejaron elegir lo que quería hacer. Nunca me reprimieron ni intentaron inculcarme ese estilo de pensamientos, pero no a todas les pasa”, explicó mientras se acomodaba en su escritorio frente a la computadora.
—¿Por qué elegiste la biotecnología?
—Tuve que indagar bastante porque quería algo más específico que combinara mi pasión por aprender y por ayudar. Ese siempre fue mi objetivo. Mientras leía en internet sobre distintos inventos, encontré mi carrera. Me fascinó que utilizaran a los seres vivos como tecnología poniendo en práctica todos los conocimientos biológicos para crear cosas útiles. Por ejemplo, antes la insulina se sacaba del páncreas de los cerdos y ahora se obtiene de las bacterias, algo mucho más rápido y menos costoso. Eso es obra de la biotecnología.
—Según el Instituto de Estadísticas de la UNESCO, en Argentina el porcentaje de mujeres en la ciencia alcanzó el 52%, frente al 20% en EE.UU. y el 25% en Europa. ¿La lucha feminista tiene algo que ver con estas cifras?
—Fue fundamental y más aún estos últimos años, que se verán reflejados en las próximas generaciones. Siento que Argentina siempre tuvo una inclinación bastante progresista con las mujeres, a diferencia de muchos otros países. Acá hay muchísimas investigadoras científicas que tienen sus propios laboratorios y empezaron en una época mucho más difícil. La lucha feminista logró romper barreras y avanzar en un montón de aspectos, y la ciencia no quedó afuera. Por algo, el informe que mencionás explica que gracias a ese 52% en Argentina, el porcentaje de científicas en Latinoamérica llegó al 46%. Ya quedó demostrado que la ciencia no es sólo un mundo de hombres. Lo que hay que asegurar es el apoyo y la igualdad de oportunidades, porque si lo único que te enseñan es que tenés que saber cocinar y que tu rol más importante es ser madre, te acortan las opciones. En la idea tradicional de familia, donde la mujer hace todo, es muy difícil dedicarse a la ciencia, y el feminismo rompió con ese mandato. Nos mostró que si elegís tener hijos y además estudiar una carrera, podés hacerlo.
—Te anotaste en una pasantía para un laboratorio, del cual desconocías a qué se dedicaba, pensando que no te iban a llamar. ¿Cómo fue conseguir tu primer trabajo allí y más aún, ahora que sabés que tiene un rol fundamental en la pandemia?
—La verdad, no lo podía creer. Para mi sorpresa, me llamaron en menos de una semana y tuve que pasar por una entrevista extensa. Cuando quedé, investigué el laboratorio y me pareció increíble lo que hacían. Todavía no se había difundido nada del acuerdo con AstraZeneca pero me enteré unos días después de que entré a trabajar. Fue, y es, muy impactante para mí participar de un proyecto que está ayudando en una causa que afecta a todos a nivel mundial. Sentirme parte y poder ayudar es lo que siempre quise y estoy feliz de que así sea.
—¿Cuál es el aporte diferencial de las mujeres en la ciencia?
—Podemos aportar muchas cosas porque somos igual de capaces e inteligentes que los hombres. Nuestro mayor impacto se da más en lo social, ya que, ver a una mujer en un lugar importante y de poder inspira a miles de chicas a las que les interesa la ciencia y capaz que les da ese empuje que les faltaba para dedicarse a esto y terminan entendiendo que nosotras también podemos ser científicas.