Por Agustín López Resano

El título que en 2015 eligió el usuario español Chocomad para su opinión en la plataforma Tripadvisor no es la mejor invitación para acercarse a las estaciones del barrio porteño de Retiro y sus alrededores: “Zona MUY PELIGROSA para visitar”. El comienzo del comentario es aún peor: “Aunque es una zona bonita para visitar, es muy peligrosa. Justo detrás están las villas, donde vive gente al margen de la ley”.

Dejando de lado el tono discriminatorio de la última frase, el resto de la conclusión del madrileño tiene un respaldo empírico. Según los últimos datos registrados en el Mapa del Delito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Comuna 1 (a la que pertenecen las estaciones) es la segunda con mayor tasa de robos y hurtos. El oportunismo al servicio del delito, el arrebato y el desapoderamiento violento (con cuchillos o armas de fuego) dicen presente a diario en las estaciones de las líneas ferroviarias Mitre, Belgrano Norte y San Martín. Tal es así, que en mayo de este año el Ministerio de Transporte de la Nación instaló en el lugar el Comando Trenes Seguros, un centro de monitoreo y vigilancia por cámaras de seguridad.

Drogadicción, trabajo informal invadiendo las veredas, ofertas sexuales, olores nauseabundos, aglomeraciones, paradas de colectivo inseguras y el gran tránsito vehicular completan un combo caótico para los residentes y extranjeros que a diario transitan por allí. La última oración de una nota publicada en el diario Clarín en noviembre del 2022 va en línea con el parecer del forista de internet: “Retiro es otro de esos no-lugares por excelencia y, de continuar a este ritmo, todo indica que se agravará”.

El trabajo informal invadiendo las veredas es una de las postales habituales de Retiro.

Mientras febo asoma, un millón y medio de personas vienen y van cada día. En ausencia de la luz natural, unos pocos sólo van. Gentío y soledad, bullicio y silencio absoluto, diversidad y homogeneidad. Dos escenarios antagónicos que caracterizan el día y la noche durante la semana y que transcurren bajo la atenta mirada de la Torre Monumental, un monumento de ladrillos rojos y piedra labrada donado por los residentes británicos con motivo del centenario del primer gobierno patrio, que se emplaza en la plaza Fuerza Aérea Argentina, frente a las estaciones.

La Torre Monumental.

El comentario del visitante europeo continúa con el relato de un episodio delictivo que le tocó vivir. Pero hay más, pues más abajo se leen 351 comentarios que dan cuenta de múltiples experiencias y visiones del fenómeno. Algunos destacan la fineza empleada para la construcción de los edificios que albergan las terminales, propia del estilo arquitectónico de los trabajadores británicos y franceses que los construyeron entre 1912 y 1915 usando sólo piezas fabricadas en Reino Unido. Otros recalcan la estética de los altos ventanales de los sectores del frente; el amplio espacio en los halls principales de baldosones blancos, renovados en 2014, cuya gran luminaria cuenta con antorchas de estilo florentino; o la belleza en las estructuras de hierro, madera y vidrio de los andenes, envuelto por un techo de bóveda, propio de la revolución industrial, que fue reparado en 2017. En definitiva, las singularidades propias de los edificios que provocaron que en 1997, los de las líneas Mitre y San Martín, y en 2021, el de línea Belgrano Norte, fueran declarados Monumentos Históricos Nacionales.

Las estaciones fueron declaradas Monumento Histórico Nacional en 1997 y 2021.

Pero a esas descripciones les hace falta algo más. Ningún comentario grafica el ambiente del territorio que lo hace tan singular. Retiro es la diversidad social en su máxima expresión. El lugar une las diferencias sociales, económicas y culturales bajo un mismo rango: el de persona. En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la mejor opción de transporte ferroviario para ir o volver de los sitios neurálgicos de la City porteña, ya sea para acaudalados empresarios, trabajadores de clase media o baja o indigentes, es Retiro.

Retiro es la diversidad social en su máxima expresión.

