Por Matías Szwarstein y Brian Bekerman
Israel sufrió el sábado 7 de octubre uno de los ataques más devastadores de su historia, calificado por el primer ministro Benjamin Netanyahu como “el 11/9 israelí”, en referencia la fecha de los atentados a las Torres Gemeles y el Pentágono en 2001. Una masacre perpetrada por el grupo terrorista H
amás que hasta ahora dejó más tres mil muertos y seis mil heridos. Hay once argentinos entre los fallecidos y quince desaparecidos.
La comunidad argentina en Israel es una de las más numerosas, con alrededor de 100 mil personas. Frente a este caos, más de 1500 residentes solicitaron a la embajada argentina ser repatriados, por lo que el Gobierno Nacional envió aviones C-130 “Hércules” con el objetivo de evacuarlos a Roma para, desde allí, traerlos de regreso al país.
Muchos de los argentinos que viven en Israel decidieron quedarse en el Medio Oriente y permanecer en la batalla ante Hamás. “Es inhumano. Todo lo que pensábamos que no nos iba a pasar, pasó. La ficción se volvió realidad”, cuenta Gastón Hanono, que está en Israel por un plan de estudios de un año y medio. Asimismo, Laura Szczapowy (59 años) expresa su angustia, tristeza e incertidumbre ante lo ocurrido, al mismo tiempo que está orgullosa del país donde reside porque ve un clima de “solidaridad y ayuda mutua, de proteger y cuidar al otro”.
Ariel Ratowiecki (20) comenta que la situación lo tomó por sorpresa y que, ni bien escuchó la noticia, no pensó que tenía tal magnitud, sino que se trataba de una operación cotidiana en el norte del país. Sin embargo, cuando fue a trabajar a su base y conversó con unos colegas israelíes, se dio cuenta de que el panorama era catastrófico. Además, teme que el conflicto escale hasta convertirse en la Tercera Guerra Mundial.
Karina Feler (50) trabaja cuidando niños, pero en estos días le da pánico salir a la calle por el miedo a que aparezca un terrorista de la nada o que suenen las alarmas y no llegue a un refugio a tiempo. También declara que, ante la incertidumbre de no saber si van a poder salir de sus casas, la población está almacenando alimentos, medicamentos y papel higiénico a tal punto de que hay desabastecimiento en los supermercados, algo que no recuerda haber visto.
A su vez, manifiesta que los que no entienden hebreo tienen suerte, ya que no pueden entender la crudeza del relato de los sobrevivientes, de los secuestrados y de los soldados que fueron a luchar. Además, aclara: ”Nosotros no queremos matar gente, simplemente defendernos; esa es la diferencia”.