Por Joaquín Montesin Matte, Rodrigo Forlenza y Valerio Van Nieuwenhove

La trata de personas es un delito multicausal. Así lo entiende la psicóloga e investigadora Valeria Jarmoliuk, especialista en el tema: “No se puede determinar una causa única ya que depende de muchos factores, principalmente de las necesidades económicas de las víctimas, su condición migratoria irregular, antecedentes de conflictos familiares y la generación de dependencia afectiva con el tratante como mecanismo de sometimiento.”

Los tratantes, que en la mayoría de los casos forman parte de grupos delictivos organizados, engañan a mujeres, hombres, niños y niñas para explotarlos diariamente aprovechándose de su situación de vulnerabilidad. Jarmoliuk señala que pueden ser “desde redes de crimen organizado, dentro o fuera de los límites fronterizos; particulares, como proxenetas y empleadores, o familias que por razones económicas deciden ejercer la actividad sobre una persona”.

Este delito es considerado un crimen de lesa humanidad: constituye una de las peores violaciones de los derechos humanos, ya que degrada a las víctimas hasta convertirlas en un objeto de tráfico. La lucha contra la trata es compleja pues en general existe vinculación con el poder público, que encubre por acción u omisión las redes y espacios donde se ejerce. Muchas veces, los funcionarios están tan comprometidos que la difusión pública de los casos significa el fin de su carrera como políticos, jueces o efectivos policiales. “Frenar la trata es un trabajo de inteligencia y de las fuerzas de seguridad. Primero se debe detectar para luego trabajar en la desintegración de las redes de crimen organizado”, explica la psicóloga.