Por Agustín Lomez
Lionel Messi, argentino, figura del PSG. Natalia Oreiro, uruguaya, exitosa en Rusia; el cine de Fellini, italiano, conquistando Estados Unidos. La política no está exenta de hombres y mujeres que adquieren notoriedad en el extranjero: Stalin nació en Georgia, pero fue el líder del comunismo en Moscú; Kissinger era alemán, pero fue uno de los secretarios de Estado más relevantes de la historia de Estados Unidos; Cuba tuvo al Che Guevara nacido en Argentina. Más acá en el tiempo, y en una escala menor, en la Argentina están los casos del colombiano Francisco de Narváez, la brasileña Luana Volnovich, el ecuatoriano Jaime Durán Barba y el israelí Itai Hagman.
Durante los últimos años, los parlamentos europeos tuvieron una mayor inclusión de políticos de origen inmigrante. Según un análisis comparativo realizado en 2016 por el diario español El País, Gran Bretaña y Holanda eran las naciones que mayor porcentaje de inmigrantes tenían como representantes, mientras que España era la de menor porcentaje.
UNA MUJER NEGRA Y LATINA EN ESPAÑA
Consuelo Cruz Arboleda fue, en 2015, la primera mujer migrante y afrodescendiente en ser incluida en las listas del Congreso de los Diputados de España. Nació en Cali, Colombia, en 1962, y llegó a Madrid cuando tenía 40 años por motivos laborales, negándose originalmente a vivir en otro país. Tenía una imagen muy mala de España por cómo trataban allí a los migrantes, y diariamente recordaba la experiencia de una amiga colombiana que tuvo que prostituirse para subsistir.
Desde los 12 años había tenido un amplio compromiso con las causas sociales relacionadas con el feminismo, los derechos de los afrodescendientes y la izquierda. Estos tres intereses la acercaron al Partido Socialista Obrero Español. Ocho mil kilómetros la separaban de su país, gobernado en ese momento por Álvaro Uribe. En Colombia militaba desde los 17 años en el Partido Liberal que, según ella, entonces tenía ideas más progresistas. Acompañada de sus dos hijas y recientemente divorciada, empezó a ser conocida en Europa por sus conferencias, en las cuales reclamaba contra la violencia de género y a favor de los derechos humanos de las comunidades africanas discriminadas en el Viejo Continente.
Se encontró con muchas realidades desiguales y estereotipos por ser mujer, negra y latina. La gran propuesta laboral por la que viajó resultó ser una mentira. Pero, acostumbrada a esas situaciones, que también había vivido en Colombia, tomó la decisión de luchar, una vez más.
Una de las primeras cosas que le llamaron la atención fue que en España no había negros ocupando cargos de poder. Insistió tanto, que atribuye el acercamiento de la prensa y del PSOE por estos reclamos. Le ofrecieron dirigir la política pública para los africanos y afrodescendientes dentro del partido, y a pesar del desafío aceptó.
Sin embargo, empezó a notar cierta resistencia a la llegada de migrantes a la política por parte de algunos funcionarios. En las entrevistas le preguntaban constantemente qué iba a hacer como negra y latina dentro del Congreso, a lo que ella respondía que su trabajo iba a estar dirigido a todo el pueblo español, sin distinción entre comunidades.
Otros funcionarios sí estuvieron de acuerdo con esta inclusión. Destaca el apoyo del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que comenzó a gobernar en 2004 por el PSOE. A casi veinte años de su arribo a España, afirma que la llegada de los extranjeros al poder cambió la vida de todos los habitantes. Considera que uno de los mayores logros fue el trabajo para que los migrantes de 14 países tuvieran derecho a votar en las elecciones municipales sin tener la nacionalidad, solo con cinco años de residencia.
Además, sostiene que hasta las listas de los partidos más reaccionarios, como Vox, incluyen ciudadanos nacidos en otros países, e incluso afrodescendientes.
ENTRE EL TEMOR Y LA ESTIGMATIZACIÓN
Andrea Gómez Vargas es socióloga especialista en fenómenos migratorios y plantea que una de las problemáticas actuales es la poca participación política que tienen algunos migrantes debido a que no se consideran aptos para opinar de lo que pasa en otro país. Muchos no se sienten ciudadanos por la estigmatización social. El temor a ser deportados por comprometerse o asistir a una manifestación es otro de los motivos que, según Vargas, impiden una participación más activa.
La especialista recuerda que cuando Mauricio Macri era presidente, ejecutó el DNU 70/2017, que amplió los mecanismos para expulsar migrantes del país, y lo compara con la persecución a los anarquistas y socialistas que llegaban desde Europa a comienzos del siglo XX. Si bien el DNU fue derogado en 2021 por el gobierno de Alberto Fernández, la idea de ser expulsados de Argentina por algún tipo de compromiso partidario sigue estando presente para muchos extranjeros.
DE VENEZUELA A BUENOS AIRES
Adriana Bolívar nació en Venezuela y llegó a Buenos Aires en febrero de 2008 para estudiar producción cinematográfica. Tenía 23 años y un título en Comunicación Social. Más allá de la búsqueda profesional, otro de los motivos por los que migró fue porque se encontraba saturada de la polarización política que había en su país. Si bien Hugo Chávez asumió su anteúltima presidencia en 2007 con el 62 por ciento de los votos, la sociedad estaba muy dividida.
En 2012 conoció a su pareja en la universidad y comenzó su acercamiento a la política y la militancia. Previo a esto tenía la curiosidad de involucrarse porque, al ser licenciada en Comunicación Social, los debates sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual la interpelaban directamente.
La figura de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner era muy fuerte para ella y el compromiso del gobierno con los derechos humanos terminaron por consolidar su relación y participación en la militancia estudiantil del espacio Nuevo Encuentro. Por primera vez se sintió incluida como sujeto político.
Para ella, uno de los hechos más relevantes es haber construido su identidad por militar, que le permitió ver desde otra perspectiva lo que estaba sucediendo en Venezuela, sin caer en las lecturas habituales que se hacían sobre el conflicto entre Chávez, la oposición y Estados Unidos. Comenzó a entender las diferencias y similitudes entre los gobiernos kirchneristas y los del líder venezolano, como también entendió los puntos en común entre la historia y la cultura de los pueblos argentino y venezolano.
La idea de la Patria Grande la llevó a dejar de pensarse como extranjera y a sentirse parte de un territorio más extenso. Tiene muy claro el proceso de metamorfosis política de aquel tiempo: primero kirchnerista, después peronista y luego chavista. Con la creación del frente migrante en Nuevo Encuentro, dejó brevemente de lado la militancia territorial para sumarse a los reclamos de las personas vulneradas por ser extranjeras.
Para ella, nombrarse migrante no es solamente una condición o una categoría, es un posicionamiento político para conocer los derechos y las condiciones de vida que les corresponden en la Argentina. Actualmente integra la organización Migrantes por migrantes creada en 2019 dentro del Frente de Todos, que defiende los derechos políticos en oposición al DNU 70/2017 de Macri.
Los migrantes que eligen comprometerse en política construyen una influencia positiva en el lugar donde se instalan. La mirada que traen desde otro territorio les permite encontrar y debatir problemáticas que muchas veces no son tenidas en cuenta por la agenda local. Desde su inclusión en los espacios de poder, hasta la participación electoral y los reclamos para obtener más derechos, tienen un objetivo común: sentirse parte de la ciudadanía y ser reconocidos como sujetos políticos. La política es territorio, y uno hace política en el lugar donde está.