Por Camila Mitre

Los conflictos armados están a la orden del día en el mundo, desde Rusia y Ucrania hasta Palestina e Israel; desde el genocidio de la población artsají por parte de Azerbaiyán en Nagorno Karabaj hasta una posible escalada en el conflicto entre China y Taiwán; llegando a la guerra de Sudán del Sur y la dictadura en Níger. Resulta pertinente recordar aquellos acuerdos que velan por la seguridad de los civiles, mundialmente masacrados en pos de los intereses de los gobernantes.

El uso de armas químicas en la guerra se considera altamente inmoral y contrario a los principios básicos de humanidad. Estas armas tienen el potencial de causar un sufrimiento extremo y duradero, afectando a civiles inocentes, soldados y el entorno natural. Actualmente, solo tres países no se han suscrito a la Convención: Corea del Norte, Egipto y Sudán del Sur. Y solo uno la ha firmado, pero no ratificado: Israel.

Rogelio Pfirter es abogado especializado en Derecho Público Internacional. Fue director general de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) entre 2002 y 2010 y es autor del libro Lecciones de desarme de la Convención sobre Armas Químicas, coescrito con Mijaíl Gorbachov, ex líder de la Unión Soviética.

¿Cómo es la relación entre la OPAQ y los países de Medio Oriente que están en constante conflicto armado?
-La Convención de Armas Químicas fue firmada por Israel, pero no ratificada. Lo que ha alegado siempre es que sus vecinos, con los que todavía mantiene un conflicto, tampoco la han firmado. Por ejemplo, Egipto no la firmó argumentando que Israel no había firmado ni ratificado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. Esto determinó que dos países tan importantes de Medio Oriente no sean parte de la Convención. Sin embargo, ambos tienen legislaciones internas que de alguna manera son equivalentes a lo que la Convención impone sobre los Estados miembros. De modo que habría una cierta nivelación, a pesar de que falta la verificación internacional que se hace a través de la OPAQ. La verificación es una de las claves de los avances tan significativos en la eliminación de armas químicas en el mundo.

¿Todos los países que firmaron y ratificaron permiten una intervención total de la OPAQ en su territorio?
-Algunos países no aceptan que la jurisdicción sea completa, pero sus reservas no han tenido gran impacto. La Convención hace verificaciones a través de inspecciones internacionales. Sucede que hay países que están en conflicto con otros y se reservan la posibilidad de no aceptar inspectores de un determinado país con el cual tienen un conflicto fundamental. Pero diría que, básicamente, la Convención tiene una aplicación cuasi universal. Y eso creo que ha sido uno de los motivos por los cuales se ha transformado en el tratado más exitoso tanto desde la no proliferación como del desarme. Pero eso no quiere decir que no haya países o instancias en las cuales no se sospeche que la aplicación de la Convención no es absolutamente transparente. Uno de los casos es Siria, por ejemplo, que está sometido a un sistema de verificación especial.

¿Cuál fue la situación particular en Siria? ¿Se replicó en otros países?
-Siria se sumó a la Convención y la ratificó a partir de 2013, cuando fueron detectados usos de armas químicas por parte del gobierno. La presión de la comunidad internacional logró que firmaran. Las poblaciones civiles son las principales víctimas del uso de estas armas, están desprotegidas y algunos gobiernos autoritarios aprovechan su uso para atemorizar o subyugar. También se han utilizado elementos químicos para eliminar a opositores políticos, figuras con alguna participación en tareas de espionaje o cosas por el estilo. Si bien se ha tenido un éxito enorme en la prohibición del uso de armas químicas por parte de Estados, eso no quiere decir que no haya elementos químicos que sean usados a veces por grupos de una manera localizada. Pero eso ya es más difícil de detectar y perseguir. Aquí, los Estados tienen un papel muy importante.

Rusia y Ucrania se acusaron mutuamente de utilizar armas químicas.