No es sólo eso. La experiencia Retiro conecta, además de caminos, historias, muchas de ellas determinadas por la disparidad de oportunidades. Es la ocasión para juntarse con otra gente, con otras realidades. También allí es donde, por alguna razón, menos se manifiestan los privilegios y desventajas de la desigualdad social. En ese sitio, por muy perfumado o bien vestido que vaya el hombre de traje, deberá esperar el pancho detrás del linyera, que llegó antes. Quienes no tuvieron oportunidad de viajar a Canadá, pueden disfrutar de una torta frita en la plaza que lleva ese nombre, mientras se aprecia el tótem canadiense que en 2012 reemplazó al que desde la ciudad de Vancouver se donó al país en 1965.

El tótem canadiense.

En los alrededores del cruce entre las avenidas Ramos Mejía y del Libertador suceden más cosas. Tahiel Colman, un chico de 11 años que vive en el Barrio Padre Mujica y que vende alfajores en el tren Belgrano Norte, abandonó sus estudios primarios, pero no un ritualismo escolar: a las 8 de la mañana asiste periódicamente al izamiento de la bandera nacional que realizan los granaderos que custodian el Monumento al General San Martín y Ejército de la Independencia, en la plaza que lleva el nombre del prócer argentino. En el intercambio cultural de la zona, el chico aprendió que el respeto es una buena estrategia de venta: “Antes de dejarle el alfajor les pido disculpas, los saludo con la mano y les digo ‘capo o capa’. Desde que lo empecé a hacer, me compran más”.

Por alguna razón que en ese espacio no está controvertida, todo aquel que quiera tomarse un taxi sabe que la tarifa lleva ínsita un remanente para el hombre del gorrito de lana. Es él quien abre la puerta para el ingreso al vehículo, al ritmo de la cumbia que se escucha a todo volumen desde los altoparlantes del local de comidas rápidas que está frente a la boca de la estación de subterráneos de la línea C. Sea rico o pobre, el pasajero no lo cuestiona.

Ahí también hay lugar para las pasiones frustradas. Quienes portan un rico caudal de voz que, por diversos factores, no pudieron explotar, tienen a disposición los oídos de miles de personas que, a paso veloz, transitan la zona desde temprano. Es el caso de Jonathan Guerra, vendedor de artículos de telefonía celular, que de niño solía entonar con su abuelo chacareras salteñas y al que la crisis de 2001 le quitó hasta las ganas de cantar. “Estoy seguro de que el tono de mi voz gruesa al decir ‘cargador de celulares’ me permite llegar a más gente. Al sonar de un modo armónico, al que escucha también le da una sensación de seguridad para con el producto que anuncio”, explica, sentado en una silla ubicada al lado de la parrilla con chorizos y una vía en desuso que desemboca donde hoy funcionan las oficinas de los empleados de Trenes Argentinos.

Cuando cae la noche, la heterogeneidad del lugar desaparece y, con el paso de las horas, el paisaje es cada vez más uniforme: la pobreza en la peor de sus formas. Por eso, a las adversidades mencionadas no le escapa el problema del déficit habitacional. Y cuando la desigualdad social parece marcarse con más ahínco, sobre todo desde la visión de las lujosas habitaciones del Sheraton Buenos Aires Hotel apostado frente a la estación del tren Mitre, Retiro merma los efectos nocivos del flagelo a partir de las visitas nocturnas de Amigos en el Camino, una ONG que asiste con comida caliente, botiquín de primeros auxilios, ropa y elementos de higiene a quienes duermen a la intemperie. “No podemos sacarlos de ahí, pero sí contribuir a que duerman más cómodos y con menos frío. Es gratificante ver cómo nos esperan, a veces, hasta con comida”, cuenta Guillermo Rodríguez, miembro de la organización.

Retiro expone la pobreza en la peor de sus formas.

Las estaciones de Retiro y sus inmediaciones no son más que un fiel reflejo de la realidad del país. Es cierto, no tienen el brillo del Taj Mahal pero, al igual que el mausoleo hindú, los edificios gozan de una protección por estatus jurídico; la seguridad del entorno no se corresponde a la de Abu Dhabi, aunque, en ocasiones, los valores morales emergen y juegan un papel fundamental a la hora de maximizar ingresos o empatizar con los más vulnerables; su música poco tiene que ver con la que se puede escuchar en la Orquesta Filarmónica de Berlín, pero acompaña al caminar y se oye en cada abrir y cerrar de las puertas de los taxis o en la melodía que incentiva a la compra de un producto. Quizás, Chocomad debería darse una segunda oportunidad. Al fin y al cabo, todos los caminos conducen a Retiro.