Por Yasmín Hussein 

Así como Charly García dice ‘yo escribo sobre lo que me pasa’, yo fotografío lo que me atraviesa”, asegura Juan Francisco Masabeu, fotógrafo y profesor de Arte, Dibujo y Fotografía en la Escuela Relacional. Juanchi, como pide que lo llamen, tiene 30 años y está en el mundo fotográfico desde 2015, cuando compró su primera cámara Fuji X100 de 35 mm.

No es casual que reconozca a Nan Goldin como su mayor referente y a su trabajo conceptual como una línea a seguir. La emblemática fotógrafa estadounidense de los años ‘80 y ‘90 incursionó en tópicos de la época como la drogadicción, la prostitución y la homosexualidad, temas que Masabeu considera de carácter urgente y necesarios de comunicar en aquellos tiempos. Reconoce en la artista norteamericana rasgos que interpelan al receptor de una manera muy sensible. Y eso, dice, es lo que también él busca en sus trabajos: mostrar la urgencia de lo cotidiano a través de una imagen.

Como todo artista involucrado en el dibujo y la pintura, Masabeu no se conforma con sólo tomar una fotografía, sino que además interviene y manipula las imágenes mediante escrituras y ediciones para lograr una connotación adicional que se sume a su mirada. Porque así define a la fotografía, como un mensaje que se complementa con la suma de varios factores. Además, explica que su cuerpo es la herramienta fundamental para la creación, pero no desde lo físico sino desde lo sensible, lo emocional: “Creo que regula un poco todo lo que es el gesto creativo. Si no me pasa algo en el cuerpo, nada puede devenir de eso. Ningún gesto de creación ni de expresión”.

Los movimientos sociales, en su mayoría mediante manifestaciones en la vía pública, forman la mayor parte de su carpeta de trabajos. Ha participado en marchas y movilizaciones como las de Ni Una Menos y las que reclamaban por la desaparición y muerte de Santiago Maldonado, así como en los encuentros en Plaza de Mayo por la legalización del aborto. La lucha social tiene muchas aristas, y mostrar la gestualidad de sus participantes desde su lado más genuino y verosímil es una de sus tareas principales.

-Tu trabajo de campo en manifestaciones sociales está ligado a la interpretación de sus participantes activos. Cartier Bresson decía: “Cuando mirás por el visor, todo lo que ves, lo ves desnudo”. ¿Es posible despojar, desenmascarar una situación, persona u objeto, para capturarla en su estado más original y puro, incluso cuando su cuerpo se esté manifestando con cierta intencionalidad?
Hay que saber mirar sin invadir, sin irrumpir su privacidad. Me gusta mucho pensar en las líneas de contorno de los cuerpos que, cuando se reúnen en estas marchas de 300 mil personas, se desdibujan. Empiezan a tener contacto con la línea de contorno de otro cuerpo, y esa suma hace a un todo. Lo que tienen las marchas es que reconfiguran los paisajes. En la velada de la media sanción de la ley de IVE en Diputados, la juventud se quedó a dormir frente del Congreso. De repente, lo que era una avenida se convirtió en un campamento. Cuando hay un movimiento social conformado por cuerpos se reconfigura el paisaje inicial. Ese escenario permite muchas lecturas. No creo que la eficacia de una foto se dé por la condición de su estética sino por cómo está siendo utilizada en la realidad. Eso es trascendental. No me interesa hacer buenas fotos, sino encontrarle un buen sentido despojándolas de cualquier materialidad que pueda repercutir. Es posible, totalmente, desprender la intencionalidad de un cuerpo si ese cuerpo no sabe que está siendo retratado.

-Mencionaste la idea de “mirar sin invadir”. ¿Cuál es el modo para hacer fotos desde ese lugar?
-Hace un tiempo implementé una nueva forma que rotulé “ojos en los ojos”. El experimento consistía en no disparar cuando yo quería sino cuando la gente me miraba. Trataba de tener contacto visual, pero yo estaba posicionado detrás del lente. Hacer la foto no es el punto final del proceso, es el punto de partida. Yo hago fotografías, después las edito y las revelo. Si consigo una lectura, un texto, si encuentro cierta narrativa, entonces esa imagen me parece que tiene sentido. Y en la espontaneidad se encuentran más sentidos que cuando se busca capturar con un objetivo concreto. Cuando el personaje me mira, me está buscando, definitivamente me quiere decir algo.

-Apreciar, cuestionar o discutir sobre una fotografía invita al observador a participar de una experiencia ajena. Tal como lo explica Susan Sontag en el texto ‘La fotografía’, “en una sociedad moderna, las imágenes realizadas por las cámaras son la entrada principal a realidades de las que no tenemos una vivencia directa”. ¿Qué tan difícil resulta, entonces, romper con los estereotipos impuestos por la cultura hegemónica para lograr alcanzar esas realidades indirectas?
-Creo que la fotografía es un buen recurso para recuperar cierta soberanía de la mirada que la cultura construye. Uno tiene la voluntad de elegir quién quiere ser, pero la realidad es que la coyuntura nos forma y el contexto condiciona absolutamente todo: el pensamiento, los gustos, las facultades sensibles. La fotografía permite emanciparse un poco de todo aquello, recuperar libertad de la mirada. Mis trabajos tienen que ver con las vivencias de los otros que, a la vez, son mi propia vivencia. Encontrar lo propio en lo ajeno nos construye, y al revés también. El ida y vuelta siempre suma. La mayor dificultad está en la interpretación, en la lectura. Eso es lo que hay que trabajar.

-El fotógrafo Lewis Hine dijo: “Si pudiera decirlo con palabras, no iría todos los días cargado con mi cámara”. ¿Qué le pedís a la fotografía y qué te devuelve?
-La cámara fotográfica es un puente: nos permite aprehender la realidad, volverla tangible y reinterpretarla. A la cámara le pido excusas para poder acercarme a conversar. Si de mi fotografía deviene un buen debate, ya estoy realizado. Le pido acercamiento a la conmoción y al rechazo. Los lenguajes artísticos son los únicos que te permiten convivir incluso con lo que uno rechaza. Las fotos en las marchas de Santiago Maldonado, en 2017, las hice llorando. Me dolía el cuerpo con lo que sucedía con Maldonado, me involucré de una manera desmedida. La cámara me ayudó a digerir lo siniestro de la situación. La fotografía siempre se convierte en algo virtuoso.