-¿Cómo se trabaja para prevenir la proliferación de tecnología y armas químicas en la guerra entre Rusia y Ucrania? Los dos países firmaron y ratificaron la Convención.
Se supone que ninguno de los dos jamás hará uso de armas químicas, porque si lo hiciera estaría violando la Convención y eso sometería a ese país a un informe de la OPAQ al Consejo de Naciones Unidas, que es el único en la comunidad internacional en condiciones de imponer medidas y sanciones punitivas contra Estados. Hasta ahora hubo alegaciones sobre la posibilidad de su uso, pero no he visto denuncias concretas de por parte de gobiernos. Si lo hicieran, evidentemente estarían en violación flagrante del derecho internacional expresado a través de la Comisión de las Armas Químicas. No se supone, por otro lado, que en estos países, desde el momento en que han ingresado a la Comisión, no hubo ningún tipo de desarrollo químico prohibido por la Convención.

Las acusaciones cruzadas por la guerra de Rusia y Ucrania fueron hechas por los líderes de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk, que no son reconocidas por ningún miembro. ¿Qué sucedería si la denuncia fuera de un Estado consolidado?
-Existen reglas de procedimiento. Hay un mecanismo y una serie de protocolos a seguir por parte de la Organización y los órganos políticos del Consejo Ejecutivo que el director general pone en marcha. En principio, los métodos de verificación. Cuando yo era director general, no hubo ningún pedido de inspección, pero igual los practicábamos rutinariamente, por si alguna vez surgía. Hay países como China que han sido muy reticentes a las inspecciones, pero no necesariamente se hacen con la voluntad o la aprobación del gobierno receptor, porque está obligado a aceptarla. La Convención para la Prohibición de las Armas Químicas es la única que tiene estos protocolos. En ese sentido, es mucho más avanzado que, por ejemplo, el Tratado de No Proliferación Nuclear porque el Organismo Internacional de Energía Atómica no tiene esta posibilidad.

¿Cómo es el manejo desde el derecho internacional de cuestiones como la invasión de Estados Unidos a Irak? Ahí se denunció la presencia de armas químicas, y finalmente no había.
-Eso estuvo fuera del marco de la Convención para la Prohibición de las Armas Químicas. En ese momento Irak no era Estado miembro. Las operaciones fueron canalizadas vía el Consejo de Naciones Unidas y las resoluciones que se tomaron por, en primer lugar, la invasión de Irak en Kuwait y, en segundo, la represalia estadounidense por los atentados terroristas del 11 de septiembre. Creo que fue en 2006 o 2007 que Irak finalmente accedió a la Convención y, cuando lo hizo, en realidad declaró algunas instalaciones químicas, que se sabía que existían, pero que evidentemente para la segunda invasión por parte de Estados Unidos ya no estaban allí. Es claro que ya no había un programa químico en pie.

Estados Unidos invadió Irak en marzo de 2003 alegando que había armas químicas.

Usted presidió la OPAQ en pleno auge del desarme químico de las potencias mundiales. ¿Cuál es su experiencia al respecto?
-La Convención dice que todos los agentes químicos usados para matar son considerados un arma química, porque está fundamentalmente dirigida a estigmatizar el uso de armas químicas, condenarlas y prohibirlas. El objetivo fue poner en marcha un mecanismo de verificación para el cumplimiento de la obligación de destruirlas bajo la verificación de la Organización que asumieron los Estados firmantes. Los mayores arsenales eran los soviéticos-rusos y el americano, pero también tenían ojivas químicas la India y Corea del Sur. Esa destrucción se hizo mientras yo era director general. El plazo final fue 2012, pero Estados Unidos recién este año terminó con la destrucción de su arsenal. Rusia también se extendió. Pero dada la complejidad, sensibilidad y lo peligroso que es destruirlas, la Organización aceptó por consenso que ese plazo era un poco corto y ofreció una extensión.

¿Cómo se destruye un arma de este tipo?
-Los agentes químicos, para ser destruidos, requieren instalaciones extremadamente complejas, robotizadas y caras, sobre todo para los agentes químicos nerviosos. Algunos de, entre comillas, alta sofisticación requieren un proceso mucho más delicado. Nadie se puede acercar a un agente químico, obviamente, entonces se necesita una planta industrial con un nivel de seguridad parecido al de una planta nuclear para que, a través de un sistema robotizado, se desarme la ojiva, se saque el agente químico y se lo neutralice y destruya. Eso es humanamente complejo.