Por Sofía Piazza

Son las 20.30 de un sábado en la Avenida Corrientes y las puertas del teatro Metropolitan se cierran para dar inicio a una nueva función de uno de los grandes éxitos teatrales del año. Con sala llena, la orquesta y luces en posición, el actor Máximo Meyer hace su primera aparición sobre el escenario y da inicio a una historia que promete conmover y emocionar al público.

Querido Evan es la nueva apuesta musical traída desde Broadway a Buenos Aires por los directores Sebastián Irigo y Tomás Mayer Wolf. La obra de origen norteamericano, dirigida por los productores musicales Benj Pasek y Justin Paul y ganadora de varios premios, es la adaptación del libro Dear Evan Hansen, del escritor Steven Levenson, y su versión local no sólo ha estado a la altura de su antecesora, sino que demostró ser un completo acierto en la calle Corrientes.

El trabajo de los iluminadores con las pantallas que rodean el escenario, los músicos tocando en vivo y la interpretación de sus protagonistas hacen que esta obra de 140 minutos sea una experiencia gratificante que apela a una amplia variedad de emociones a lo largo del recorrido de Evan Hansen, un chico de 17 años que sufre un trastorno de ansiedad que no le permite conectar con nadie, ni siquiera con su propia madre o sus compañeros de secundaria, que lo consideran raro y freak. Su psicólogo trata de ayudarlo y le propone una nueva manera de empezar su último año escolar: escribirse una carta a sí mismo con mensajes de esperanza. Una vez impresa, esa carta cae en las manos del chico equivocado, transformando de la noche a la mañana la vida de Evan tanto para bien como para mal.

La obra describe a la perfección temas muy comunes entre adolescentes de hoy, como las redes sociales, la aceptación y las inseguridades de la edad. La salud mental y la importancia de hablar de ella son los ejes centrales de un guion que logra transmitir su mensaje no de una forma triste, sino mediante la emoción e incluso las risas. Esto hace que lo trágico sea un proceso aceptable y no un golpe fuerte para el espectador.

Uno de los momentos más conmovedores sucede justo antes del intervalo, cuando el personaje de Máximo Meyer, solo en el escenario y con un único reflector apuntándole, les recuerda a quienes se sienten invisibles que no están solos, que pueden ser escuchados. Mientras los personajes aparecen en escena interpretando la versión en español de la canción “You will be found” de la obra original, las pantallas del escenario comienzan a transmitir mensajes de esperanza al público, generando lágrimas y emoción, pero también un sentimiento de compañía y amor.