Por Candela Corral
Durante la pandemia el turismo pasó de ser una actividad de la economía global principal a estar detenida por completo. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), recayó a niveles de hace 30 años. “El panorama del futuro del turismo estaba en declive, era tan malo que los estudiantes de la carrera dudaban si seguir o no”, explica Alejandra Parra, profesora de la Licenciatura de Turismo en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) y en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV).
Impulsar el estudio del turismo en el nivel universitario siempre fue un desafío, porque existen muchos prejuicios en contra: “El avance tecnológico y la posibilidad de que cada pasajero pueda armar su viaje a través de Internet hace parecer que no sirve de nada estudiarlo”. Actualmente les docentes deben convencer al estudiante de que la reactivación postpandemia va en subida. Pero este no es el único desafío: el turismo, una actividad completamente dinámica, se modificó después del confinamiento y las tendencias del viajero cambiaron.
No habría mayor conocedora y amante de la actividad turística que Alejandra Parra. A los 18 años comenzó a estudiar Guía y Licenciatura en Turismo en la Universidad de Morón y apenas se recibió trabajó de guía tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en el resto de Argentina. También trabajó como profesora adjunta. Tuvo la oportunidad de irse a vivir a El Calafate y a Puerto Madryn por seis años y allí en el sur siguió sumando experiencias como guía y gestora de viajes. A la vuelta se volcó casi por completo a la educación universitaria, donde pone todo su empeño en transmitir a les estudiantes su pasión e impulsarlos a reconfigurar la idea que existe del turismo en la actualidad.
—La ONU sostuvo en su Informe “COVID-19 y la Transformación del Turismo” que, en 2019, uno de cada diez empleos estaba vinculado a esa la actividad. Sin embargo, sigue costando atraer a les jóvenes a la carrera, ¿por qué el turismo es tan desmerecido?
—No es una carrera que esté bien posicionada, cuando comencé a estudiarla me llegaron a decir “¿Y ahí qué estudiás? ¿Valija 1? ¿Valija 2?”. costaba que se reconozca la importancia de la profesión. Se suele creer que cualquiera puede ejercerla, cuando en realidad es multi interdisciplinaria. Encima, lamentablemente, su remuneración suele ser baja.
—Además, según la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica, en el contexto de la pandemia quebraron más de 13 mil empresas de hoteles y restaurantes en todo el país. Estas cifras afectan al interés por dedicarse a la actividad. ¿Cómo fue mantener a flote las esperanzas de les estudiantes?
—La carrera fue en declive al ver que la actividad y el panorama era desolador; los estudiantes mismos se preguntaban cuándo repuntaría todo. También fue caótico dar la educación mediada por la tecnología y que las dinámicas de los encuentros mantengan interesado al universitario. Tuvimos que adaptar viajes que hacíamos presenciales a la virtualidad. Por ejemplo, los que cursan tercer año deben organizar un viaje de fin de semana y son evaluados por su itinerario y su cumplimiento. Tuvo que hacerse por Meet, nos iban diciendo los horarios de los encuentros, desarrollaban los temas y tuvieron que hacer mapas virtuales donde un micro se movía e iba mostrando los diferentes lugares que íbamos recorriendo, el laburo fue excepcional. Permitió, dentro de la virtualidad, destacar la creatividad. Pero no cambio por nada el aula.
—Existieron dinámicas de la virtualidad que se sumaron al modelo de enseñanza postpandemia, pero también la actividad misma se reconfiguró con nuevas tendencias, aumentó el desarrollo del turismo de cercanía o el rural, por ejemplo.
—Sin duda hay un nuevo viajero, después del COVID se desarrolló este tipo de turismo, las escapadas. Si bien existían desde que se implementaron los feriados turísticos en 2012, la pandemia lo acrecentó. Esta necesidad de desenchufarse aumentó, el buscar alejarse de los conglomerados urbanos, irse a algún pueblo o campo y alojarse en cascos de estancia. También se impulsaron los destinos emergentes, lugares que no están posicionados turísticamente pero que tienen gran potencial. Desde la universidad, donde es exigencia del mercado la renovación y actualización constante, estimulamos a los estudiantes a elegir estos destinos. Una vez viajamos a Pipinas, una localidad de la provincia de Buenos Aires, donde nos enseñaron a cultivar y realizamos caminatas guiadas por un pueblerino. Incitamos a la contratación de la comunidad, que primeramente ama y conoce su pueblo más que nadie, y además colaborás con la economía local.
—A pesar de haber salido más a la luz este turismo sustentable, ¿creés que el impulso del programa Pre Viaje después del confinamiento provocó una vuelta al turismo masivo?
—Si bien el Pre Viaje le dio una inyección de oxígeno a la actividad, generó a su vez una explosión turística, una sobrecarga de gente. La desesperación de lo económico primó por encima de la protección del ambiente. Desde afuera puede verse como un resultado positivo su subida, pero desde la enseñanza buscamos concientizar a los estudiantes sobre la idea de que hacer turismo masivo no es la forma de progresar. Hay que ser responsables, la sobrecarga puede ocasionar modificaciones importantes en el destino, buscamos educar sobre el equilibrio entre la naturaleza, la cultura y la comunidad. Enseñarle al estudiante que el único turismo posible es el sostenible, que tienen que ser agentes de viajes responsables y formar viajeros responsables. Hay que cambiar la forma de comercializar el turismo, ese es mi desafío como educadora. Impulsar así la creación de empresas pequeñas, con un turismo más personalizado y en contacto con la naturaleza, que la preserva a ella y a quienes nos reciben.